El pasado 31 de marzo se cumplió el 104 del natalicio del poeta Octavio Paz (Ciudad de México, 31 de marzo, 1914 – Íbid., 19 de abril, 1998), quien abrió con su obra nuevas sendas para el pensamiento, la poesía y la literatura, inspirando a numerosos creadores en todas las disciplinas.
Los libros de Octavio Paz son para México y para la cultura hispana tesoros que consagran su presencia como culturas que abrevan del pasado a para forjar un futuro.
Octavio Paz abrió una ventana luminosa al acto poético con “El arco y la lira”, que revolucionó las letras de América con Libertad bajo palabra y que nos mostró el vínculo entre el amor y lo humano en Piedra de sol.
El pintor y escultor Leonardo Nierman, gran admirador de la obra de Octavio Paz, recordó que a los 17 años, el poeta fundó la revista Barandal y ya para 1933 había aparecido su primer libro con el mismo nombre. Otro hecho importante, recordó, es que abrazó en su vida amistades de la estatura de T.S. Eliot y Paul Valery, uniendo su vida a dos mujeres de personalidades estupendas como Elena Garro y Marie José Tramini.
A partir de las décadas de los cincuenta y sesentas lega al mundo libros indispensables como El laberinto de la soledad, El arco y la lira, ¿Águila o sol? Libertad bajo palabra y publica sus revolucionarios libros poéticos Salamandra; Ladera este, donde incluyó su segundo poema largo Blanco.
La mía no se trata de una opinión biográfica –señala Leonardo Nierman– sino de un vistazo hacia tan importante intelectual, cuya vida es una amalgama de diversidades culturales y una posición de libertad hacia la vida misma y sus misterios.
A Octavio Irineo Paz le fascinaban muchos temas como la finitud del hombre, el mestizaje, el significado del lenguaje, pero sobre todo veía en México y su pasado una extensión de los propios misterios de su alma.
En la biblioteca de su abuelo, Irineo Paz, abundaban los libros de historia antigua de México, además los arqueólogos Manuel Gamio, así como el etnólogo Miguel Othón de Mendizábal eran amigos de su familia, y cerca de su casa en Mixcoac, había un santuario azteca que visitaba con frecuencia acompañado de sus primos.