Fue una verdadera lástima que en los pasados premios Oscar 2019 la estupenda cinta “El primer hombre en la Luna” solo ganara en la categoría de mejores efectos visuales. Esta cinta narra la travesía coordinada por la NASA en tiempos donde se peleaba con la Unión Soviética por dominar el espacio.
Sin embargo su director Damien Chazelle hace hincapié más en las historias familiares y en el sufrimiento de aquellos que rodeaban a los astronautas. Si bien se ha destacado el apartado técnico del filme producido por Steven Spielberg, algunos han considerado que la falta de emoción es su principal enemigo lo que se notó en la falta de nominaciones en los Oscar.
El joven cineasta que ganó hace dos años en el mismo festival el premio principal con “La La Land” (2016), usó imágenes de archivo para hacer que en el filme aparecieran como punto de referencia para reconstruir cómo podía ser realmente la escena y lo que se podía sentir en aquella época, de tal forma que el espectador puede llegar a sentirse en la misma Luna.
La primera secuencia de “El primer hombre en la Luna” es un plano y contraplano de Neil Armstrong durante una prueba que sale mal, lo que es un arranque de alto impacto, porque el montaje y el sonido contribuyen a generar esa tensión que el director busca poniendo al espectador en el lugar del personaje, incluso mucho antes de que sepamos qué es lo que estamos viendo.
Y este es un recurso que Damien Chazelle utilizará reiteradamente en la película, esquivando la grandilocuencia de este tipo de relatos y convirtiendo al filme en una experiencia puramente física a la vez que introspectiva y minimalista. Cada tuerca, cada tornillo, cada chapa de esos pequeños espacios que comparten los astronautas sonarán de manera imponente, mientras Chazelle sigue obsesivamente el rostro de sus personajes.
En sus mejores pasajes, todos los que tienen que ver con el entrenamiento de los astronautas y su viaje al espacio, el director demuestra una enorme sabiduría a la hora de poner la cámara donde importa y encontrar el componente humano aún en personajes obsesivos como el Armstrong que interpreta Ryan Gosling. Se puede decir que esta es una película puramente Chazelle a partir del personaje de Armstrong, primo hermano del Andrew de “Whiplash” (2014) o del Sebastian de “La La Land”.
Tipos que no saben de negociaciones, que siguen objetivos hasta las últimas consecuencias, y de todas formas el director logra darle un carácter personal a una película que no deja de ser un biopic mainstream casi por encargo: es la primera vez que el director trabaja un guión ajeno. De hecho, el tironeo entre el film personal y la película industrial se nota y es lo que hace que los resultados estén un poco lejos de lo deseado.
La cinta avanza por dos caminos: todo el proceso que le llevó casi una década a la NASA para poner al hombre en la luna y la vida personal y hogareña de Armstrong, complicada a partir de la muerte de su pequeña hija, hecho que para el film resulta fundamental. Mi nueve de calificación a “El primer hombre en la Luna” que es en lo básico un relato sobre la construcción del héroe americano, al que Chazelle reviste de elementos que permiten cierta distancia.
Sin embargo, no deja de notarse incómodo al tener que seguir una suerte de patrón prefijado por el cine clásico norteamericano. Durante ese viaje hacia la Luna, hay todo un clima generado desde el montaje y el sonido, creando imágenes poderosas y autosuficientes. Una vez que sucede lo obvio (todos sabemos ya que Armstrong sí llegó a la luna), la sola imagen del hombre parado hacia ese vacío tiene una potencia mayúscula.