noviembre 25, 2024
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abril 24, 2021 | 182 vistas

 

Quizás no tomé la decisión correcta en el momento correcto.

Perdí muchas cosas, entre ellas al amor de mi vida.

Si hubiera tomado la decisión correcta en el momento correcto, hoy mi vida sería otra, y estoy segura, al lado de aquella persona en la que una vez encontré no solo el amor, sino la compañía, la amistad y estabilidad, esto último, al menos lo tuve en ese momento.

Pero no. Decidí hacer otras cosas, que a lo mejor no era lo que yo quería, sino lo que yo debía hacer.

Estaba con esa persona. Estaba en una de las mejores etapas de mi vida: trabajaba, hacía lo que me gustaba y apasionaba, pero principalmente, estaba en un presente que pintaba un buen futuro.

Pero tomé una decisión que me cambió el futuro, dio un giro de 180 grados, que al final terminó en una situación trágica que algún día les contaré.

Él me estaba ayudando a decidir. Pero lo que me decía era algo que yo no quería escuchar. A veces cuando te aferras a alguna idea y alguien más te dice lo contrario, a pesar de que sea lo correcto, no lo aceptas. Y así fue en mi caso.

Entré a estudiar algo que no quería. Lo hice, no por convicción, sino por obligación, o quizás por presión familiar. Y ahí dejé parte de mi vida y otros sueños.

En ese lugar, al que poco a poco me fui acostumbrando, encontré el camino hacia un infierno que viví, en donde prácticamente hablé de cerca con el mismísimo diablo (lo digo metafóricamente porque no creo en el cielo ni el infierno), pero sí en el mal y en el bien.

Después de haber tomado esa decisión, perdí amigos, perdí parte de una vida que comenzaba a forjar en el ambiente que más me gustaba, me alejé de mucha gente, me alejé de muchas cosas.

Conocí a otras personas, aprendí cosas nuevas, me forjé en cuanto a disciplina se refiere. Aprendí a convivir con la soledad; pero también conocí a las personas equivocadas.

Perdí a una de las personas más importantes y a quien sigue siendo el amor de mi vida. Y digo que lo perdí porque simplemente las cosas ya no se dieron como a los dos nos hubiera gustado.

El asunto es que no tomé una decisión correcta.

Y en muchos casos, siempre es bueno escuchar una, dos, tres o hasta cuatro opiniones antes de tomar una decisión que te pueda marcar la vida. Que se piense bien antes de asumir una determinación. Que las cosas no se pueden tomar a la ligera ni a la “chingue su madre” o a “que sea lo que Dios quiera”.

Las decisiones son de uno, sí, pero debemos ver todos los escenarios posibles, tanto los negativos como los positivos. No debemos dejar impulsarnos solo por el corazón, sino también por la razón, y esta debe pesar más sobre el corazón. Tampoco dejarse a un ser divino inexistente.

A mí me pasó. Hay cosas de las que me arrepiento, pero al final sobre esa mala decisión tuve que sacarle el mejor de los provechos.

En resumen: hay que pensar antes de actuar.

 

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