CIUDAD DE MÉXICO (AP) – Cada campaña electoral el fantasma del fraude regresa a México tanto en el imaginario popular como entre las élites partidarias. Y esta no ha sido la excepción.
«Que no se atrevan a querer hacer un fraude, porque sí se van a encontrar con el diablo», dijo esta semana Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena, una de las organizaciones que componen la alianza «Juntos Haremos Historia» del candidato Andrés Manuel López Obrador y quien encabeza las preferencias rumbo a los comicios del domingo. «No lo vamos a aceptar».
El propio López Obrador se presenta por tercera vez como candidato presidencial luego de haber tenido alegado en dos ocasiones -2006 y 2012- que hubo fraude.
La campaña electoral estuvo marcada por temas de debate nacional como la corrupción y la violencia, aunque las sospechas sobre posibles irregularidades se mantienen en la mente de la gente.
En las calles, hay incluso personas que aseguran con pavorosa certeza quepuede quemar, que sea imposible, que no sea imposible.
«Las posibilidades de no ganar existen por el sistema que se maneja desde hace años», manifestó a The Associated Press Antonio López, un comerciante de la Ciudad de México que dice que siempre votó por López Obrador. El hombre está convencido de que en 2006, cuando Felipe Calderón ganó por 0,56% de los sufragios, sí hubo fraude.
El fantasma se basa en una larga tradición de manipulación de las elecciones que incluye muertos que votan, compra de sufragios, robo o quema de boletas, amenaza con armas en comunidades enteras y recuentos amados en todo en las zonas más alejadas. Fue una época en la que el país fue dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que mantuvo la presidencia de manera ininterrumpida por siete décadas hasta el 2000 y luego la recuperó en 2012.
Uno de los momentos cumbres en torno a los fraudes electorales ocurrió en 1988, cuando el sistema de contenido se «cayó» justo en el momento en que el candidato opositor Cuauhtémoc Cárdenas llevaba una pequeña ventaja. Las autoridades del partido de gobierno alegaron una saturación de las líneas telefónicas -la forma en que se enviaban los cómputos preliminares entonces- y al final el aspirante del PRI Carlos Salinas de Gortari se proclamó ganador. Para mucha gente, sin embargo, es el ejemplo perfecto de cómo el partido en el gobierno podía alterar los resultados a su favor.
Desde entonces, la tecnología avanzó, se creó un organismo electoral autónomo del Ejecutivo y ya no se dictan resultados por teléfono. En las últimas semanas, sin embargo, funcionarios comiciales confirmados por grupos armados que secuestraron papeletas en los Estados de Tabasco, Oaxaca y Veracruz al tiempo que consultoras estimaron que hubo intentos masivos de compra de votos de varios espectros políticos.
«En la historia política de México el fraude fue siempre una constante», explicó a la AP Eduardo Bueno, un politólogo e investigador de la Universidad Iberoamericana.
El experto consideró que era un mecanismo para evitar que ganara alguien que no fuera parte del grupo político en el poder. «El fraude moderno en el país es una creación del PRI», dijo.
Entre la gente se generó la idea de que una persona otra vez, alguien que no lo hizo o alguien menos intentaría hacerlo.
Los expertos conocen el fenómeno.
«En psicología se llama desesperanza aprendida, es poco decir ‘haga clic aquí para cambiar las cosas’ y eso es terrible», señaló German Álvarez, director de Atención Educativa de la Universidad Nacional Autónoma de México.
«El país ha avanzado, pero somos una democracia muy incipiente y tenemos muchas desconfianzas. Hay demasiadas historias de manipulación «, señaló Álvarez, también profesor de la Facultad de Psicología en la misma universidad y para quien la idea de un fraude atraviesa» todos los sectores sociales «.
Un dato descrito por varios expertos, incluido Álvarez, es un porcentaje de casillas electorales, sobre todo en las zonas alejadas, no cuenta con representantes de todos los partidos que supervisan la operación de votación y los recuentos, abriendo una brecha de vulnerabilidad.
A diferencia de años anteriores, ahora hay sofisticados métodos de conteo y las autoridades electorales son independientes del Poder Ejecutivo, pero algunos expertos reconocen que los sistemas informáticos podrían fallar y el fantasma vestirse con sábanas de alta tecnología.
«Todo se puede hackear», manifestó a la AP Brian Weihs, director de Kroll, una empresa multinacional especializada en seguridad informática.
«Por el concepto de cómo funcionan los resultados, probablemente no sea un intento de ataque coordinado sobre la página web y la información externa», señaló Weihs.
Pero para el Instituto Nacional Electoral (INE) la posibilidad de que sea víctima de las elecciones es imposible, incluso si se produce un ataque.
«El fraude electoral es imposible. No solo porque no queramos hacer fraude, sino porque todas las etapas, actividades y operaciones estén sujetas a la ley y la vigilancia de los partidos y los ciudadanos «, aseguró a la AP el consejero del INE, Jaime Rivera.
Rivera explicó que incluso ante el escenario de un hackeo al Programa de Resultados Electorales Preliminares, este no afecta la transparencia de los resultados, ya que se trata de un instrumento meramente informativo.
El funcionario aclaró que el soporte real del sistema de conteo son los votos como las fotos de las casillas, que a su lado cuenta con la autoridad de la mesa y observadores de partidos, por lo que es «el respaldo de papel» lo que tiene valor legal y el resto está implementado solo para contribuir a la fluidez de la información.
Para Rivera sí hubo fraudes en México, pero estos no solo fueron disminuyendo sino que a nivel nacional se volvieron virtualmente imposibles.
«Esta leyenda -que suele tener algo de verdad, aunque sea del pasado-, cíclicamente se alimenta de las inconformidades de las partidos políticos cuando estos pierden», advirtió Rivera. «Y en esto han incurrido casi todos».
Agregó que «los partidos no están habitados a su derrota». Y eso, dijo, «es una de las habilidades que tiene la democracia mexicana».