diciembre 12, 2024
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diciembre 14, 2018 | 429 vistas

Susan Christina Witschel nació el 25 de diciembre de 1927 en Alemania, fue abandonada poco después por sus padres —a los que nunca perdonó—, viajó a Estados Unidos al terminar la Segunda Guerra Mundial, se casó con un hombre llamado Harry Potter y en el 2000, cuando parecía que su vida iba a terminar, decidió donar sus restos a la ciencia y convertirse en un cadáver digital.

Esta mujer vivió 15 años más consciente de cuál sería su destino tras fallecer: su cuerpo terminaría en un congelador bañado en alcohol polivinílico y rebanado en 27.000 láminas, que serían digitalizadas para su estudio. Además, quiso que su oso de peluche sufriera el mismo destino.

Para someterse a este tratamiento después de morir, esa anciana puso condiciones: conocer las instalaciones donde tendría lugar el experimento —incluso ver la sierra que utilizarían—, y que hicieran su disección con rosas a su alrededor mientras sonaba música clásica, informa National Geographic.

Nada más comenzar el siglo XXI, esta mujer leyó un artículo sobre el proyecto ‘Humano visible’ de la Universidad de Colorado (EE.UU.) y contactó con sus responsables. En principio, el responsable de la iniciativa, Vic Spitzer, la rechazó porque buscaban «un cuerpo normal» sin grandes problemas médicos previos.

Ese no era el caso: la protagonista de la historia sufría diabetes, había tenido cáncer de mama y un melanoma y se había sometido a varias cirugías. Además, un accidente de tránsito le provocó dificultades para caminar y se desplazaba en una silla de ruedas con motor.

Pese a estas restricciones, la fémina convenció al doctor, quien le puso como condición que grabara el resto de su vida. Hasta que murió de neumonía en 2015, dejó un registro de sus sentimientos, su salud y su estilo de vida para que los estudiantes de Medicina pudieran conocer a la persona con la que tratarían posteriormente y «aprender sobre su humanidad», afirmó Spitzer.

Proceso controlado

Además, la anciana siempre llevaba encima una tarjeta para que, en el caso de que falleciera, quien gestionara el cadáver supiera qué hacer durante las cuatro horas siguientes al deceso.

De esta manera, se convirtió en la primera voluntaria en convertirse en cadáver digital, luego de que sus restos fueran conservados durante tres años.

Antecedentes y próximos pasos

Ya se había realizado una práctica similar con Joseph Paul Jernigan, condenado a muerte en 1993 cuando tenía 39 años, y con una mujer de 59 que sufrió una enfermedad terminal. Ambos fueron embalsamados, congelados, cortados y digitalizados con fines educativos.

Vic Spitzer asegura que esta experiencia con Susan Christina Potter es solo el comienzo y que su objetivo es «tener suficientes cuerpos en la ‘estantería'» para poder tomar el que tenga más sentido a la hora de «simular una patología o procedimiento».

Con Información de: RT Sepa Más

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