abril 25, 2024
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septiembre 12, 2019 | 66 vistas

Rubén Jasso.-

Cd. Victoria, Tam.-
El viento sopla sobre las banderas y el resto de la mercancía, que luce en una estructura de madera sobre la acera. Es un lugar despejado y el sol también pega fuerte. El puesto parece estar solo, pero rápidamente un joven se acerca y ofrece los diferentes artículos que saltan a la vista.

Es el mes patrio y por esa razón toda la mercancía es de tres colores: verde, blanco y rojo. Hay variedad para escoger, pero las banderas más grandes sobresalen mientras ondean suavemente impulsadas por el viento, al tiempo que lucen con orgullo el inconfundible escudo nacional: el águila devorando a una serpiente sobre un nopal.

Con cierta timidez, pero con bastante amabilidad, Aarón de la Cruz Florentino, el encargado del puesto, nos relata su andar como “vendedor de banderitas”, como comúnmente se les llama a quienes aparecen en las calles de todo el país para dar colorido al mes de septiembre.

Originario de Atizapán de Zaragoza, Estado de México, el joven comerciante comenta que tiene dos semanas de haber llegado a la Capital tamaulipeca, lugar que se ha convertido para él y otros vendedores en tierra fértil para ofrecer sus productos.

“Venimos cada año nada más a Victoria y este es el cuarto año que vengo”, dice, mientras se protege junto a un poste de los rayos del sol.

Afortunadamente, comenta Aarón, los victorenses son buenos compradores, y conforme se acerca el 15 de septiembre la gente se interesa más en adquirir la mercancía que ofrece, aunque reconoce que del “del 16 para atrás”, como él se refiere a la segunda quincena del mes, las ventas bajan drásticamente, lo mismo que la euforia por las fiestas patrias.

El joven mexiquense recuerda que antes de descubrir en Ciudad Victoria un buen mercado para ofertar sus productos, hace cuatro años, había estado en Monterrey, pero contrario a lo que pudiera pensarse, en la llamada “Sultana del Norte” las ventas no eran realmente buenas debido a la sobrepoblación de vendedores, de ahí que buscó otros horizontes.

Es así que llegó a esta Capital, en donde sale a ganarse el pan diario desde muy temprano, “La jornada es de siete de la mañana a ocho de la noche, somos un grupo de diez personas y nos quedamos a dormir en la camioneta en la que venimos”, responde, al ser cuestionado acerca de algún gasto para pagar hospedaje.

Respecto a las comidas, dice que va saliendo conforme tengan clientela, “Si vendes algo y sacas, pues de ahí sale para la comida”.

En cuanto a los distintos artículos que ofrece, el joven comerciante menciona que él y otros vendedores los elaboran ocho semanas antes del mes patrio, aunque acepta que si quedan artículos, los guardan para el siguiente año, “ahí se le va dando vuelta a la mercancía”, comenta.

Y una vez que concluye su estancia en Victoria, regresa junto a sus compañeros a su lugar de origen para seguir trabajando, ofreciendo otros artículos, “es puro vender en la calle, en todo el país”, sostiene.

Además de las banderas de distintos tamaños (la más cara ronda los 650 pesos), Aarón de la Cruz también vende “bigotes”, banderas “de chuponcito”, vestidos, rehiletes, “tamborcitos”, moños, bufandas y otras “chacharitas” como él dice… “de todo tenemos”, agrega.

Por último, el joven vendedor reitera que el esfuerzo de venir desde el centro del país tiene su recompensa, aunque también deben recorrer las calles, en ocasiones bajo el sol o incluso la lluvia, cargando o empujando la mercancía, pero es una labor que realiza con mucho gusto.

“Vale la pena (venir a Victoria), si no, pues no vendríamos”, concluye.

 

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