Francisco Ramos Aguirre.-
La urraca o «chanate», es considerado símbolo representativo de la cultura popular victorense. En tiempos inmemoriales, llegaron a Victoria misteriosas aves negras y construyeron sus nidos en árboles de plazas públicas, Paseo Méndez, Tamatán y Sierra Madre Oriental. El literato Manuel Payno, las describe oportunamente en una de sus crónicas publicada en 1843: «En tres veranos que permanecí en diversos puntos de Tamaulipas -entre ellos Ciudad Victoria- extrañé las golondrinas. …En compensación los árboles se cubren de urracas, casi toda la estación de calor y esas aves con su plumaje de tornasol y con el recuerdo que con el despiertan de la Gazza-Ladra de Rossini, me parecen a mí algo de lo más poético que las golondrinas».
Un mal día, el gobernador militar Raúl Gárate dispuso talar los árboles de la Plaza Juárez. Por ese motivo, cientos de urracas damnificadas buscaron un nuevo hogar en los frondosos Claveles de la India que adornaban la Plaza Hidalgo. Durante varios años, parvadas de urracas permanecieron en este sitio para deleite de quienes por las tardes, solían conversar en las bancas. Su reproducción masiva llegó al tal grado, que los parroquianos se fastidiaron de las excretas y escandaloso ruido, mientras se desplazaban en el aire o revoloteaban entre los ramajes. Entonces las autoridades municipales ordenaron su desalojo con estruendosos cohetes. En su defensa, alzó la voz la maestra Bertha Sierra.
DE CUBA A VICTORIA
En 1955 arribó a la Capital tamaulipeca el chef Diego Ariza Dumois, acompañado de María Cristina Blackmore Valdez, con quien contrajo matrimonio en 1941. Se instalaron en el último piso del Hotel Sierra Gorda, uno de los más importantes del noreste mexicano, ubicado al paso de la Carretera Nacional. Diego sustituyó a su padre Rafael, quien en durante dos períodos administró el restaurante del hotel, donde tuvo oportunidad de atender a célebres viajeros hospedados en este lugar, entre ellos artistas de cine, toreros, escritores, políticos encumbrados y empresarios internacionales.
Diego nació en Santiago de Cuba, fue hijo de la francesa María Dumois Michellet y el guatemalteco Rafael Ariza Gálvez. Miembro de una dinastía restaurantera, a los catorce años abandonó la isla y trasladó a la Ciudad de México donde prestó sus servicios en el Hotel Reforma, los restaurantes Los Azulejos de Sanborns, Leigtons y cocina de la fábrica Palmolive.
En medio de todo esto, los pájaros oscuros se convirtieron en tema de inspiración de leyendas, obras de teatro, pinturas, canciones y poemas. También surgieron nombres de poblados, cafés y librerías. Precisamente, uno de los lugares más recordado, se llamaba La Urraca Café y Fuente de Sodas, establecido en un local propiedad de la familia Sierra Bustamante, contra esquina del mencionado hotel.
Fue inaugurado la mañana del nueve de junio de 1957 después de misa, con asistencia de numerosos comensales quienes con gran expectación hicieron larga fila para ingresar. Asistieron a la apertura el chef Antonio Martínez, su esposa Chelina Torres, Roberto Inzausti, Rafael Ariza y La Chita Torres, aquel hombre de negocios dueño del restaurante El Patio Mexicano. La cafetería era atendida por María Cristina Blackmore Valdez. Gracias al concepto gastronómico y servicio de buen gusto a la altura de las grandes capitales, se transformó en uno de los favoritos de turistas canadienses y estadounidenses, mientras se dirigían a vacacionar al centro del país.
La Urraca era un establecimiento moderno, vanguardista, estilo norteamericano con aire acondicionado Whestinghouse, ambiente familiar y variado menú que atrajo la entusiasta clientela de clase media alta, principalmente de jóvenes. Como menciona una nota periodística anterior el día del arranque, el negocio estaba destinado a ser: «…el lugar de moda de la culta sociedad victorense».
El matrimonio Ariza Blackmore se rodeó de un buen equipo de trabajadores jóvenes, cocineros y meseras entre ellas Martha, María, Yolanda, Rosa, Bertha, Jesús Quilantán, Pancho y Raúl, bien uniformados y buena presentación. Como recuerda su hija Susana, actualmente radicada en Monterrey, «…aquellos fueron tiempos de gran esplendor».
