Shalma Castillo.-
Cd. Victoria, Tam.- En Victoria la mitad de sus habitantes fácilmente llagaron a esta vida en sus manos.
Óscar Javier Álvarez Meléndez, ginecólogo, es el primer especialista en esta Capital y ya está retirado, luego de haber ejercido hasta los 70 años.
Una amplia trayectoria que inició en el Hospital La Raza en la capital del país, pero que pronto encontró acomodo en el Civil de nuestra Capital.
“De aquí soy, me tocó ver las acequias en la calle 17, que llevaban agua a todas partes… hasta después de la calle Carrera Torres, a las huertas que se encontraban allá”, recuerda con emoción…
“Hay que amar esta carrera”, dice inmediatamente como una recomendación a quienes buscan dedicarse a ella.
Ha estado presente, por supuesto en el nacimiento de sus cuatro hijos y también en cinco de sus siete nietos.
“El latido más fuerte y de menos frecuencia era de varón; el latido más débil y de más alta frecuencia era de mujer. Sin equipo médico y sin apoyo tecnológico lo sabíamos solo por experiencia”, señala.
EL INICIO DE SU CARRERA
En aquellos años no había especialidades en el país y de la primera generación de egresados en ginecología le tocó ser.
Antes solamente había médicos que les gustaba atender a niños y a pacientes embarazadas, pero en ginecología no había en Victoria, había tres anestesiólogos, dos cirujanos generales y nada más.
Empezó a estudiar medicina en Morelia, después en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ahí terminó la carrera y estuvo en la clínica del IMSS en Santa Engracia.
En 1969 llega a Victoria al Hospital Civil y duró ocho años siendo el único ginecólogo en la Ciudad; ocho años después llegó un par de especialistas más.
“Yo creo que Dios pone en los corazones de cada profesionista el campo en el cual se debe mover”, expresa gustosamente.
Cuenta que en la carrera de medicina el estudiante pasa por todos los campos para saber por cuál se va a inclinar.
Sin duda, a Óscar le llamó la atención ginecología.
MEDIO VICTORIA PASÓ POR SUS MANOS
Al ser cuestionado sobre cuántos victorenses trajo al mundo, solamente se rió mientras su esposa exclama: “Uuhhhh”…
“Sinceramente, no recuerdo, pero estuve ocho años solo y el Hospital Civil era el único de Victoria y llegaba no nada más gente de la Ciudad, también la gente que vivía por la sierra, fueron miles en esos ocho años”, aunque también atendía los nacimientos durante la carrera en México.
Platica que hace nueve años se retiró de ginecólogo y mucho tiempo trabajó en ginecología obstetricia, pero continúa estando laborando en el Hospital Civil desde que llegó a Victoria a la fecha.
En 1997, que se descentralizó el Sector Salud en el país, todos los médicos entraron a lo que era Upysset (ahora Ipsset); a él le tocó ser el líder sindical del hospital durante tres años, después lo invitaron a organizar el área médica del Sutspet y hasta la fecha sigue en este sindicato, en área médica, pero como comisionado del Hospital Civil, en el cual lleva 49 años.
Platica que en los últimos tiempos entró a una iglesia presbiteriana, fundada en 1981, donde su abuelo había sido pastor.
“Al tiempo de estar ahí trabajando recibí el llamado de Dios para ser pastor de una iglesia y estudié para eso, cuando me metí de lleno fui dejando la profesión”.
Actualmente solamente atiende dos tipos de pacientes; unas que atendió de parto hace muchos años o de sus hijas, y otras es familia, sin embargo ya no opera, nada más consulta.
EL NACIMIENTO DE SUS SERES QUERIDOS
Si trajo al mundo a desconocidos, desde luego que iba a estar presente en el proceso de gestación y parto de sus seres amados.
“Estuve en el parto de mis hijos, el mayor nació un día antes que se abriera el Centro Médico de La Raza, y atendió a mi esposa un especialista de México conocido; dos hijos más nacieron en ese hospital y solamente mi hija más chica nació en el Hospital Civil”.
Recuerda que en aquel entonces no había ultrasonido y uno se guiaba por la experiencia y enseñanza de maestros.
“El latido más fuerte y de menos frecuencia, era de varones y latido más débil y más alta frecuencia, era de mujeres, mis primeros tres hijos efectivamente el latido era muy fuerte y nacieron varones, el último de la mujer, el latido era exactamente igual que de sus hermanos, de modo que yo pensaba que mi esposa iba a tener el cuarto hombre”.
Platica que en el parto de su hija estuvo presente el pediatra Hernández Ayala, ya que él atendía sus nacimientos de parto.
“Todos esperando el nacimiento de un varón… y me decía Hernández Ayala ‘de repente al ver que sale una mujer, te vi la cara de tanta alegría que dije, va aventarla para arriba y decir es mujer, dónde voy a cacharla yo’”, recuerda sonriendo.
De sus siete nietos le tocó atender cinco, aunque vivían fuera, uno estaba en Chihuahua y no le dio tiempo de llegar atenderla y otro más nació en el Hospital Militar.
