TIJUANA, México, junio 11 (AP)
Ropa de colores brillantes cuelga de cables colocados entre rudimentarias viviendas de madera contrachapada. Bloques de hormigón apilados forman los esqueletos de casas sin terminar, y un montón de varilla yace sobre el patio de tierra.
Un letrero le pone nombre a lo que se ha convertido en una especie de vecindario a medio hacer: “Little Haiti. Ciudad de Dios”.
El árido barrio en la falda de una colina, en terrenos propiedad de la iglesia evangélica Embajadores de Jesús, estuvo en las noticias el año pasado cuando casi 3.000 haitianos terminaron en esta ciudad fronteriza con San Diego tras un intento fallido por ingresar a Estados Unidos. Unos 200 se integraron a la Iglesia.
Pero los planes de esta agrupación religiosa de construir una comunidad para los haitianos enfrentaron un obstáculo cuando funcionarios de defensa civil dijeron que había riesgo de inundaciones y prohibieron realizar nuevas construcciones en el lugar. Un año después, sólo ocho de las 100 viviendas que se tenían planeadas han sido erigidas, mientras que aproximadamente 50 personas más viven en condiciones similares en el cercano Cañón del Alacrán.
“La villa no se construyó y los haitianos que estaban ahí se fueron a rentar a otra parte y se integraron a la vida laboral”, dijo Juan Manuel Gastélum Buenrrostro, alcalde de Tijuana.
De hecho, los moradores de Little Haiti representan una pequeña porción de los migrantes locales provenientes de la empobrecida nación caribeña, muchos de los cuales están echando raíces frente a la frontera de Estados Unidos, donde aspiraban llegar en un principio.
La mayor parte de los haitianos se fueron a Brasil después de que un terremoto devastó su país en 2010 y hallaron empleos durante los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol. Cuando la economía brasileña cayó en un bache y el trabajo se acabó, se encaminaron hacia el norte. Algunos decidieron quedarse en Tijuana porque hallaron un trabajo decente y estaban ansiosos por establecerse. Otros dijeron que temían no ser bienvenidos en Estados Unidos.
En toda la ciudad, los haitianos han encontrado empleos como soldadores y obreros fabriles, y se han convertido en parte del paisaje urbano. Se les ve subir a autobuses, cargar gasolina o abrirse paso entre el tráfico mientras venden agua de sabores a los automovilistas.
«Con este trabajo más lo que gana mi esposa vendiendo tamales en la colonia Cacho nos da lo suficiente para pagar la renta y gastos del mes», dijo Thony Mersion, de 34 años, quien labora como guardia de seguridad en el aeropuerto de Tijuana.
Muchos asisten los domingos a una ceremonia especial en el templo de los Embajadores de Jesús. Recientemente el embajador haitiano voló a Tijuana desde la Ciudad de México para oficiar en una boda masiva de sus compatriotas. Algunos ya tienen hijos nacidos en México, lo que les facilita reunir los requisitos para obtener el permiso de residencia.