Antonio González Sánchez
La Palabra de Dios que se proclama cada domingo en la misa es formativa, es motivadora, es luz en el camino del creyente.
Y me parece que es domingo –al igual que los demás– invita a una reflexión seria sobre la vida de cada creyente.
El profeta Jeremías, en la primera lectura, dice algo muy fuerte: “Me sedujiste Señor, y me dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste”.
Y si esta frase se pone frente al texto evangélico tomado del evangelista San Mateo 16, 21-27, después que Jesús les anuncia a sus discípulos que tiene que padecer y que lo van a sentenciar a muerte, Pedro lo trata de disuadir y Jesús les contesta con una frase muy dura: “¡Apártate de mí Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino de los hombres!”.
Repito eso va de acuerdo con la frase del profeta Jeremías, el creyente debe de buscar hacer la voluntad de Dios siempre.
Por eso la frase del Señor Jesús después marca al camino para el creyente, un camino difícil, pero: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida
por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar a cambio para recobrarla?”.
Estas palabras de Jesús, del Señor deben hacer reflexionar a los creyentes sobre qué es lo más importante en su vida. Recordando que Jesús ofrece la vida eterna.
Se puede orar con palabras del Salmo 62: “Señor, mi alma tiene sed de ti. Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua”.
Que la paz, el amor y la alegría del buen Padre Dios permanezcan siempre con ustedes.