En esta tercera entrega de la gustada saga en la sinopsis oficial de la trama de esta historia, ahora los investigadores de fenómenos paranormales Ed y Lorraine Warren (Patric Wilson y Vera Farmiga) se enfrentan a un nuevo caso que es el de un hombre acusado de un terrible asesinato, que asegura haber sido poseído por un demonio en la década de los años 80.
En esta historia ambos investigadores tendrán que afrontar el caso de un hombre que ha sido acusado de asesinato tras haber sido poseído por un demonio. Personalmente recuerdo que corría el año de 2016. Salía de la sala comercial de cine de ver “El Conjuro 2”, y tenía dos certezas. La primera era que había visto una buena y gran película, y la segunda, que iba a ser difícil dormir esa noche. No recuerdo si me quedé mucho tiempo despierto, pero lo que sí recuerdo es la incomodidad de estar solo en casa.
Cinco años después se estrena “El Conjuro 3: El Diablo me obligó a hacerlo”, una secuela que recupera al matrimonio protagonista después de los intentos algo fallidos por extender el universo de los Warren, con la cinta “La Monja” como el fiasco mayor, “La Maldición de La Llorona” pisándole los talones, y obviamente la precuela y la secuela de “Annabelle” como propuestas menores y un poco entretenidas. Tengo que admitir que, decidido a verla, temí una noche como aquella, pero no ocurrió. Cuando terminó, simplemente me acosté y me dormí sin ninguna dificultad.
La moraleja de esta historia sería algo así: si el sueño llega sin esfuerzo después de la función, no son buenas noticias para una película de terror, lógicamente desde mi punto de vista personal como apasionado cinéfilo y profesionalmente crítico de cine/periodista. Pero hay que ser justos: “El Conjuro 3” no está a la altura de sus antecesoras, pero es más competente que la mayoría del cine de terror contemporáneo que puede verse por estos días. Es probable que eso se deba casi exclusivamente a sus protagonistas, Ed y Lorraine Warren.
Son los Warren, interpretados por los competentes actores Patrick Wilson y Vera Farmiga, los que permiten que al espectador le importe lo que está pasando; son ese núcleo emocional sobre el que se construyen las grandes historias. Y sí, la cinta de “El Conjuro 3” no es una gran historia, pero se mantiene a flote durante un buen rato porque nos preocupa que a Ed le dé un infarto, o que Lorraine se pase de más con sus conexiones con el más allá y no vuelva. Las historias de los Warren son demoníacas, pero de lo que hablan en verdad es de la manera en que estas dos personas se enfrentan a esos demonios.
Mi ocho de calificación a esta tercera parte, porque al igual que sus antecesoras, la película se inspira en un caso real que ya tuvo una adaptación para televisión en los años 80, llamada “The Demon Murder Case”, pero si en aquellas la premisa funcionaba agregando al terror una capa de credibilidad, acompañada por la construcción de climas y personajes de James Wan, acá no es más que una anécdota. Si uno mira más allá de los Warren, empiezan a aparecer los secundarios desechables y los giros funcionales del guion, en una trama detectivesca que parece salida de alguna novela policial del montón.
La aparición de un culto satánico como el responsable de mover los hilos echa por la borda la posibilidad del terror intangible, ancestral, ese que no te deja dormir, y el interés permanece porque la dupla protagónica sigue en pantalla. No voy a negar que el cineasta Michael Chaves filma secuencias atractivas visualmente y que su película luce muy profesional, pero como decía antes, no es más que un artesano al que dejaron a cargo del negocio fílmico por un rato.
De la marca autoral de Wan, esa combinación entre clasicismo e innovación, solo quedan los cimientos, y Wilson y Farmiga hacen lo que pueden para que la cosa funcione, con mucha dignidad y oficio. Verlos alcanza para salvar esta secuela menor, entretenida y probablemente olvidable. Por cierto, defendía Rodrigo Cortés recientemente en una entrevista que “si vas a la ciudad de Las Vegas a ver al mago David Copperfield es para durante esas dos horas nos haga creer que hace magia, no para gastar dólares en demostrar lo que es evidente”.
Este, es un debate que desborda actualidad e interés. Si la obra no es capaz de convencer al público, ¿es culpa del talento del autor o de la apatía de los espectadores? Con Wan no hay dudas. El director australiano, nacido en Malasia, lleva años rindiendo cuentas de su habilidad como prestidigitador, como creador de universos propios que resisten el escrutinio de cualquier escéptico. Sus películas no solo son aterradoras, sino que también ofrecen una estructura sólida, un estilo propio e incluso imágenes icónicas.
El trabajo de Michael Chaves, que tras dirigir “La Maldición de La Llorona” en 2019, sustituye a Wan en esta tercera entrega de los esposos Warren, era mantener a los asistentes con la mirada fija en la baraja, recoger las piezas de una saga espectacularmente bien diseñada y seguir asustando. Lo consigue con creces. Sin embargo, falla el truco final. Esta tercera parte convierte a los Warren en detectives; “El Conjuro 3” agrupa sus mimbres en un cierre de espectáculo conservador, este filme puede estar basado en una historia real, pero si el final te deja confundido qué sentido tiene.