octubre 10, 2024
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marzo 7, 2020 | 1354 vistas

Chantal Martínez Díaz.-

Edna Nuño cambió un futuro que le resultaba promisorio en la industria de la belleza y el modelaje a nivel nacional, por darse la oportunidad de fortalecer su vida personal y familiar, desarrollarse profesionalmente y hasta dejar todo para irse a Texas, donde se mudó hace 19 años.

Hoy, con la vida renovada y sus hijas como adultas, Edna ama su vida, vive en Dallas y forma parte de un grupo de mujeres que con gran sororidad se apoyan entre sí (más porque todas son de nuestro estado) y en cada reunión que tienen comparten un poco de sus raíces como tamaulipecas en el mundo.

A través del grupo de Facebook “Tamaulipecas en Dallas” El Diario de Victoria pudo contactarse con Edna; fue una de las primeras en acceder con emoción a la entrevista, para platicar un poco sobre su vida en Estados Unidos y lo que ha significado dejar su tierra.

En 2001 comenzó todo el cambio: de idioma, de residencia y de amistades. Cuenta que luego de varios años de tener una vida familiar cómoda en Matamoros, Tamaulipas (donde es originaria), le tomó un año completo decidir irse a vivir a Dallas.

No fue fácil, advierte: “Inicialmente no quería venirme por el idioma, mis hijas estaban pequeñas, no tenía familia acá, iba a lo desconocido. Yo crecí en Matamoros, que es la frontera, sí estuve muy expuesta a la cultura de Brownsville, sabía y entendía un poco el inglés, pero no lo hablaba, pero decidí arriesgarme y tomarlo como experiencia para mí y mis niñas”.

Edna estudió en el Instituto Tecnológico de Matamoros la Licenciatura en Relaciones Industriales, como profesionista estuvo en el Departamento de Recursos Humanos de la empresa General Motors de Matamoros, donde se encargaba de la contratación de empleados de confianza y sindicalizados, hacía los trámites de los americanos para trabajar en México, lo que le facilitó la convivencia en Dallas, donde se abrió camino con base en el esfuerzo.

Y aunque le fue difícil desprenderse de su núcleo familiar (pertenece a una familia de nueve hermanas, además de sus padres), estando allá reorientó sus intereses y buscó la manera de ser productiva.

Reconoce que la vida en Estados Unidos –a pesar de que Texas es muy cercano a Tamaulipas– no es fácil. Incluso hace la pausa para mostrar su respeto por todas aquellas personas migrantes que se van a ese país y durante años dejan de ver a sus familias porque no pueden regresar. “Yo afortunadamente podía ir y venir, y a pesar de todo no es nada fácil, así es que yo respeto mucho la gente inmigrante, son muy valientes, sin familia, sin idioma, sin documentos”.

En un inicio, su visa y la de sus hijas fue de acompañantes (no tuvo permiso para trabajar), lo cual la orilló a aprovechar el tiempo y acudir al colegio para ofrecerse como voluntaria.

Ahí mismo, en el North Lake College comenzó a estudiar el inglés, hizo un examen de colocación y la ubicaron en el nivel que le correspondía. Ahí (cuenta), afortunadamente, conoció muchas personas que todavía en la actualidad son sus amigas.

“Después de trabajar como voluntaria en la escuela de mis hijas los directores de la escuela me vieron posibilidades de poder ejercer la profesión como maestra. La primera vez que me dieron la oportunidad dije: no, esto no es para mí, no es fácil, no puedo ser maestra. Sin embargo, acá es muy importante la capacitación, afortunadamente te preparan y más o menos en un año me tocó obtener mi certificación, ello implicó validar mis documentos, sacar todos los certificados y exámenes necesarios, pasar el examen que no es nada fácil”.

Y es que muchos hispanos que lo presentan no lo pasan, pero ella lo presentó, lo pasó y ahora lleva ya 15 años como maestra en Dallas, Texas.

“Desafortunadamente mi matrimonio no funcionó acá, hace 12 años nos divorciamos, fue un proceso muy difícil, es una historia triste porque pidió todo: custodia, casa, cuenta… y argumentaba que en todos los años había dependido de él, siendo que fueron solo unos años”.

No obstante, lograron obtener el divorcio allá en Dallas. El juez le otorgó la casa que construyeron en Matamoros, pero la corrupción de la abogada que contrató, la alevosía del excuñado y las autoridades indolentes en ese municipio fronterizo provocaron que la perdiera: “Estando acá y con recursos reservados tuve que decidir en pagar el departamento en que vivíamos y darle de comer a mis hijas o pelear la casa en México… terminé perdiéndola, pero llega un momento que le das menos importancia a las cosas materiales y te tienes que enfocar en las cosas importantes”, advirtió.

