Ereván, Armenia, 13 Jun (Notimex).- Agotados, traumatizados, hambrientos, heridos y muchas veces sin dinero: así llegan diariamente más de un centenar de migrantes al refugio La 72, en Tenosique, Tabasco.
El abrigo fue fundado hace ocho años por el fray franciscano Tomás González Castillo, uno de los tres finalistas al Premio Aurora por trabajo humanitario, que se entregará el 10 de junio en Ereván (Armenia).
También optan al galardón Sunitha Krishnan, psiquiatra que se dedica a la rehabilitación de víctimas de tráfico sexual y prostitución forzada en India, U Kyaw Hla Aung, abogado y líder rohingya que lucha por los derechos de esa minoría discriminada en Myanmar.
González compara el viaje de los migrantes que acoge, la mayoría centroamericanos, pero también brasileños y cada vez más venezolanos y africanos, a la vía crúcis de Jesús.
“Llegan luego de días sin comer, con los pies deshechos y la cabeza doliendo de caminar bajo un sol de 40 grados. Hemos visto casos de mutilaciones, secuestros, extorsiones, todo tipo de humillación”, describió en entrevista con Notimex.
“Creo que esa gente sufre un vía crucis como sufrió Jesús. Cada golpe de parte de las autoridades migratorias, cada humillación que la sociedad mexicana xenofobica es inocua es un clavo, es un golpe que dan a esa gente. No es un imagen. Están malditos”, afirma.
Principal punto de entrada en México por la frontera con Guatemala, Tenosique es también pasaje del tren conocido como “la bestia”, un convoy de mercancía al que se suben ilegalmente los migrantes, poniendo en riesgo sus vidas.
Fue para proporcionar algo de alivio a parte de los casi 450 mil migrantes que ingresan cada año por la frontera sur de México que la parroquia de Yucatán le envió a la ciudad tabasqueña, en 2010.
Una decisión motivada por el hallazgo, en aquel año, de los cadáveres de 72 migrantes secuestrados y torturados por traficantes.
El episodio, que inspiró el nombre del refugio La 72, “sacó a la luz la tragedia que estaba ocurriendo con los migrantes en México”, recuerda González.
“La situación estaba muy complicada. Teníamos que hacer algo. Uno no puede ver a una persona desangrando en los pies, perseguida por los agentes de migración en México, mujeres con hijos violadas delante de sus parejas, mujeres transexuales que lo único que buscan es una vida digna”, señala.
En la 72, los migrantes tienen un local donde descansar, pero también reciben comida, asistencia médica y legal.
Desde su creación, más de 50 mil personas pasaron por allí, en un promedio de 150 por día.
González dedica especial atención a proteger el colectivo homo y transexual que, además de la violencia habitual contra los migrantes, son también vulnerables a la violencia de sus compañeros de ruta.
El fraile destaca la extrema violencia de la que huyen quienes han cruzado su camino, muchos de ellos por segunda o tercera vez al repetir la operación luego de ser deportados de Estados Unidos.
“La situación en América Central está muy complicada. Hay gente que huye de persecución política, del tráfico, de discriminación sexual”, explicó a Notimex.
“Hay también muchos niños que abandonan sus países sin cualquier compañía, algunos forzados por sus propias familias para buscar una vida mejor y para evitar que sean captados por las maras”, añadió.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha aumentado la angustia entre los perseguidores del “sueño americano” y duplicado los precios cobrados por los intermediarios en la travesía.
Antes, cruzar los mil 200 kilómetros que separan la frontera sur y norte de México costaba entre 5 mil y 6 mil dólares. Ahora puede llegar a 12 mil dólares, afirma el misionario, con base en los relatos que le hacen los migrantes.
“Hay cerca de once puestos de control de un lado al otro. El dinero se va en los retenes migratorios al largo de México, a los traficantes y, la mayor parte, a quienes controlan la frontera norte, con Estados Unidos”, cuenta.
Lo que quiere decir que “las autoridades de control de fronteras estadunidenses también son muy corruptas”, acusa sin rodeos.
Con esos precios, el tránsito de migrantes se ha convertido en una actividad más lucrativa que el tráfico de drogas para el crimen organizado mexicano.
“Quienes no tienen dinero, les cargan con drogas para que hagan de mula hasta el otro lado de la frontera. También secuestran y piden rescate a las familias. Si no pueden pagar, los matan, así sin más”, afirma el religioso.
González es consciente de que, con la ayuda que proporciona, quita ganancias a los traficantes, quienes lo hacen saber con insistentes amenazas por email, celular y directamente.
“Tengo miedo por mi familia. Mis padres y cinco hermanos. Pero uno piensa: a mi me amenazan, pero afuera les están matando a los inmigrantes”, pondera.
“Quienes recuren a armas, quienes diseñan estrategias y políticas migratorias que condenan a la muerte a gente inocente que todo lo que quiere es cruzar un país para encontrar un mejor trabajo y vivir con dignidad, eso es una maldición”, completa.