“Suspiria” en el año de 1977 fue la película de terror donde el cineasta italiano de culto Darío Argento llevó hasta los terrenos de máximo delirio estético y sobrenatural los preceptos en el subgénero fílmico del giallo que él mismo había ayudado a instituir, todo esto lo ha tenido en cuenta el competente director Luca Guadagnino al hacer su propia versión de la cinta que le obsesionó durante la adolescencia.
Ante la tarea de rehacer uno de los filmes más inimitables que ha habido, siendo imposible copiar su derroche de color y las notas de sintetizador del grupo italiano de música rock Goblin que se clavaban como puntas de alambre, Guadagnino ha tomado la vía de la revisión personal en vez de la copia sin alma.
En la sinopsis oficial de la trama, Susie Bannion (Dakota Johnson) es una joven y bella estadounidense que viaja a la ciudad de Berlín para cursar sus estudios de danza en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, dirigida por Madame Blanc (Tilda Swinton). El mismo día en el que ingresa en la escuela, una de las alumnas recientemente expulsada es asesinada. No se trata de un hecho aislado, lo que hace sospechar a la brillante estudiante sobre la implicación de la escuela en los homicidios.
Su desconfianza aumenta cuando una compañera le cuenta que antes de que Pat muriera, ésta le confesó que conocía un terrorífico secreto. En mi percepción personal, este trabajo de Guadagnino al frente de “Suspiria: El Maligno” no debe verse solamente como un brillante remake, sino como un filme que busca sostenerse fuera de la sombra de la de Argento y realmente lo logra. Con lo mejor que fue ver las metáforas políticas que se articulen a través de la forma de esta cinta y con lo casi peor de ver el subrayado final de las tesis históricas del filme.
Sabiamente Guadagnino ni siquiera trata de imitar a Argento; su historia se desarrolla en el año en que se estrenó la cinta original, pero enfatiza la política de la época cambiando el escenario de una ciudad en el Bosque Negro atormentada por la alquimia medieval a una Berlín monótona, gris y muy dividida por la Guerra Fría. Guadagniono en su fondo le da a esta cinta la premisa de que sostiene que el mal tiene una genealogía y una filiación más allá de las banalidades, rastrea la adhesión al nazismo y los grupos terroristas.
Guadagnino no se sirve del terror para trazar un discurso artístico; como lo hicieron grandes realizadores cinematográficos como Carl Dreyer, Luis Buñuel, Igmar Bergman, Stanley Kubrick o el propio Dario Argento antes que él, ya que saca terror del arte. Mi nueve de calificación a esta formidable cinta, donde el discurso se toma mucho más tiempo para hablarnos de la liberación de su mujer central en el personaje de Susie, la aspirante a bailarina llegada desde el Estados Unidos más conservador, del entendimiento que logra de ella misma, pero eso hace de esta película dos cosas extra que hay que agradecer: un acercamiento a ese terror de atmósferas y un regodeo en formas y colores, en sonidos y en espacios.