BUENOS AIRES, Argentina. Noviembre 1 (AP)
Será un superclásico argentino excepcional.
Boca Juniors y River Plate jugarán por el título de la Copa Libertadores en una final inédita cuyo desenlace se convertirá en la primera página en la historia del vencedor y que será una cruz para el derrotado.
Pero el clásico del siglo también plantea un desafío para el comportamiento de los hinchas, la seguridad y para la Conmebol, que a lo largo de esta edición del certamen quedó marcada por varias desprolijidades.
La final estaba fijada originalmente para el siete y 28 de noviembre. Pero el segundo duelo coincidía con la antesala de la cumbre de líderes del G20, lo cual mantendrá a las fuerzas de seguridad ocupadas en la protección de los mandatarios más poderosos del mundo.
Fue así que la entidad rectora del futbol sudamericana modificó las fechas. Ahora, el primer duelo será el sábado diez en el estadio La Bombonera de Boca y el segundo el sábado 24 en el Monumental de River. Ambos partidos se jugarán desde las cuatro de la tarde.
Además, la Conmebol advirtió el jueves que la disputa de la final está sujeta a un fallo de su unidad disciplinaria ante un reclamo de Gremio contra el técnico de River Marcelo Gallardo por violar una suspensión que le prohibía ingresar al vestuario y dar indicaciones a su cuerpo técnico desde la tribuna. Según el club brasileño y actual monarca continental, la presencia del estratega en el vestuario durante el entretiempo fue determinante para que sus dirigidos revirtieran el marcador y vencieran 2-1, por lo cual exigen jugar ellos la final.
Es poco probable que el resultado se modifique, pero el “Muñeco” Gallardo se expone a una dura sanción y podría directamente tener prohibido el ingreso a los dos estadios.
El presidente Mauricio Macri, hincha de Boca, club al que presidió con éxito durante más de una década, pidió el jueves que los encuentros entre los dos grandes equipos transcurran “en paz”.
“No deja de ser un deporte, por más pasión que despierte, y es una gran oportunidad que podamos transcurrirlo con toda las cargadas (bromas) del mundo…que tenemos entre Boca y River pero dejándolo en ese plano, en lo deportivo, en absoluta armonía y paz”.
Para ello, según Macri, es muy importante la actitud de los dirigentes deportivos, los técnicos, jugadores e hinchas “sintiendo que esto que vamos a vivir es una fiesta del deporte única”.
Antes de consumarse el cruce entre los gigantes del futbol argentino, Macri había reconocido que estaba nervioso. “La verdad es que prefiero que gane un brasileño para no tener esa final. Serían tres semanas de no dormir”, dijo el mandatario.
La final no solo le representa un desafío como hincha, sino sobre todo como presidente en un país apasionado por el futbol, hasta los límites de la violencia.
En la antesala de la cumbre de líderes del G20, que reúne a las economías más poderosas del mundo, el 30 de noviembre y el uno de diciembre, el gobierno argentino buscará evitar por todos los medios que un acontecimiento futbolístico ponga en duda su capacidad de garantizar la seguridad.
Por ello, el duelo Boca-River se jugará sin público visitante, como viene sucediendo en los últimos tiempos. Pero no por ello las fuerzas de seguridad pueden relajarse, ya que los festejos posteriores del ganador también pueden detonar incidentes.
La final soñada corona una edición de la Libertadores plagada de controversias. Resultados que se definieron en las oficinas de la Conmebol por la mala inclusión de jugadores suspendidos, polémicas arbitrales y sospechas con el uso del VAR se combinaron para poner otra vez en entredicho a la entidad sudamericana, que desde hace tiempo libra una cruzada para limpiar su imagen por los escándalos de corrupción que la salpicaron años atrás.
Cada clásico es único, pero dos antecedentes recientes pueden servir de referencia.
En marzo River se impuso 2-0 en la final de la Supercopa Argentina y en septiembre ganó por el mismo resultado el clásico de liga. En estos duelos prevaleció la solvencia táctica de Gallardo para maniatar al equipo dirigido por Guillermo Barros Schelotto.
A su favor, Boca tiene más experiencia en finales continentales. Esta será la undécima, estableciendo una nueva marca continental. Ganó seis, la última en 2007, y de conquistar la séptima igualará al también argentino Independiente. River ha ganado tres, la más reciente en 2015 con Gallardo como técnico.
En la final no vale el gol de visitante en caso de igualdad. Si al finalizar los 180 minutos reglamentarios el marcador está igualado, entonces jugarán 30 minutos suplementarios y de persistir la igualdad definirán por penales.
Esta será la última final bajo el tradicional formato de la Conmebol. A partir de 2019 se jugará un solo partido en estadio neutral.