diciembre 12, 2024
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septiembre 28, 2020 | 163 vistas

Romina Oviedeo a sus 11 años de esas caminaba 3 kilómetros en subida para poder tener señal de Internet, para así recibir la tarea enviada por su maestra.

Vive en Leopoldo Lugones, en Lutti, Argentina, una zona rural a 15 kilómetros de su escuela, sin embargo con la llegada de la pandemia puso su compromiso por seguir estudiando.

Desde que se decretó cuarentena en el país, la maestra Sandra Suárez y los chicos de 5 familias que acuden a la escuela dejaron de tener clases presenciales. Desde su casa los alumnos tuvieron que comenzar con el desafío de estudiar a distancia.

La maestra de la escuela plurigrado, en donde se enseña los 6 años por una sola persona, tuvo que reorganizar e ingeniárselas para no perder contacto con sus alumnos a quienes semanalmente enviaba su tarea por WhatsApp, para que posteriormente ellos contestaran con las actividades completas.

Las clases virtuales empiezan a las 9 de la mañana y terminan cerca del mediodía. “Romina es la primera en establecer el contacto. Soy su maestra desde nivel inicial así que viví de cerca toda su evolución, conozco su varias habilidades: es muy inteligente y resolutiva”, dice Sandra.

Sin embargo, durante una clase, Sandra escuchó que al otro lado del teléfono a la mamá de Romina decirle: «Dale Romi, que tenemos que volver a casa a preparar el almuerzo’, perpleja por el comentario le preguntó “¿dónde están?”, y la respuesta fue sorpresiva: “Acá en la cima de la lomita, porque no tengo señal en casa para descargar las actividades.

“No lo creí y le pedí que me enviara una foto”, recuerda Sandra. Recibió la imagen y quedó atónita. “Romina había improvisado un pupitre sobre la pirca del monte. Tenía sus útiles, lápices, mochila todo…como en clase”, relata la maestra que no pudo contener las lágrimas. “Pensé ¡qué compromiso, qué voluntad de progreso! Tanto ella como su madre me podrían haber dicho ‘mirá no tenemos acceso’ o ‘no podemos seguir con las tareas por tal o cual razón’, y en estos meses jamás pusieron una excusa. Caminaban tres kilómetros diarios con sol o lluvia”, dice emocionada.

Con autorización de la madre, Sandra compartió por WhatsApp la imagen de su alumna en un grupo en donde se encontraban diversas autoridades. Logró convertirse en una tema viran en Córdoba.

La historia de compromiso y responsabilidad de Romina, contada en Noticiero Doce, emocionó a un grupo de proveedores de Internet independientes que se unieron para llevarle el servicio a su casa. No fue fácil poner el plan en marcha. Los especialistas tardaron cuatro días trasladando todas las herramientas necesarias. Fue un viaje de cuatro horas, de las cuales dos son por rutas de ripio. Pero lo hicieron. Y el esfuerzo valió la pena.

Con la conexión en casa, Romina estudia con agilidad. “Todo es más fácil, podás llamar por videollamada a Sandra y lo que no sé ahora lo busco en Google, cosa que antes no podía”, dice la pequeña alumna.

La escuela Leopoldo Lugones, a pesar de estar en una zona algo aislada, tiene Internet, clases de música, inglés y formación completa. La cuarentena puso en evidencia la brecha de conectividad que viven miles de chicos en el país.

Con información de: elsoldelalaguna.com

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