Arnulfo Mata Huerta.-
Hablar de Antonio Carlos Velázquez López es necesario hacer un recorrido por los llanos de Victoria, donde en aquellos lejanos años los campos donde se jugaba el futbol con aquel duro balón de cuero que en ocasiones dejaban “tremendos raspones” por los rozones en cada una de las acciones.
Bien, en estos llanos me tocó ver jugar a Carlos Velázquez, y sinceramente me llamó la atención la fuerte pegada con la que Carlos trataba de anotar su gol.
Así lo vimos en el Revolución, colonia Victoria, Ayuntamiento, Maracaná, en los Valery Villagrán como en los de la colonia Miguel Alemán, etcétera.
Fue estrella en el equipo de Marcos Becerra Palacios, sea el histórico y bien acoplado Deportivo México de gran tradición en el balompié capitalino.
Y siempre vimos la entrega de Carlos Velázquez en cada uno de sus partidos.
Le formulamos varias notas y una que otra entrevista sobre todo cuando fue reconocido como uno de los más sobresalientes en la Liga Burocrática.
Así con mi pluma y libreta en mano este disque reportero de deportes de El Diario de Victoria reseñaba las hazañas deportivas de este ícono del balompié victorense
Pero vamos a conceder un espacio en el que Edgar Joel.Yépez Ibarra nos presenta una reseña muy completa del currículum deportivo de este ejemplar jugador, que estuvo a punto de “tomar una tacita de café” con la Máquina Celeste” de la Cruz Azul y Pandilla de Monterrey, pero dejemos que Edgar Joel presente su escrito sobre Carlos Velázquez.
CARLOS VELÁZQUEZ, UNA LEYENDA VICTORENSE
Los barrios son todo un enriquecedor mosaico de cultura, costumbres y tradiciones. Son espacios donde cada familia carga día a día con el sueño de salir adelante.
Y es en el hogar, era hace algunas décadas, y también en la escuela, lugares maravillosos donde se nos inculcaba el respeto, la decencia, y el no tomar nada que no fuera nuestro.
Y así con estos valores, más el ser responsables y solidarios entre todos, mis amigos y yo recorrimos desde pequeños el espacio geográfico de nuestro barrio y más allá. Y es en los barrios, cuando se van constituyendo, cuando están en formación, donde se vive la más genuina solidaridad para darnos la mano, unos con otros, y ayudarnos a superar; es la solidaridad que viene de almas buenas, de sacrificios y esfuerzos, esa que ayuda a abrigar a otros en tiempos difíciles para ayudar a que le crezcan de nuevo las plumas, a curar heridas, para volver a volar.
Y desde pequeño fui coleccionando recuerdos, como quien colecciona emocionado estampitas de todo tipo, vivencias que le dieron y siguen dando felicidad a mi existencia, pues de cada casa, de cada amigo, de cada familia, de cada calle, de cada pequeña tienda pequeña y grande, de cada juego de infancia y juvenil, de todo lo que constituía esta pequeña y hermosa patria nuestra llamada Pitayal, algo quedaba atrapado en la memoria.
Fue bonito transitar por cada calle. Al norte más urbanizado, al sur más deshabitado, más monte, aves de todo tipo como las cotorras catalinas, calandrias, codorniz, paisanos o correcaminos, pájaro carpintero, más el cantar de los gallos anunciando el atardecer y el amanecer, o las gallinas que cantaban para decirnos que ya había huevos.
Ahora al recorrer las calles, acuden los recuerdos, saltan las voces de familia y amigos, rostros a veces tristes, pero la mayoría de los días risueños y de mucha esperanza, se asoman y nos abrazan en ese grandioso ayer.
Y así, al entrar al enriquecedor túnel de la memoria, me instalo en la calle del 19 y 20 Berriozábal por donde asoma Carlos Velázquez, uno de los ídolos más representativos del “Pitayal” y uno de los futbolistas más queridos de la Ciudad. En la década de los 70 el campeonísimo equipo Cruz Azul lo invitó a probarse con ellos, también el equipo de Monterrey le hizo la invitación.
Carlos Antonio Velázquez López nació en el año de 1950, sus padres Gil Velázquez Castañeda y Francisca López Ortiz, y sus hermanos Salvador, María de los Ángeles, Gil y Cristóbal, integraron una muy querida familia a la que aún se recuerda con mucho cariño en el barrio. Sus hijos son Héctor, Ricardo, Carlos, Gerardo, Hugo, Ana Karen, Karla Verónica, Edgar, Itzel, y Antonio, procreados con Elia Cuevas Navarro (QEPD), Martha Alicia Gatica Velázquez (QEPD), y con Acela María Garza Puga.
Carlos destacó por su gran habilidad para el futbol, con todo lo que un profesional requiere para brillar y de potente pegada al balón que nada se le envidiaba al Pata Bendita Osvaldo Castro, a Cabiño, al Tuca Ferreti, o a Cardozo. Jugó en todas las categorías y registra más de 700 goles, cinco títulos de goleo y 30 campeonatos con equipos. Entre los equipos que jugo se recuerda al Mercedes, Cordelería, Auto Servicio del Norte, Dep. Toños, Agronomía, y el Campeonísimo México. Representó a Tamaulipas como seleccionado estatal en diferentes ocasiones. Metió goles por racimos en el Maracaná, Manzanares, Valerys, Ayuntamiento, Estadio, Tamatán, en fin en todos los campos de futbol de Victoria.
La solidaridad es un alto valor que nos genera el más humano sentimiento para darnos la mano. Cuando a Carlos lo invitaron los equipos Cruz Azul y Monterrey a irse a probar, donde sin duda hubiera brillado, él tenía poco tiempo de haber ingresado a trabajar al Gobierno de Tamaulipas y se le hizo difícil dejar el trabajo, porque significaba dejar de aportar recursos económicos para la familia y ayudar a los padres al sostenimiento del hogar. Hermosa solidaridad. Gran historia.