diciembre 12, 2024
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mayo 22, 2020 | 490 vistas

Francisco Ramos Aguirre.-

Cd. Victoria, Tam.-
A cien años de su asesinato en Tlaxcalantongo, Puebla, Venustiano Carranza (1920-2020) es una de las figuras más recordadas de la Revolución Mexicana. El caudillo coahuilense tuvo especial predilección por Tamaulipas, porque aquí encontró fieles correligionarios desde los inicios de la lucha constitucionalista. En compensación, los gratificó como comandantes y gobernadores en diferentes estados, entre ellos: Luis Caballero, César López de Lara, Gregorio, Andrés y Carlos Osuna, Pablo Villanueva San Miguel y otros como Alberto Carrera Torres, quien decidió  cambiarse al villismo.

La triunfal campaña militar del carrancismo en Tamaulipas representó un acontecimiento de enorme importancia. Sobre todo porque los rebeldes constitucionalistas se posesionaron de algunos puntos estratégicos para sus operaciones de guerra: Tampico, Matamoros, Nuevo Laredo y Ciudad Victoria. El Primer Jefe estaba conciente de la importancia económica de estas localidades, donde mantenía el control.

Derrotado el huertismo y los convencionistas, en la primera oportunidad realizó un breve recorrido por el noreste mexicano para establecer contacto directo con los comandantes militares y jefes políticos, entre ellos el gobernador general Luis Caballero, César López de Lara y Gregorio Osuna. El 12 de octubre de 1915 llegó a Tampico en el cañonero Bravo, donde fue recibido jubilosamente en las calles, mientras los huéspedes del Hotel Palacio lo vitoreaban desde los balcones. Por su parte, Caballero, Álvaro Obregón y un grupo de empresarios petroleros norteamericanos le ofrecieron un banquete.

Dos días después se trasladó a Ciudad Victoria en el tren dorado, donde viajaba su esposa Virginia Salinas, enferma y poco atractiva físicamente, el Estado Mayor y algunos colaboradores. Su estancia en la Capital tamaulipeca fue solamente de tránsito. En la estación del ferrocarril bajó a saludar a sus correligionarios, quienes le ofrecieron un banquete en el restaurante del lugar, donde preparaban muy buen cabrito guisado.

Afuera, la muchedumbre, encabezada por los jefes militares, el maestro Lauro Aguirre y hacendados, hacía lo imposible por conocer y saludar al ilustre personaje. Ese mismo día por la tarde, sin ningún incidente partió a Monterrey y Saltillo, Coahuila, donde estuvo pendiente de la compra de carabinas y parque entregados en San Antonio, Texas, al general Zuazua.

El 23 de noviembre abandonó las bajas temperaturas y viñedos de su solar nativo y llegó a Nuevo Laredo. Dos años antes, esta ciudad fue atacada por su hermano Jesús. En la línea divisoria del Puente Internacional, acompañado de su Estado Mayor sostuvo un encuentro con el gobernador texano James Ferguson, quien lo acompañó en un vehículo convertible por centro de la ciudad. En una serie de imágenes del fotógrafo José Mendoza, aparece Carranza en la boda del general Fortunato Zuazua, mientras en el banquete se encuentra acompañado por Álvaro Obregón y Luis Caballero. Probablemente esa ocasión fue abordado por la periodista Jovita Idar y Leonor Villegas de Magnón, fundadora de la Cruz Blanca Neutral Constitucionalista. Los Carranza tenían inversiones económicas en una agencia cervecera, que cubría el mercado desde Nuevo Laredo a Piedras Negras.

Sin lugar a dudas, el punto más importante de la gira de Carranza fue Matamoros. Desde 1913, el movimiento revolucionario constitucionalista en ese lugar atrajo la atención del resto del país. Durante la Guerra Civil de Estados Unidos era uno de los principales lugares para la exportación de pieles y algodón a diferentes partes del mundo; por ello, a principios del siglo XX representaba uno de los bastiones estratégicos del noreste mexicano.

