Antonio González Sánchez
La Biblia contiene la Palabra de Dios escrita, y esta Palabra adquiere una dimensión más fuerte cuando se proclama y se escucha en la celebración de la Santa Misa, de manera particular en el domingo. Y además sirve para fortalecer la fe, iluminar el camino de la vida diaria, e invita a vivir como hijos de Dios y, por consecuencia, como hermanos.
Deseo hacer resaltar algunas ideas de las lecturas que este domingo se proclamarán.
Primera lectura, Is 55, 1 – 3, “Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David”. Dios está hablando de un alimento de vida eterna, que tiene prometida y la va a cumplir.
Y esa misma idea se complementa en la segunda lectura de san Pablo a los Romanos, 8, 35. 37 – 39, donde el apóstol San Pablo, con realismo porque lo ha experimentado, de todo lo que, opuesto al plan de Dios, podría hacer dudar de su amor. Que Jesucristo con su sangre nos ha librado de la muerte, del pecado y de la ley. Nada puede estorbar el plan de Dios, nada puede “apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús”.
En el texto evangélico, Mt 14, 13 – 21, aparece varios aspectos: el lado humano de Jesús: “al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario”. Es decir, a Jesús le afecta la muerte de Juan el Bautista y se aleja para reflexionar en el hecho. Sin embargo, cuando ve a las personas que lo siguieron las atiende incluso cura a algunos enfermos.
Luego el texto del Evangelio presenta una de la multiplicación de los panes, con la cual calma el hambre de la gente que lo ha seguido. Es interesante el diálogo de Jesús con los discípulos: ellos le dicen: “Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer. Pero Jesús les replicó: No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. No tenemos más que cinco panes y dos pescados. Él les dijo, tráiganmelos”. Y después el texto dice que todos “comieron hasta saciarse”.
Los gestos de Jesús, que presenta el texto del Evangelio, recuerda el maná con el que Dios alimentaba a su pueblo en el desierto, en su camino hacia la tierra prometida.
Y la multiplicación de los panes también es un anuncio de la institución de la Eucaristía en la Última cena. Presenta los gestos y actitudes semejantes de Jesús: “Mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente”.
Se puede orar con palabras del Salmo 144: “Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores. Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca”.
Que el amor de Dios les fortalezca y permanezca siempre con ustedes.