MALLORCA, España (AP) — Bajo el invernal cielo gris en la isla mediterránea de Mallorca, familias, amigos y vecinos se reúnen para una tradición centenaria que no es para los débiles: la matanza de cerdos al aire libre.
El inicio del frío en esta isla, mejor conocida por sus playas soleadas para veranear, marca el inicio de la costumbre que, debido a la industrialización, se está extinguiendo.
Durante mucho tiempo era una forma familiar para aprovisionarse de carne de cerdo para el resto del año, en una época en que pocos tenían medios para refrigerar.
Un carnicero profesional utiliza un cuchillo largo para matar al cerdo negro mallorquino temprano en la mañana.
Extendido en una mesa de madera en el redil, los locales queman el pelo del animal y rasuran su piel. Casi todo el cerdo será utilizado o comido, ya sea como carne o embutido.
Un equipo de hombres sacrifica al cerdo, sacando sus tripas y moliendo la carne para la sobrasada. Las mujeres limpian y hierven los intestinos, algunos de los cuales serán utilizados para la piel de los chorizos.
Las sobrasadas son colgadas de postes para ser curadas al interior de las granjas.
Al finalizar el día, llega la fiesta con el vino de la localidad.