Gracias a su enorme experiencia en restaurantes internacionales, los propietarios editaron un atractivo menú bilingüe con sorprendentes y variados platillos propios de la cultura norteamericana que dejaron con la boca abierta a los comensales. Por ejemplo sandwiches a la plancha, hamburguesas, perros calientes con chile y carne estilo México, tartaleta individual, pastel de chocolate moda, melón y fresa, club sandwich de pollo, jamón y queso cremoso, waffles con mantequilla Gloria y miel de maple, machacado, omeletts, café capuchino, lechero, americano y express. En los ardientes meses de primavera-verano, cuando el termómetro alcanzaba altas temperaturas, la clientela saciaba la sed con refrescos, cocteles de frutas, jugos, ensaladas, helados, partfaits, banana split y limonadas.
El negocio representó una escuela influyente en la gastronomía local. Abría a las siete de la mañana y cerraba a las once de la noche. Igual que el Café Turner’s, una de especialidades era el pollo frito a la canasta: «…medio pollo americano de leche, hecho en crudo y empanizado frito en nuestra freidora eléctrica Hot-Point y servido con papas y cebollas fritas a la francesa, para deleite de usted».
Otro de los atractivos eran el sundae de caramelo y ice cream soda. Desde luego vendían batidos o licuados de sabores. En aquel tiempo, se acostumbraba agregarle un huevo o una bola de helado flotando, por un peso extra. En cuanto a la comida mexicana, cocinaban carne asada, tacos de pollo fritos, huevos rancheros, con chorizo, a la mexicana y revueltos; chuleta de res y beby t. bone.
La Urraca se convirtió en el sitio de referencia para citas amorosas y convivencia social entre periodistas, turistas, agentes viajeros, políticos y profesionales. Para cualquier emergencia médica, resultaba más fácil encontrar en ese lugar a los doctores Jesús Lavín Zorrilla, Casimiro Lavín Toledano, Valentín Lavín Govela, José Anglés Girón, Matías Canales, Carlos Canales, Francisco Vélez y otros quienes reservaban dos mesas cerca de un potente ventilador.
El célebre local que dejó tantos recuerdos gratos entre los victorenses, cerró sus puertas en 1966, debido a la disminución del turismo por la apertura de la Carretera 57. En ese momento el español Carlos Arselus, invitó a Diego a instalar en Tampico una cafetería parecida a La Urraca. Bajo estas circunstancias, la familia se trasladó al puerto donde asumió la gerencia del Elite durante tres años. Enseguida pasaron una corta temporada en el restaurante Diligencias y finalmente en 1971 abrieron el Restaurante Del Mar, frente a la Plaza Libertad. Vale decir que Cristina Blackmore, fue fundadora y primera presidenta de la CANIRAC.
A mediados del siglo pasado, la presencia de los chefs Rafael y Diego Ariza y Antonio Martínez en Victoria, contribuyó a la evolución y mestizaje de las formas gastronómicas locales. Los Ariza, pusieron de moda algunos platillos de origen estadounidense, pero sobre todo implementaron el concepto de las cafeterías, heladerías y restaurantes de comida rápida fundadas en Estados Unidos, durante la post guerra. Entre ellas Dairy Queen y Whataburger pioneras de las cadenas de la industria alimenticia en aquella época. En cambio el chef Martínez de origen cubano, se convirtió en próspero hotelero después de incursionar como empresario en el Campo Turístico el Peñón.
A don Rafael se le recuerda porque en 1952, organizó los famosos Domingos Sociales en el Salón Los Candiles del Sierra Gorda, donde los victorenses se divirtieron, comieron y bailaron en medio de un buen ambiente provinciano. Durante las tertulias, el locutor Basilio Manzur formulaba con su potente voz, sencillas preguntas a cambio de regalos. Por ejemplo, Leticia Montelongo obtuvo una caja de cerveza Carta Blanca obsequio de José Sierra Torres, al acertar el título de la canción de moda Patito Patito, interpretada por Los Príncipes del Swing de Rudy Varela. En cambio Carmelita Bringas recibió 20 pesos por descifrar las siglas del Coñac francés V.S.O.P «Very Super Fine Old Pale.»