Las recaudaciones económicas aduanales, inversiones extranjeras en haciendas o compañías agrícolas de La Sauteña, el ferrocarril, pero sobre todo el tráfico de armas, parque y ganado entre Estados Unidos y México, convirtieron a Matamoros en manzana de la discordia de huertistas y carrancistas. Finalmente, el poder militar de Lucio Blanco se impuso a los federales, quienes evacuaron el territorio luego de la batalla de principios de junio de 1913.

En cualquier caso, los comerciantes, viajeros y propietarios de ranchos ganaderos se vieron obligados a tratar con los responsables de la plaza militar: Lucio Blanco, Emiliano P. Nafarrate, Pablo González y Alfredo Ricaut, entre otros. Por ello, el norteamericano F. E. Schreck Jr. solicitó a Carranza, autorización para exportar dos mil reses a los Estados Unidos, con una rebaja por el pago de derechos.

En 1914, los ingresos en Tamaulipas por la producción de ixtle, piloncillo y maíz ascendieron a dos millones cien mil pesos. En tanto, los principales terratenientes de la jurisdicción de Matamoros eran: Amado Gómez, Antonio Longoria, Antonio Echazarreta, Crisóforo Guerra, Feliciana F. de Cárdenas, Gregorio de Saro, José Fernández y Luisa C. de Wilbbur, quienes acaparaban grandes extensiones de tierras de cultivo y agostadero.

Meses después del frustrado ataque villista a Matamoros, don Venustiano llegó por ferrocarril el 28 de noviembre. En ese tiempo fue ampliamente agasajado por la sociedad matamorense, encabezada por el presidente municipal Alejandro López, impuesto en ese cargo por el general Luis Caballero. Visitó el hospital, saludó al cuerpo médico y enfermeras. Convivió en el cuartel militar, donde se encontraban las tropas leales a su causa y sostuvo un encuentro con comerciantes. Mientras tanto, su esposa Virginia y Carlota Miller Riojas, cónyuge del general Pablo González, repartieron alimentos a los niños.

Dice Rosaura Dávila: “Los edificios de la ciudad estaban cubiertos con los colores de la bandera y una gran cantidad de arcos…con flores de papel y palmas naturales. Realizaron el trayecto a pie, ya que don Venustiano se negó a hacerlo en automóvil, iban acompañándolo el general Luis Caballero…el general Cándido Aguilar. Caminaron por la calle Diez, desde la estación hasta Abasolo, después la calle Sexta hasta el Palacio Municipal…el señor Carranza, desde el balcón, agradeció el entusiasmo manifestado…”.

Lo más relevante de su visita lo constituye el famoso discurso que pronunció el 29 de noviembre, que habría de dar sustento a la Doctrina Carranza. Al dirigirse con gratitud al pueblo de la heroica Matamoros, hizo un recuento de la lucha revolucionaria en México y sobre las consecuencias de la guerra en el desequilibrio económico del país. En la Revolución decía: “…existe algo más, más importante; no es solo repartir tierras, no es abrir escuelas, son muchos los problemas que hay que resolver.”

Ante el titubeo de los Estados Unidos por reconocer su gobierno, en plena frontera asumió una posición nacionalista: “Ya es tiempo que la América Latina sepa que nosotros hemos ganado con la lucha interior el restablecimiento de la justicia y el derecho, y que esta lucha servirá de ejemplo para que esos pueblos formen su soberanías, sus instituciones y la libertad de sus ciudadanos. La lucha nuestra será el comienzo de una lucha universal que dé paso a una era de justicia en que se establezca el principio de respeto que los pueblos grandes deben tener por los pueblos débiles….no más bayonetas, no más cañones, ni más acorazados para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar la riqueza de otros países, y que cree tener más garantías que cualquiera de los ciudadanos de su país que trabajan honradamente.”

El 30 por la mañana acudió a las inmediaciones del puente internacional entre Brownsville y Matamoros, para entrevistarse durante media hora con el coronel y comandante de caballería Augusto Brockson. Por la tarde, abordó nuevamente con su comitiva el ferrocarril de regreso a la Ciudad de México. Los matamorenses lo despidieron con el mismo entusiasmo como lo recibieron.

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