Sus hijas para ese entonces estaban jovencitas, eran adolescentes y sufrían por la separación, que no fue nada agradable. “Tenía que enfocarme en mi trabajo, en mí, mis hijas, y dije al diablo, para atrás ni para agarrar impulso. Me enfoqué en empezar a construir para ellas y para mí. Es fácil decirlo, pero no fue nada fácil, fue un año bastante difícil y aunado a ello mi mejor amiga, mi confidente, la que me acompañó durante muchos años, murió”.

De tal forma que mientras vivía un doble duelo (por la pérdida de su amiga y el divorcio), se dio cuenta que podía salir adelante. “Aquí estoy, tengo mi casa, a mis hijas las pude mandar a la universidad y aunque ya pasaron más tiempo en Estados Unidos que en Matamoros, afortunadamente conservaron el idioma y eso me satisface”.

Edna, al escarbar en la memoria, cuenta su anécdota como modelo. Por azares del destino llegó a ser Señorita Matamoros en 1986 y posteriormente Señorita Tamaulipas.

Participó en el concurso de belleza Señorita México y obtuvo varias ofertas de trabajo; sin embargo, en el fondo sabía que su misión en la vida iba más allá de ser una representante de belleza en este tipo de concursos, que aunque fue una gran experiencia y maravilloso, supo reconocer en un ejercicio de autoconocimiento y reflexión, que no era lo suyo.

Ahora es maestra de inglés, trabaja con niños y niñas de primer grado y desde hace 15 años esa ha sido su misión: enseñar el español y la cultura mexicana en ese lugar donde la vida le ha regalado un grupo de mujeres con quienes comparte y, sobre todo, trabajan como soporte entre sí, para los tiempos buenos y malos.

Edna, a invitación de una amiga llamada Martí, forma parte de un grupo de Tamaulipecas en Dallas.

El uso de la tecnología y sobre todo las ganas de compartir de su tierra y soportarse mutuamente, hacen de ese grupo un espacio para la labor social.

“Hace poco falleció el esposo de una integrante y la apoyaron con comida, dinero para el funeral y una serie de cosas, ha habido otras que necesitan apoyo moral. Yo te lo juro que recuerdo mi tiempo en que batallé, cuando me estaba divorciando, me sentía sola, falleció mi amiga y no tenía en quien apoyarme, hubiese querido un grupo como este en el que al menos hubiera alguien que me escuchara”.

“Cuando me dijo (Martí, la fundadora) vamos a hacer esto, dije: ¡Por supuesto que sí! Y más porque hay muchas otras mujeres que nos necesitan y hay que ayudarnos entre nosotras. Siempre extrañas y créeme, voy y vengo, voy en marzo en dos semanas y extraño demasiado, la gente, la cultura, nada sabe igual”.

¿Qué es lo que más extrañas?

“Extraño la comida auténtica mexicana, hay lugares que son texmex, no encuentras lugares auténticamente mexicanos en los que puedas comer… Por supuesto a mi familia la extraño y al bullicio de la ciudad. Aquí en donde vivo desde hace tres años, solo conozco a mi vecino de enfrente y de hola y adiós, la gente vive en su casa encerrada, son corteses, eso sí”.

En sí, añade: “Extraño la calidez de la gente, es lo que más extraño, por eso me siento muy cómoda en el grupo de Tamaulipecas en Dallas y más que somos de Tamaulipas, porque sabemos lo que está pasando y hablamos digamos el mismo idioma”.

 

¿Cómo se ve Tamaulipas?

A su gusto, dijo, el estado de Tamaulipas se ve en una situación complicada, pero asegura que los medios de comunicación hacen que se caiga en el amarillismo y tiendan a exagerar las cosas, sobre todo en el tema de la inseguridad.

“A veces exageran la nota, sí hay violencia, hay mucha inseguridad, pero creo que es más lo que dicen que lo que en realidad hay, me ha tocado que estoy allá, se escuchan las alertas, no crucen, hay balaceras, los van a matar y he andado en Matamoros, de noche o de día y no me ha tocado nada”, señaló.

Y aunque reconoce que Tamaulipas se conoce por la inseguridad y los hechos de violencia que se registran, “se ve triste porque tenemos tanto por ofrecer al país y la verdad la gente no se anima a ir a México”.

A pesar de ello, dice que siempre buscará que las personas conozcan a Tamaulipas por la riqueza de su gente y su tierra.

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