Antonio González Sánchez
Cada domingo, en la misa que se celebra en la Iglesia católica ocupa un lugar importante la proclamación de la Palabra de Dios escrita en la Biblia. Y este domingo deseo iniciar tomando la segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Romanos, 13, 8-10, “Porque el que ama a su prójimo ha cumplido ya toda la ley. Todos los mandamientos se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Y Jesucristo, el Señor, en el texto del Evangelio escrito por san Mateo 18, 15-20, traduce este amor al prójimo diciendo: “Si tu hermano comete un pecado ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”.
Todos los seres humanos son hijos de Dios, y todos han sido rescatados por Jesucristo, el Señor, único Salvador del mundo. Por lo tanto, están llamados a vivir en comunidad, en armonía, en fraternidad, y el pecado, que es lo contrario al amor, impide que se viva de esa manera.
El pecado personal también impide ser hermano de los demás, se debe de aprender a llamar al otro, pero también saber escuchar cuando alguien recibe el llamado del otro. Porque solo así se vive en armonía.
Y dentro de este saber llamar y saber escuchar se debe aprender a perdonar a los demás. Y esta verdad se debe tener en cuenta cuando se reza la oración que Jesús enseñó: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Si se es capaz de vivir de esa manera se está reflejando el amor de Dios en nuestros ambientes en la vida diaria.
Se puede orar con las palabras de la oración de la misa: “Señor Dios, de quien nos viene la redención y a quien debemos la filiación adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, para que todos los que creemos en Cristo obtengamos la verdadera libertad y la herencia eterna”.
Que la paz, el amor y la alegría del buen Padre Dios permanezcan siempre con ustedes