Shalma Castillo.-
La especialidad de la casa son… las migadas.
La tradicional con manteca, sal y salsa, o hasta de huevo con chile, salsa verde y deshebrada son las preferidas de los victorenses.
Son casi 30 años de darle sabor y darle de almorzar a miles de victorenses con uno de los platillos más tradicionales de Ciudad Victoria, sobre todo para eso… para almorzar.
Desde el 19 de noviembre de 1990 Hilda Barrón Martínez ha llevado al paladar de la gente la sazón única y especial de sus guisos. La gente no se resiste a su sazón.
La llaman de muchas maneras, pero siempre es conocida como la de las migadas más sabrosas de la Capital de Tamaulipas, porque ella ha sido fundamental en que su cocina sea ya una verdadera tradición para los victorenses.
Conocida en las principales zonas comerciales de la Capital, sus migadas son inconfundibles, pues largas filas de personas esperan para poder degustar de ellas.
¿Ustedes las han probado?
Y es que cuando se habla de migadas, es imposible no mencionar las de Hilda Barrón. En las oficinas y comercios, cuando se hace la “cooperacha” siempre salen a relucir esas migadas.
UN TRABAJO NADA FÁCIL
Hilda comienza su día laboral desde las dos de la mañana, pues empieza a cocinar los guisos y a preparar todo para que esté listo al amanecer, y así poder atender a sus clientes.
Señala que es una labor titánica. Que es cansado, pero que al final vale la pena.
Son casi tres décadas de no faltar un solo día al puesto con sus guisos y la masa para este platillo, que después de las flautas de harina y las gorditas son símbolo culinario de Ciudad Victoria.
Los guisados de Hilda son hechos al día, nada de recalentado, ni guardado.
“Todos los días lo hacemos. Nada es recalentado. Todo lo servimos del día, porque para eso nos sobamos el lomo todas las madrugadas, para que la comida sea fresca… sea del día”, comenta la señora, mientras le mueve a una de las cacerolas donde calienta el huevo con chile, que es uno de los más solicitados por la clientela.
Las trabajadoras del negocio llegan a las siete de la mañana para comenzar a despachar a los primeros clientes.
En total, son siete ayudantes mujeres y un hombre que le ayuda a armar todo el changarro.
“Somos siete en total. Unos preparamos la comida, otros la migada, otros sirven y cobran. Pero todos siempre con el entusiasmo y las ganas de servir a la gente”.
“Nosotros vemos cuando se van satisfechos. Lo adivinamos en su cara”.
LA TRADICIÓN DE LA MIGADA
Sin duda, el don de Hilda es cocinar…
El ranking de las migadas comienza entre familia, cuando Hilda les prepara de comer unas deliciosas tortillas de masa gruesas, con un borde alrededor, un poco de manteca, sal y salsa, tanto es el éxito, que sus familiares le proponen que lo ofrezca en el menú del negocio.
“Las migadas primero las empiezo a hacer para la familia, después a las personas y así es como empiezan a pedirlas. De ahí nace la migada en el negocio”, subraya.
Y añade: “Quién iba a pensar que de la casa le servimos a todo Victoria. Y lo mejor, que les gustan y las comparten y no nos dejan de visitar”, señala Hilda con rostro de satisfacción.
La lista de platillos al principio únicamente incluye gorditas, tostadas y flautas, unos años después se agrega la migada.
Tiene su receta, que si bien no es secreta, es la que le da el sabor especial no solo a los guisos, sino a la masa para que se haga bien la migada.
Se trata de una receta –dice- que viene de una familia tradicionalmente experta en la cocina y que le ha dado sabor a muchas generaciones.
“Antes con pura mantequita, sal y salsa, y cuando la gente comienza a pedirla, le agregamos los guisos”.
Pero lo que los comensales encuentran en este puesto de comida victorense son tostadas, flautas, gorditas, la mini migada y la gran migada.
Y es que asegura que todo lo que hacen allí es especial. Que el guiso es el que mejor le sale, y que eso lo comparte con las familias victorenses, porque no solo son las migadas, sino que también les prepara lo que pidan o lo que el antojo les encarga.
“Todo es especial”: los guisos que deleitan en el negocio de Hilda, son el huevo con chile, salda verde, deshebrada, picadillo, revoltijo, champiñones, requesón, rajas con quedo, pollo con mole y asado.
PREFERENCIA VICTORENSE
En la entrevista deja en claro que hay muchos clientes frecuentes. Clientes que no le fallan y que siempre están ahí, pidiéndole, ya sea la migada o la flauta, la gordita o la tostada, pero siempre con los guisos y el toque que ella les da.
Hace una pausa en la entrevista y comienza a sacar la masa de un recipiente de la hielera.
La saca, le echa agua y la empieza a moldear con una facilidad que entretiene a cualquiera. Lo hace como si se tratara de algo fácil, pero para ello se necesita mucho estilo, sobre todo mucha experiencia.
“Mire, así hay que moverle, hay que moldearla, hay que darle su toque para que quede bien. Eso es lo que le gusta a la gente, por eso vienen aquí.
Luego comienza a preparar el huevo porque se les acabó.
En un plato hondo echa las yemas y las claras. Rompe los huevos de dos en dos con mucha facilidad. Parte los tomatillos, diez chiles verdes y tres serranos, un jitomate previamente hervido y los echa a la licuadora.
Una vez molidos los revuelve con los huevos y al fuego. En cinco minutos queda el guisado. Uno de los favoritos de los clientes de Hilda, sobre todo para las flautas y las gorditas.
PREFIEREN LAS MIGADAS
Hilda reitera que en su puesto le piden de todo, pero la especialidad son las migadas, sobre todo las de salsa verde y las de picadillo, sin dejar de mencionar las de carne deshebrada.
Lo que caracteriza a Hilda es su amabilidad y don de gente. La sonrisa y la broma que siempre hace con los clientes. El trato con ellos para hacerlos sentir en familia, en casa, con la confianza de que pueden comer rico y limpio.
“A la gente le gustan mucho las migadas qué hacemos. Tengo clientes frecuentes que vienen todas las semanas, a todos ellos y a los que vienen por primera vez, les doy gracias, ya casi 30 años y siempre nos han preferido”.
Ir a esas migadas no solo es una tradición victorense, es prácticamente una obligación, como victorense, probar una de esas migadas y sobre todo recomendarlas.
“Nadie se puede decir victorense si no han venido a probar mis migadas. Son más adictivas que el agua de ‘La Peñita’, quien las prueba se queda en Victoria”, puntualiza la señora riendo, mientras sirve dos migadas con todo a un cliente que lleva 15 años almorzando en ese lugar.
Hilda se mueve en la ruta del mercado uno, al 34 Matamoros y Guerrero va cada martes, los viernes no falta en la estación del ferrocarril, el sábado en Viviendas Populares y domingo en el tianguis de La Libertad.