diciembre 14, 2024
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julio 4, 2018 | 329 vistas

MIAMI (AP) — El fotoperiodista de Associated Press retirado, Alan Diaz, cuya fotografía del atemorizado niño cubano Elián González lo hizo merecedor del premio Pulitzer, ha muerto. Tenía 71 años.

La hija de Diaz, Aillette Rodriguez-Diaz, confirmó que falleció el martes. Se desconoce por el momento la causa del deceso.

“Era el rey de la familia”, dijo Rodriguez-Diaz. “Se preocupaba por sus amigos y colegas. Su vida era la fotografía y mi madre”.

La emblemática fotografía de Diaz muestra a un agente de inmigración de Estados Unidos frente a un niño en la casa de la Pequeña Habana de Miami en donde vivía con sus parientes después de que lo encontraron flotando en la costa de Florida.

“Alan Diaz capturó en sus icónicas fotografías algunos de los momentos más importantes de nuestra generación: la amarga y violenta lucha por el destino del pequeño niño cubano llamado Elián González”, dijo la directora ejecutiva de AP, Sally Buzbee.

“Tenía una voz grave y un corazón de oro, y era muy generoso con su experiencia. Y como todos los grandes fotógrafos, tenía paciencia. Podía esperar el momento preciso”.

Díaz habló de la foto de Elián González cuando se retiró en diciembre. Cuando tomó la fotografía ganadora, era trabajador independiente de AP. Un navegante encontró al niño cubano de 5 años flotando en una cámara de neumático en la costa de Fort Lauderdale el Día de Acción de Gracias de 1999.

Fue el único fotoperiodista en capturar el momento en el cual, cinco meses después, agentes de inmigración estadounidenses pusieron fin a una enconada batalla internacional por su custodia con un operativo efectuado antes de amanecer del día de Pascua, en el cual arrancaron al atemorizado Elián de los brazos de su tío para que pudiera regresar con su padre a Cuba.

Diaz dice que sólo estuvo en el lugar adecuado, en el momento preciso.

Había pasado meses conversando con familiares de Elián y vecinos, mientras fumaban y tomaban café, ganándose su confianza y respetando una orden del tío del niño de que no le hablara al menor.

Cuando escuchó por radio que el asalto a la casa había comenzado, Díaz saltó una cerca y un amigo de los González lo dejó entrar. Acurrucado con varios familiares en una habitación, el niño le preguntó a Díaz qué estaba sucediendo. Apuntando con su cámara hacia la puerta de la habitación, Díaz trató de calmar los temores del niño. “No pasa nada, todo va a estar bien”.

Momentos más tarde, agentes federales armados entraron a la fuerza a la habitación y encontraron al niño llorando en los brazos del cubano que lo rescató en el mar. Díaz entregó entonces la tarjeta de memoria de su cámara sin siquiera ver las imágenes: se limitó a llamar al editor de fotografía de la AP en Miami y le dijo: “Tengo la foto”.

Cuando la imagen llegó a la prensa, Diaz vio cómo tanto el líder cubano, Fidel Castro, como los líderes de la comunidad cubana-estadounidense, la utilizaron para argumentar que el otro bando era brutal y desalmado.

“No tengo opinión de eso. Capturé el momento. Es todo”, dijo Diaz el año pasado. “Bueno o malo, eso es lo que sucedió esa mañana”.

La AP contrató a Díaz como fotógrafo fijo dos meses más tarde, y lo envió a cubrir cosas como el Super Bowl, huracanes, lo sucedido tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 y noticias de última hora. Cuando ganó el Premio Pulitzer en el 2001, quedó asombrado por la celebración de sus héroes en el fotoperiodismo.

“¿Joe Rosenthal quiere conocerme? Eso es grande”, dijo Díaz, quien todavía no se creía el honor de ser honrado por el fotoperiodista de la AP que tomó la imagen de varios efectivos estadounidenses levantando un asta con la bandera de Estados Unidos sobre Iwo Jima.

Diaz nació en Nueva York de padres cubanos. Pasó su adolescencia en Cuba, en donde estudió fotografía con Alberto Korda, cuyo retrato del revolucionario marxista, el Che Guevara, de 1960, se convirtió en una de las imágenes más reproducidas en la historia.

En 1978 se mudó a Miami y comenzó a tomar fotos en la Pequeña Habana para organizaciones y publicaciones cubanoamericanas. Una asignación memorable fue una reunión de dos líderes anticastristas y Frank Sturgis, uno de los ladrones de Watergate, quien había combatido junto con Castro en Cuba antes de cambiar de bando.

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