Mariana Castañón.-
Presta atención a tu cuerpo.
Presta atención a lo que te pide y a las maneras en las que se comunica contigo a través de deseos. Escucha sus antojos, sus caprichos, sus tiránicas demandas de audiencia. ¿Qué te dice este saco de huesos y músculos atrofiados? ¿Cuál es el mensaje detrás de las noches en vela, la falta de apetito, el desgane por las mañanas? ¿Cómo vas a descodificar el exceso de energía, el anhelo por carbohidratos, tus ganas de perder el control? ¿En qué parte del cuerpo se gestan tus emociones? ¿Dónde te duele, dónde notifica, dónde se siente? ¿Qué sensaciones estás experimentando? ¿Nudos en la garganta? ¿Hiperactividad en los pies? ¿Hoyos en el corazón? ¿Mariposas en el estómago? ¿Presión en la cabeza?
Siéntelo. Presta atención a tu cuerpo.
Presta atención a tu mente.
¿A dónde se está yendo tu cabeza? ¿Cuál es la calidad de los pensamientos que estás generando? ¿Qué es aquello que regresa, como bumerán, siempre a esa gelatina rosada que controla nuestros días? ¿De qué color se pintan tus ideas? ¿A qué carga, positiva o negativa, se están inclinando? Cuando estás solo, o cuando estás acompañado, cuando estás ocupado y cuando estás en tiempos de ocio, dime, ¿qué aparece en tus sueños al dormir, qué aparece en tus sueños diurnos, conscientes? ¿Con qué fantaseas? ¿Qué te agobia, qué te aterra? ¿Qué te fija, qué es aquello, cariño, que no puedes soltar, aquello que reproduces como disco atascado en el estéreo?
Pregúntatelo. Presta atención a tu mente.
Presta atención a tu rutina.
¿Cómo estás llevando tu día? ¿Qué actividades estás realizando? ¿Cuántas de ellas decidiste hacerlas tú? ¿Cómo estás llevando tu relación con lo impuesto, con lo imperativo, lo obligatorio? ¿Qué te hace sentir estar atado de manos a ciertas ocupaciones? ¿Cuánto de todo aquello es realmente mandatorio e indispensable y cuánto lo puedes prescindir? Y si es que no tienes nada impuesto, en base a qué construyes tus semanas?. Cuando terminas de cumplir con lo establecido, ¿cómo descansas? ¿Cuánto tiempo le dedicas al ocio? ¿Cómo te relacionas con él? ¿Desde dónde lo abordas?
Analiza tus acciones. Presta atención a tu rutina.
Presta atención a tus reacciones.
Cuando sucede un evento, cuando te atraviesa un fenómeno, cuando te pasa algo placentero o negativo, ¿Cómo reaccionas? ¿Dónde se gesta tu respuesta? ¿En base a qué se construye? ¿Qué la impulsa? Cuando algo te irrita, ¿lo hace la circunstancia eventual, o la estimulación de juicios, heridas e internas del pasado? Es que acaso, alguna vez, ¿has cuestionado tus formas de actuar antes de tomar decisiones, te has preguntado si lo que sientes es real o es un espejismo? ¿Con cuánta frecuencia meditas tus reacciones, lo llevas al cerebro, lo bajas al corazón, lo consultas con la almohada, con el niño interior, con el consejo del sabio? ¿Qué tanto control tiene el instinto, el ego, la herida en la toma de decisiones de tu día a día?
Deconstruye. Presta atención a tus reacciones.
Presta atención a tus prioridades.
Cuestiona tus valores. Analízalos. Constrúyelos, cuestiónalos, sacúdelos, exprímelos. Tiéntalos, ponlos a prueba, busca vivirlos en la práctica. ¡Deshazte del ideal, la fantasía, el deber ser! ¡Pon en pausa el imaginario colectivo, la necesidad de pertenecer a la convención normada, la voz dictatoria de los valores impuestos! Detente a pensar, por un minuto, cuál es tu escala, cuál es tu figura geométrica y si tus prioridades se componen círculos o pirámides. ¿Cuántas de las cosas a las que les das prioridad, se las das con gusto? ¿Cuánto de lo que consideras necesario realmente lo es? ¿Qué tan abajo están las cosas que te gustaría estar haciendo, pero no han podido subir de escalón por no soltar valores viejos? La estructuración que vives, ¿te está haciendo feliz?
Agítate. Presta atención a tus prioridades.
Presta atención a tus relaciones.
Presta especial atención a todas tus relaciones. Empieza con la relación contigo. ¿Cómo te tratas? ¿Cuánto amor te das? ¿Cuánto te escuchas, cuánto te conoces, cuánto te valoras, cuánto te perdonas y te entiendes?
Sigue con cualquiera de las relaciones que sean importantes para ti. Piensa en tus amores, los lazos filiares, amistosos, erótico-afectivos. ¿Qué tanto bienestar le traen esos lazos a tu vida? ¿Qué tan sanas son tus relaciones? ¿A quiénes quieres mantener cerca? ¿Qué relaciones han terminado y no has terminado de soltar? ¿Cuáles son las razones por las que mantienes esos vínculos? ¿Son benéficos, son honestos?
Presta atención, también, a tu relación con los objetos. ¿Tu consumo te define, te controla, te tiraniza? ¿Tu ilación con lo material te agobia, ocupa un gran espacio en tu cerebro, te genera apegos?
Presta atención a tu relación con Dios. Con la naturaleza. Con tus espacios, tus ídolos, tu patria, tus miedos, tus mentiras, tus metas. Presta atención a todo. Presta mucha atención. Es la única manera de salir victoriosos de esto.