diciembre 15, 2024
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noviembre 7, 2020 | 181 vistas

Antonio González Sánchez

Cada año, cuando se aproxima el término del año civil, también se aproxima el término del Año Litúrgico –que es el ritmo con el cual la Iglesia Católica realiza las celebraciones centradas en la celebración de la Pascua– y al aproximarse este término, la Palabra de Dios escrita en la Biblia que se proclama en la misa dominical hace una invitación a recordar que esta vida física un día se va a terminar, no para asustar, sino para ser consciente de esa verdad.

En el texto del Evangelio de este domingo escrito por san Mateo, 25, 1-13, el Señor Jesús presenta una parábola conocida como “Las diez vírgenes”.

Para entender mejor esta parábola es bueno tener en cuenta que la forma tradicional con se celebraba el matrimonio en Israel en tiempos de Jesús. El último día de los festejos, el novio se encaminaba con sus amigos a la casa de la novia, que esperaba su llegada acompañada de sus amigas de juventud. Después de que el novio llegaba, entre música, cantos y gritos de alegría, se formaba un solo cortejo hacia su casa, donde se celebraba el matrimonio y se tenía el banquete nupcial.

El texto del Evangelio califica a cinco de las jóvenes como “descuidadas” o “necias”, porque no fueron precavidas y no llenaron sus lámparas de aceite; las otras cinco, las califica de “previsoras” o “sabias”, estaban preparadas con sus lámparas llenas de aceite en el momento en que llegó el esposo. Las sabias son admitidas a la fiesta porque estaban preparadas; las necias son excluidas porque se preocupan por buscar aceite para sus lámparas en el último momento. Lo que distingue a unas de otras no es si duermen o están en vela, sino el hecho de haber preparado o no el aceite necesario para sus lámparas y así poder acompañar al esposo. De hecho dice el texto “como el esposo tardaba les entró sueño a todas y se durmieron”.

En la Biblia es sabio quien sabe conducirse y orientarse en la vida; es necio quien no tiene una orientación adecuada. Las jóvenes “previsoras” representan al creyente que escucha las palabras de Jesús y las cumple; y las “descuidadas” representan a quienes escuchan la palabra de Jesús, pero no las cumplen.

El aspecto decisivo es la fidelidad y la obediencia a su Palabra durante el tiempo de espera. El aceite de las lámparas representa la fidelidad y la perseverancia de los creyentes. Por eso las jóvenes sabias no pueden compartir su aceite con las otras en el momento final. No es un acto de egoísmo, sino un detalle que subraya la responsabilidad personal con la que cada uno se coloca  delante de la Palabra de Jesús.

Los creyentes deben estar vigilantes, a la espera del Señor, que llegará en forma imprevista. Es sabio quien se esfuerza en hacer la voluntad del Padre Celestial tal como lo ha comunicado Jesús.

Se puede orar con palabras del Salmo 62: “Señor, mi alma tiene sed de ti. Señor tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma, Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua”.

Que el buen Padre Dios les acompañe siempre.

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