Científicos de todo el mundo han alertado que el exceso de luz artificial por las noches puede provocar efectos negativos en la salud, desde alteraciones del sueño y ansiedad, a un aumento del riesgo de padecer cáncer.
Uno de los principales problemas es la supresión de la melatonina, una hormona que se segrega en la oscuridad de la noche y que es esencial en la regulación del sueño, advirtió Luc Schlangen, de la Universidad de Tecnología de Eindhoven, durante un foro virtual sobre contaminación lumínica organizado por la ONU en Viena.
Según Schlangen, «hace falta muy poca luz para suprimir completamente» esta hormona, un proceso que, además, ocurre muy rápidamente.
En las ciudades, donde suele haber mucha iluminación artificial nocturna, la segregación de melatonina se retrasa, reduciendo el ciclo del sueño y provocando un «jet-lag social», ya que los fines de semana la gente suele acostarse mucho más tarde de lo habitual.
Según Mario Motta, cardiólogo de la Asociación de Medicina Estadounidense, existen numerosos estudios que asocian la sobreexposición a la luz artificial con el desarrollo de cánceres de mama y próstata.
«Hay mayores índices de cáncer de próstata y mamá entre personas que viven en entornos donde hay luz artificial en las calles», señaló.
Motta explicó además que si se padece cáncer de mamá y hay una exposición excesiva de luz artificial durante la noche, el cáncer se desarrolla más y con más rapidez.
El problema radica en la luz azul que producen las bombillas LED, que son más eficientes pero también más dañinas para la salud.
«En Medicina tenemos un dicho: ‘no hacer daño’. Creo que los fabricantes de iluminación deberían hacer lo mismo», lamentó.
Otra víctima inesperada de esta sobre iluminación nocturna es la biodiversidad: casi la mitad de los insectos y el 93% de los anfibios necesitan la oscuridad para desarrollarse.
Además, según explica Sibylle Schroer, del Instituto Leibniz de Berlín, los ciclos de polinización pueden verse afectados por la luz artificial, ya que muchos polinizadores nocturnos se ven más atraídos hacia las fuentes de iluminación que hacia las flores.
En los últimos diez años, la tasa de aumento en la potencia de la luz artificial fue del 2% anual, el doble que la tasa de crecimiento de la población.
Según Motta, estos efectos nocivos derivados de la luz artificial pueden reducirse con «buena ingeniería», algo que Schroer ratifica: «No solo debería reducirse la luz azul sino dirigir la luz» para que ilumine solo las zonas necesarias.
Los problemas de la contaminación lumínica son el eje del foro virtual «Cielos oscuros y tranquilos para la ciencia y la sociedad», que se celebra hasta el viernes y que organiza la Oficina de Naciones Unidad para el Espacio Exterior (Unoosa), el Instituto Astrofísico de Canarias y la Unión Astronómica Internacional.
Con información de: infobae.com