marzo 28, 2024
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El día que un campesino voló agarrado al ala de un avión

octubre 8, 2020 | 614 vistas

Toda clase de situaciones y episodios se han visto en la historia de la aviación, así como algunas tragedias que han conmovido al mundo por su impacto, pero también ha habido grandes hazañas que quedan para la posteridad y el recuerdo de las generaciones.

Y uno de esos capítulos extraordinarios e inusuales de la aviación ocurrió precisamente en la Comarca Lagunera un día como hoy, pero del año 1950, su protagonista fue un joven humilde originario del ejido Florencia, Cliserio Reyes Guerrero.

Debido a una desfavorable posición económica y buscando nuevas oportunidades, el joven junto a varios de sus amigos, emigró a Estados Unidos a mediados de la década de 1940, pero las autoridades al poco tiempo descubrieron su estancia ilegal y lo deportaron al igual que a sus paisanos.

Pero su suerte al parecer estaba escrita, por lo que debía dedicarse a la agricultura o algún otro oficio que le proporcionara alguna remuneración, por esos días lo más común para los habitantes de la región eran los campos de algodón.

Hasta ese entonces Cliserio se dedicaba a manejar tractores para ayudar a su padre en cuestiones agrícolas.

Pero un acontecimiento cambió su visión por completo y su destino, se trataba de la inauguración del nuevo Aeropuerto de Torreón en el año de 1946.

Pronto aquellas máquinas voladoras comenzaron a llegar a la región provenientes de Ciudad Juárez y Ciudad de México, pertenecientes a las Líneas Aéreas Mexicanas (Lamsa), aviones tipo DC-3.

En el lugar se reunían los jóvenes de las zonas aledañas a observar el aterrizaje de los aviones, un espectáculo para presenciar la modernidad de la aeronáutica.

Cliserio contaba con poco menos de 17 años en ese entonces, volviéndose un visitante frecuente de aquellos despegues y aterrizajes en el aeropuerto, aumentando día a día su fascinación por los aviones y su funcionamiento, por lo que pronto su objetivo en la vida sería volar una de esas máquinas.

Durante varios meses el joven observó con detalle los movimientos de la compañía, dedicándose a memorizar los tiempos de salidas y llegadas, ideando muchas formas de introducirse a un avión sin ser descubierto, llegando a la conclusión de que solo existía una manera de hacerlo y era engancharse del exterior de la nave.

Finalmente Cliserio tomó valor para realizar su plan el ocho de octubre de 1950, a las 22:00 horas ya había conseguido una gorra de cuero, una camisa de manga larga y unos lentes para soportar el golpe del viento, listo para llegar a un avión DC-3 que estaba por partir a la Ciudad de México.

La aeronave con matrícula XA-FUM era el vuelo número 100 y en punto de las 23:00 horas el personal dio permiso para que el piloto Jorge Guzmán Lavat procediera a su despegue, sin percatarse nunca que en una de sus alas de la parte trasera del avión estaba el joven Cliserio aferrado al aparato con sus propias manos listo para despegar.

Cliserio pudo ver desde las alturas los hogares de Torreón cumpliendo así su sueño, llevando a cabo una de las proezas más arriesgadas de la historia de la aviación y todavía no lo sabía.

En cuestión de minutos el DC-3 alcanzó los 300 kilómetros por hora de velocidad, el cielo estaba despejado, pero antes de llegar a los 12 mil pies de altura el piloto reportó una “vibración inusual en los controles” lo que lo obligó a regresar a Torreón para evitar cualquier eventualidad.

El descenso fue tranquilo, pero al momento del aterrizaje la sorpresa fue grande al encontrar al polizón todavía aferrado al aparato, casi congelado, por lo que tuvo que ser ayudado por varias personas para bajarlo y revisarlo.

Cliserio fue a dar a la cárcel por este hecho. Al saberse de su hazaña y que era la primera vez en el mundo que alguien volaba de esa forma, cientos de personas enviaron cartas de todo el mundo, abogando por el joven pidiendo que se le perdonara su atrevimiento.

Se dice que fue perdonado e incluso la línea aérea le pagó sus estudios de aviación, lo cierto es que Cliserio se convirtió en una leyenda.

Con información de: elsiglodetorreon.com

 

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