OTROS TIEMPOS, SIN TECNOLOGÍA
Óscar dice que los médicos de aquellos tiempos eran buenos clínicos, pues podían diagnosticar muchas cosas sin necesidad de aparatos.
Solamente por la enseñanza que sus maestros les compartían, aprendían a diagnosticar con interrogatorios y exploración del paciente; “podíamos diagnosticar mucho, algo que ahora no se hace porque hay ultrasonido y más auxilio”.
Cuenta que en una ocasión examinó a la comadre del director del hospital, la paciente venía de Tampico con molestia pélvica.
“La examiné y le digo, para mí tiene un embarazo ectópico (es fuera de la matriz, en la trompa de la matriz) de tres centímetros que está a punto de romperse, me dice ‘¿cómo puedes diagnosticar eso?’, le digo; porque lo estoy tocando; ‘pero está gordita, ¿cómo puedes tocar eso?’; le digo, no me queda más remedio, o diagnostico bien clínicamente o se me va la paciente sin diagnóstico y se rompe el embarazo”.
“Le digo, vamos a quirófano, la vamos a operar y tú vas a estar conmigo para que veas y cuando operamos, ahí estaba el embarazo ectópico de tres centímetros que pude tocar”, pues antes la necesidad los forzaba a hacer las cosas bien.
Muchos años después, llegó la tecnología…
EXPERIENCIAS LABORALES
Una de las tantas experiencias que vivió en tantos años ejerciendo es la de una paciente que venía del ejido de Caballeros.
“En ese tiempo había una doctora que atendía partos en el hospital y llegó la paciente de noche y estaba ella de guardia, pero a la paciente la estaba manejando una comadrona en Caballeros y para que el niño saliera le había puesto un litro de aceite de cártamo capullo en su vagina, pero el niño no salió y la trajeron al hospital hasta que por fin salió”.
“La paciente estaba muy lesionada de la vagina, hubo muchas heridas, y al mes y medio no pudo tener relación porque estaba cerrada su vagina, llegó nuevamente al hospital, la reviso y efectivamente, estaba cerrada y con dilatadores dilatamos y se fue”.
“Al mes regresó y lo mismo, se volvió a cerrar y llegó una vez más igual, una siguiente vez que llegó al hospital, estuve pensando cómo le hago para que no se cierre, yo iba llegando de la sala de ginecología con los internos a quirófano y enfrente de la cocina del comedor del hospital, estaba un árbol de durazno y lo estaban regando y le digo a uno; mira, dile al de mantenimiento que me corte un pedazo de manguera de diez centímetros, que me la mande y la esterilizamos”…
“La operamos y le pusimos ese pedazo de manguera y pusimos para que no se infectara, le dejamos la manguera 40 días curándola… y al año ella regresó con un embarazo nuevo, con su vagina como si no hubiera pasado nada, totalmente restaurada y todos los que conocimos el caso, pues no podían creer”.
“Luego pensamos yo nunca vi en un libro que eso se pudiera hacer, pero en aquel tiempo que faltaba técnicamente apoyo, uno se las ideaba para poder resolver problemas de pacientes, como no había mucha tecnología nos enseñaban clínicamente bien, uno tiene que adaptarse a lo que hay en su tiempo”.
Comparte que la primera cesárea en ginecología no la hizo un cirujano, no había ginecólogo, y la hizo un peluquero que sabía cortar y que su niño no salía, y abrió a su mujer para poder sacar a su hijo.
EN EL DESTINO DE LA GINECOLOGÍA, EL DESTINO DEL AMOR
Finalmente, el doctor compartió algo muy personal… cuando conoció al amor de su vida.
Platica que estudió primero y segundo año de medicina en Morelia, eran 107 alumnos y únicamente iban siete “limpios, que no debíamos materia”.
Una ocasión esos siete fueron al cine y Óscar les dijo a sus compañeros que se iba a ir a México a estudiar, los demás le decían que qué iba hacer allá…
Después los demás se convencieron en irse también…
“Batallamos para conseguir que nos dieran las boletas y para entrar a la carrera, llegamos en marzo y hasta julio fuimos admitidos”…
“Yo estuve internado en una iglesia evangélica, y en una ocasión que fui al comedor el primer día, en una mesa vi a dos señoritas, una de ellas yo la había visto en Morelia, una vez que fue un coro de México de la iglesia a cantar a Morelia”.
“Vi a esa muchacha alta, blanca, delgada, guapa y me gustó mucho y no la volví a ver, esa vez que llegué a México que entré al comedor la vi ahí y cuando la vi, el corazoncito empezó a latir muy fuerte y ella que siempre ha sido muy seria, cuando me vio le dijo a su compañera ‘este pollito no se me escapa’, y a mí me decían el pollo desde chiquillo en Victoria”.
“El irme de Morelia para México, para mí fue llevarme Dios a encontrarme con mi esposa con la que tengo 54 años de casado, cuatro hijos y siete nietos, a los cinco años de conocernos nos casamos, el mismo día que me gradué como médico”.