diciembre 13, 2024
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abril 28, 2021 | 221 vistas

Chantal Martínez Díaz.-

Cd. Victoria, Tam.-
Justo en la entrada del ejido Adolfo Ruiz Cortines (a una hora de la Capital), vive don Gaudencio Chávez; se dedica la venta de aguas, raspas y refrescos para los trabajadores del campo en Llera de Canales, Tamaulipas.

Dice que nada le duele (mucho ayuda que todo el día anda en su triciclo vendiendo) y aunque de salud se encuentra en muy buenas condiciones, Gaudencio necesita que le echen la mano en su casa.

Vive en la entrada de este ejido justo enfrente de la cebollera, una empresa dedicada a la exportación, venta y empaque de cebolla.

Su casa son dos cuartos. En uno de ellos duerme, tiene una cama y dado que el techo está improvisado con pedazos de lámina, ni siquiera cabe parado, necesita agacharse para transitar en él.

La suciedad y el acumulamiento de objetos le generan que el problema se agrave. No tiene ayuda y acepta que necesita rehacer la cocina y su cuarto.

Este hombre cuenta que hace muchos años tuvo una familia, refiriéndose a hijos y esposa, sin embargo, se fueron a Reynosa y el decidió quedarse en un pedazo de terreno que le prestó su hermana.

Tiene 59 años ahora y solo busca sacar algo de venta para poder comer.

Por ahora necesita madera y láminas para levantar su cuarto y vivir más dignamente.

Don Gaudencio no sabe de tarjetas de banco ni mucho menos transferencias. Lo que él requiere es un poco de ayuda en insumos para levantar su cuarto y al menos tener una cocina para preparar los alimentos.

La única forma de recibir ayuda es en el lugar, ahí en la entrada al ejido y contactarse vía telefónica al 8341179294.

Este señor no tiene ningún apoyo social por parte de las administraciones de los tres niveles de gobierno.

Hoy se prepara para ir a Zaragoza donde empacando la sandía para poder vender sus aguas y refrescos. Antes se dedicó a la labor del campo, pero ahora es muy cansado, dice que le cuesta más trabajo.

EL DATO

 

De acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación,  el 7.2 por ciento de las mexicanas y mexicanos son personas adultas mayores, con 65 años o más. Y de ellos el 41 por ciento, es decir, cuatro de cada diez viven en pobreza.

Y aunque Gaudencio todavía no llega a ese rango de edad, los niveles de pobreza en que vive apuntan a que formará parte de la estadística y ese es el problema más importante.

La discriminación estructural hacia este sector es causa de dicha pobreza, y al mismo tiempo la acentúa. Se sabe, por ejemplo, que los ingresos derivados de un trabajo bien remunerado son la forma más efectiva para salir de la pobreza, pero las personas adultas mayores no tienen muchas posibilidades de acceder a un empleo porque empresas y gobiernos las consideran poco productivas (en el mejor de los casos) o inútiles (en el peor).

Esto las ha marginado a trabajos precarios, informales o mal remunerados. Al no tener ingresos suficientes ni seguridad social, la mayoría de las personas adultas mayores depende casi por completo de su familia y del Estado, pero ellos también las discriminan. En muchos hogares se les considera una “carga”, y por eso se les maltrata o abandona.

El Estado las discrimina porque no garantiza sus derechos más básicos ni destina los recursos necesarios para hacerlo, reconocer el Consejo.

Lo peor de todo es que los problemas más importantes que afectan a las personas adultas mayores están relacionados con la pobreza: ingresos insuficientes, sea por falta de acceso a empleos de calidad o por pensiones escasas o de monto insuficiente; dependencia económica de sus familias o del Estado, así como alimentación y atención médica insuficiente.

También hay otros desafíos relacionados con política pública; espacios no accesibles; falta de una política de cuidado, albergues y casas hogar con recursos y regulación suficiente, y otras medidas de inclusión social.

Otro dato duro es que la mayoría son mujeres y se vive una doble tragedia en esas condiciones.

Casi la mitad de todas las personas que tienen discapacidad (47.4 por ciento) tiene 65 años y más. En total, 34.6 por ciento vive en pobreza moderada y 6.6 por ciento en pobreza extrema.

Por cuanto hace al analfabetismo entre las personas adultas mayores aumenta con la edad y siempre es mayor en las mujeres: entre la población de 60 a 74 años, llega a 18.9 por ciento en las mujeres frente a 12 por ciento en los hombres; en la población de 75 años y más, llega a 32.2 por ciento en las mujeres frente a 23.9 por ciento en los hombres.

El 63.6 por ciento del cuidado no remunerado de personas adultas mayores lo hacen las mujeres, mientras que los hombres efectúan el 36.4 por ciento restante.

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