Edgar Ramírez.-
Todo comenzó un día cuando al ir caminando se encontró dos pinturitas. Entonces a unos metros de un semáforo miró a un payaso y le preguntó que si le estaba yendo bien y le dijo que sí. “Y me gustó”, dice Víctor Isaí Espinoza Ramos, quien desde hace un poco más de nueve meses, no solamente decidió desprenderse de todo aquello que le impedía que la misma vida le sonriera.
Sino que el Víctor que un día llegó a Victoria desde Monterrey para ser internado a un centro de rehabilitación, ahora con su nueva identidad, lo que consideró como una nueva oportunidad que Dios le ha dado para ver la luz nuevamente, se pintó el rostro para convertirse, como su misma esposa le ha bautizado: el payaso Lluvias.
El Diario de Victoria, acudió hasta un semáforo de la zona centro de la Capital para parlar con él. Y aún cuando se encontraba en plena acción de malabares, se tomó unos minutos para compartir su historia sobre el cómo y el por qué decide ser lo que ahora es.
¿Cómo empieza tu día?
Mi día empieza despertando y abrir los ojos, darle gracias a Dios el estar aquí, pues él es el primero. Entonces vengo y busco un semáforo, ya sea el 17 Juárez, el 21 Juárez, aquí en el 19 Carrera, Ocho Bulevar. Me pinto, me tardo como 40 minutos para pintarme, me encomiendo a Dios y me paro en un semáforo a decirles y hacer unos malabares con estas pelotitas, que aunque no soy un gran malabarista pero lo hago por necesidad.
Y me paro y pues hasta el día de hoy me han apoyado mucho aquí payaseando, no tengo mucho aun, tengo como ocho o nueve meses, por la necesidad y por mi familia, tengo que pararme en un semáforo para ganarme la vida honradamente.
¿Hay días que un payaso no pueda sonreír?
Pues sí, hay veces que no hay y a veces sí, pero es como todo, regularmente cada uno de nosotros esta por el día, lo que la gente nos dé, a veces pues no nos quieren dar pero pues uno también se da cuenta que no es la responsabilidad que la gente nos dé a los payasos o le dé al limpiador. Uno tiene que comprender, incluso en el día con día, aunque nos digan, aunque nos hagan uno tiene que dar la mejor sonrisa.
¿Y cómo te nace o nace la iniciativa de convertirte en lo que eres ahora?
Me gustó, porque un día yo me encontré dos pinturitas tiradas, yo en realidad, nunca había hecho esto, pero como le digo, la necesidad, yo iba caminando, me las encontré, y mire a un payaso, y le pregunte, si le va bien ahí y me dijo que sí. Pero no es por el dinero, sino simplemente también es un oficio que uno tiene que hacer y agradar a la gente, a los niños.
¿Y cómo te haces llamar en este oficio?
El payaso Lluvias. Me puso así mi esposa, que siempre me acompaña donde quiera que yo ando, ahí está al pendiente como que le gusta estar al lado de mí. Me puso Lluvias, porque cuando yo me paré en un semáforo cuando recién comencé en esto, estaba lloviendo y se me corría el maquillaje, se me caían las naranjas, pero como quiera la gente que pasaba veían el esfuerzo y la intención y me apoyaban y me ha seguido apoyando. Desde entonces soy el payaso Lluvias.
¿Qué tan duro es trabajar en la calle?
La verdad es que no es tan duro, a mí me agrada, incluso a veces, pues no me crea, pero a veces vienen ofensas de la gente y gritan: haz otra cosa. Pero uno tiene que aguantar, yo digo que quizá tengan razón pero todo va a ser en su momento, ahorita tengo que explotar lo que mejor me salga y quizá esto sea un don de Dios. También practico otras cosas, veo a comediantes de la televisión para aprender de ellos, pues como no para sacar alguna hora de chistes.
¿Antes de ser Lluvias que había detrás de ti?
Era un hombre que en realidad buscaba la vida honradamente, porque lamentablemente no estudié, pero como tengo dos hijos y mi esposa está embarazada eso fue lo que me hizo buscar. Yo era simplemente un limpiador de vidrios en los semáforos, y luego de ahí, fue como tome la decisión de ser payaso.
¿Qué te trajo de Monterrey a Victoria?
Yo llegue hace cinco años a Victoria, a un centro de integración para alcohólicos y drogadictos y esa es mi verdadera realidad. Mi esposa pues claro, destruida, destrozada por la situación que yo le estaba dando. Aquí tengo mis padrinos y mis padres me trajeron para internarme. Estuve por un lapso de un año, ahí me rehabilite y los seguía apoyando como agradecimiento.
Me quedé aquí en Victoria pero tuve que buscar vida, pues no iba a quedarme ahí siempre y tenía que estar con mi familia e hijos, porque son los primeros. Ya llevo como cinco o seis años que gracias a Dios y ayuda de ellos que ya no consumo ninguna sustancia; además ahora para siete de enero está previsto que llegue el nuevo bebé. “Y por eso ando, aquí, porque queremos comprarle una carriola nueva”, remató “El Lluvias”.