diciembre 11, 2024
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mayo 29, 2020 | 2649 vistas

Francisco Ramos Aguirre.-

Cd. Victoria, Tam.-
La marca de los ingenieros civiles y arquitectos permanece para siempre en la historia de pueblos y ciudades. Los edificios se convierten en patrimonio cultural de sus habitantes y definen el estilo urbano de cada época. Por fortuna, en Ciudad Victoria aún permanecen en pie obras que determinan las características ancestrales de nuestra arquitectura norestense. De igual manera, a través de imágenes, crónicas y recreación de la memoria oral es posible conocer fachadas, inquilinos y materiales de construcción empleados en edificaciones, inexplicablemente desaparecidas.

Cuando caminamos por las céntricas calles de la Capital tamaulipeca, inmediatamente revivimos la figura del arquitecto Enrique León de la Barra y Santacilia, uno de los constructores contemporáneos más recordados de Victoria. Nació en la Ciudad de México en 1911. Hijo de Manuela Santacilia Juárez, descendiente de Benito Juárez y don Ignacio León de la Barra hermano de Francisco, expresidente de México. Estudió arquitectura en la Academia de San Carlos, donde se relacionó con las artes plásticas y descubrió enseñanzas originales de maestros forjadores de la arquitectura mexicana.

Al concluir sus estudios, rápidamente reflejó su talento en novedosos diseños y construcción de residencias de políticos y empresarios durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Por ejemplo, Agustín Legorreta, director del Banco de México, confió al joven profesionista la construcción de su casa en Cuernavaca, Morelos, y la residencia de Ezequiel Padilla, político, orador y diplomático.

Poco tiempo después incursionó en la función pública como Director de Obras de la Secretaría de Comunicaciones, a cargo del michoacano Francisco J. Mújica. En 1941 llegó a Ciudad Victoria gracias al ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán, Director del Banco Capitalizador del Ahorro, para promover la construcción de residencias.

Luego de concentrar sus esfuerzos en la tarea encomendada, al concluir su misión pudo haber regresado a la capital del país o radicar en una ciudad más importante, y convivir y demostrar su valor junto a grandes arquitectos de su generación. Para entonces se hizo novio de María Guadalupe Montelongo y contrajeron matrimonio, permaneciendo en Victoria el resto de su vida con sus hijos Julia María, Mirila y Enrique. En ese momento abrió un despacho frente al Teatro Juárez y compró una casa en la avenida Alberto Carrera Torres.

Desde siempre, León de la Barra ejerció su profesión con talento, bondad, señorío, ingenio y pasión. Durante más de 40 años realizó más de 250 construcciones particulares de diferente calibre en Victoria, Matamoros y otros lugares del país. Su estancia de un año en Matamoros resultó ser una etapa dinámica y de satisfacciones en su carrera. En pleno auge algodonero fue contratado para construir 32 obras diversas, entre residencias, almacenes, oficinas y otros edificios. Una de ellas fue la casa de Luis Ávila, quien junto con Chito Longoria, eran los más importantes y ricos productores de algodón. Ávila llegó a cotizar en la Bolsa de Valores de Nueva York.

A finales de 1945, al retornar a la Capital tamaulipeca se hizo cargo de varias construcciones, entre ellas el Hotel Los Monteros (antigua casa del general y gobernador Vital Fernández), propiedad de Bernardo Zorrilla, con un costo de más de un millón de pesos; el Lápiz Rojo, de Juan M. Saldívar (250 mil pesos); el edificio de la tienda La Norma (17 Juárez); el edificio comercial de Salvador Guerrero (Hidalgo y Juan B. Tijerina); dos edificios comerciales del señor Assad, el Casino de Tamatán y residencias de Enrique Benítez y la familia Martínez Brhoez, entre otros.

Durante varias décadas se convirtió en el arquitecto de moda entre los victorenses. Siempre tenía un intenso ritmo de trabajo. Incluso el Heraldo del Victoria lo elogiaba en un reportaje sobre la fiebre de construcciones en esta capital: “…El Arq. de la Barra, está edificando la mayor parte de las construcciones de esta ciudad, y creemos que será un merecido estímulo para el Arq. de la Barra el que siga aportando sus conocimientos en bien de la ciudad que está recibiendo con aplausos el modernismo y la comodidad de estos bellos y suntuosos edificios que tanto realce darán a nuestra ciudad.”

En 1951, el gobernador Horacio Terán lo nombró Director de Obras Públicas y Catastro de Tamaulipas. Uno de sus principales metas era la construcción de numerosas escuelas primarias que él mismo supervisaba. En esa administración, diseñó el Kiosco de la Plaza Hidalgo, estilo morisco, sustituto del metálico retirado por el gobernador Raúl Gárate Leglú. Por esos años, sin percibir honorarios, supervisó la construcción de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.

Al iniciar su gobierno, Horacio Terán adquirió la residencia de Hugo Pedro González y convirtió en Casa de Gobierno. Comprendía un amplio terreno, incluyendo el actual fraccionamiento Los Naranjos. Dicha mansión, ubicada a la salida a Monterrey, donde han vivido varios gobernadores, fue reconstruida y adaptada por León de la Barra, agregándole una alberca.

El arquitecto fue un hombre lleno de cualidades humanas. Disfrutaba las buenas lecturas, pintura, historia y filatelia. Era aficionado a la arqueología y coleccionaba piezas prehispánicas y obras de arte que lo convirtieron en una autoridad cultural. A él debemos la elaboración del Mapa del Estado de Tamaulipas, lo cual le valió el ingreso a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística A.C.

Su contribución al conocimiento histórico de tamaulipeco se consigna en importantes obras: Breves Apuntes para la Historia de Tamaulipas (1962); Guía e Instructivo para Visitantes. Matamoros (1962); Los Muñecos Articulados y Carritos con Ruedas de la Huasteca; General Pedro José Méndez Héroe Tamaulipeco (1965); Victoria 1900; Arqueología de Tamaulipas (1975) y los artículos periodísticos Origen del Culto a Nuestra Señora del Refugio (1981).

Ajeno a los privilegios, definitivamente la vasta obra de León de la Barra es tema para un estudio de especialistas en el tema, porque refleja el desarrollo urbano de una ciudad en la que contribuyó a su florecimiento urbano. Enumerarla y describirla llevaría un largo espacio: Catedral del Sagrado Corazón, Hotel Everest, Hotel Los Monteros, Casa Hogar del Niño, edificio de la Cruz Roja, Asilo de Ancianos, Cine Avenida, Unión de Comerciantes, Iglesia de San Juan de Los Lagos, varios edificios y residencias en la Avenida 17, Sindicato de Panaderos, Sindicato de Carpinteros, diseñó un mural de azulejo italiano de la Panificadora Victoria y supervisó la construcción del Teatro Juárez.

Falleció en la capital del país en 1981, víctima de cáncer, mientras se disponía a organizar un viaje a Europa. Sus restos descansan en uno de los nichos de la Iglesia del Sagrado Corazón.

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