México, 31 Dic (Notimex).- Palacio Nacional, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, dejó de ser un inmueble ornamental de la Presidencia para convertirse en el punto neurálgico de la administración de Andrés Manuel López Obrador.
En gobiernos pasados, el histórico recinto se utilizaba solo para eventos protocolarios, como la recepción de líderes mundiales o la ceremonia del Grito de Independencia y el Desfile Militar del 16 de Septiembre.
Salvo dichos momentos y algunos extraordinarios, la vida en el inmueble transcurría entre vallas y el peregrinaje de visitantes nacionales y extranjeros, que acudían a contemplar los murales de Diego Rivera y la casa-museo de Benito Juárez.
Tras el triunfo de López Obrador en julio de 2018, Palacio Nacional se «desempolvó» y retomó protagonismo; el 3 de julio, dos días después de ganar la elección presidencial, López Obrador tuvo su primer encuentro con el expresidente Enrique Peña Nieto en este recinto. La postal fue histórica.
“Ahora tengo que reconocer que en este proceso electoral, el presidente Peña actuó con respeto y las elecciones fueron, en lo general, libres y limpias”, dijo en aquel momento el hoy jefe del Ejecutivo.
El segundo encuentro fue en agosto, luego que el tabasqueño fue reconocido como presidente electo por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Cuando era candidato, López Obrador aseveró que nunca habitaría Los Pinos, que era la residencia oficial de los presidentes de México, desde Lázaro Cárdenas en la década de 1930.
Incluso, el actual titular del Ejecutivo federal llegó a decir que el lugar estaba «embrujado», aunque siempre atinó más a decir que no insultaría al pueblo viviendo en un lugar plagado de lujo y excentricidades.
Los Pinos, días después del ascenso de López Obrador fue convertido en un recinto cultural, abierto a todos los mexicanos, donde se realizan actos artísticos al por mayor. Sin Los Pinos, Palacio Nacional es el punto de encuentro de la política mexicana.
“Es la historia de nuestro país, de la colonia, desde el siglo 19 y siglo 20 estaban ocupados, prácticamente no se despachaba aquí, todo era en los Pinos. Ahora aquí se atiende lo público”, señaló alguna vez López Obrador.
A diario, cuando el Presidente despacha, convergen empresarios, gobernadores, diputados, senadores, secretarios, jefes de Estado, incluso deportistas, y claro, el comercio informal, que desde hace mucho ganó el derecho de piso de los alrededores del edificio.
Nunca antes, comentan los vecinos de López Obrador, había habido tanto movimiento de gente a la que solo conocían por la televisión o los diarios.
— “¿Qué se siente tener de vecino a López Obrador?”, se le cuestiona a un vendedor de la calle Corregidora.
— “La verdad ni se siente. Solo sé que desde que está aquí puedo vender sin estar corriendo de los policías”, comentó Santiago Pérez, quien vende peines y cortaúñas.
“Antes era un relajo porque todo estaba cercado y la policía pasaba a cada rato. Hoy nos dejan trabajar de manera más tranquila”, agrega.
Es apabullante llegar al lugar y converger en los sonidos que ese lugar genera. Cláxones, protestas, plantones, gente vendiendo su mercancía a gritos, el organillero, el diablero…
“Ahí va el golpe”, gritó un comerciante con costales al hombro a los reporteros apostados en Correo Mayor, quienes esperaban tener una fotografía o declaración de William Barr, Fiscal General de Estados Unidos, quien a principios de diciembre se reunió con López Obrador en Palacio.
Como el presidente, los visitantes a la residencia del Ejecutivo, se han visto en la necesidad de reducir al mínimo su aparato de seguridad.
Los convoyes de camionetas y guaruras siguen llegando, pero a Palacio Nacional se entra caminando, fundiéndose como cualquier otro visitante.
Por ejemplo, Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, llegó a la puerta de honor caminando, solo una valla humana de elementos del ejército custodiaba su camino hacia donde lo esperaba López Obrador.
Por primera vez en la historia de las recepciones, un mandatario extranjero podía escuchar la espontaneidad de los capitalinos, quienes al ver tanto barullo se definen, se acercan, sacan su celular, toman videos, fotografías, y hacen, quizá, la pregunta más popular hoy en día en ese lugar: “¿Quién es, eh?”.
Desde mediados de año, el presidente López Obrador vive en un departamento de 300 metros cuadrados en Palacio Nacional. Está ubicado en un área acondicionada desde la presidencia de Felipe Calderón, pero no había estado en uso.
“Me ayuda mucho el estar aquí porque me ahorra como dos horas diarias. No tiene nada que ver con la parte histórica”, comentó López Obrador.
Con el arranque del segundo año del actual gobierno, Palacio Nacional es sometido a un mantenimiento integral que comprende la impermeabilización de techos y el remozamiento de la fachada, cuyos trabajos están en curso.