Francisco Ramos Aguirre.-
De acuerdo al periódico El Porvenir de Monterrey, en abril de 1920 poco antes del asesinato del presidente Venustiano Carranza, el Gobierno tamaulipeco entregó la Planta de Luz a sus nuevos propietarios, representados por el ingeniero de origen español José Fernández de Jáuregui benefactor de la catedral de Nuestra Señora del Refugio y apoderado de la sucesión de Guadalupe Fernández de González. Por otra parte, mientras los legisladores redactaban algunos artículos de la nueva Constitución de Tamaulipas, por esos días llegó a la estación de ferrocarril de Ciudad Victoria el candidato a la presidencia de México general Álvaro Obregón. Fue recibido por el diputado Candelario Garza, un grupo de portesgilistas y varios oradores.
Prohibido encender focos mayores de 40 watts
En esa época el abasto de electricidad se generaba en la planta de luz, a través de calderas y maquinaria regularmente en malas condiciones. Cuando había necesidad de repararlas, la administración asumía medidas drásticas que afectaban el consumo. Por ejemplo, en marzo de 1921 exhortaron a los clientes a evitar el encendido de focos de potencia mayor de cuarenta watts: «…haciendo advertir que el que usare lámparas de mayor capacidad, se verá obligada esta Administración a cortarle el servicio … por el mucho recargo de energía que pesa sobre los aparatos de proyección». (Revista Anunciadora/marzo 13 de 1921).
En medio de todo esto el gobernador López de Lara, celebró contrato de compra-venta de la empresa con los herederos Guadalupe Fernández de González y Manuel González (hijo), radicados en Tampico. En mayo de 1924 durante el gobierno del profesor Candelario Garza, la Planta Para Luz Eléctrica y Fuerza Motriz, pasó a manos de una Junta de Administración Civil particular, presidida por el canadiense George B. Cameron.
A su vez, las autoridades estatales convocaron a la empresa a instalar una nueva y moderna planta, capaz de proveer: «…energía eléctrica, luz para el alumbrado para Plazas de la ciudad, edificios públicos y residencias particulares; así como fuerza y calefacción para los mismos». El contrato establecía el compromiso de mejorar el servicio de luz, construir nuevas instalaciones y proveerla de un dinamo de mayor potencia.
Con ello, se fincaron nuevas esperanzas para elevar la calidad del ansiado servicio de luz. En septiembre de 1928, se inauguró el servicio eléctrico en la colonia Guadalupe Mainero y se programó una ceremonia similar en la colonia Pedro J. Méndez, establecida al norte de la Capital: «Debido a que el encargado del ramo ingeniero Luis G. Chávez, no sabemos que causas le haya impedido efectuar la mencionada inauguración». Para entonces los trabajadores se habían afiliado a la Cooperativa del Sindicato de Electricistas S.C de R.L.
En un afán de establecer el servicio durante las veinticuatro horas del día y estar a la altura de la importancia de una capital del estado, en 1931 Juan Müller anunció la adquisición en Alemania de maquinaria o motor Diessel Deuz Otto de 20 mil dólares, sin incluir un compresor. Su destino fue la Planta Eléctrica y Fuerza Motriz en la Calzada de Tamatán. Presuntamente con los nuevos aparatos, se cubriría la demanda en los barrios más apartados de Victoria. Además, favorecería otros sectores productivos. En particular para atraer inversionistas en el sector industrial «…que hasta hoy no habían podido establecerse por la falta de electricidad en potencia suficiente para movilizar grandes talleres, pues el dinamo actual con que cuenta la Planta de Luz, apenas es suficiente para alumbrar medianamente algunas calles».
En comparación con otras capitales, en esa época Victoria tenía pocos habitantes. A pesar de ello, el proceso de electrificación de Victoria fue complicado. En este sentido, es justo valorar los esfuerzos de la iniciativa privada y gobiernos, quienes ayudaron a sentar las bases para establecimiento de uno de los servicios públicos, fundamentales del buen vivir y desarrollo de la localidad. En noviembre de 1937 informa El Gallito que llegó a Ciudad Victoria el señor Gonzalo Zaragoza, con el propósito de asumir la gerencia de la Unión Cooperativa de Trabajadores de la Industria de la Luz Eléctrica, encargada del suministro de luz y fuerza en esta Capital. Las oficinas estaban contiguas al Teatro Juárez. Dos años más tarde, Zaragoza originario de Sinaloa, se involucró en actividades políticas con miras a suceder al gobernador ingeniero Marte R. Gómez.
Los conflictos de intereses entre la empresa y algunos usuarios, estaban a la orden del día. Uno de ellos se relaciona con el administrador del Cine Teatro Obrero, quien a mediados de 1950 culpaba a la Compañía de Eléctrica local, sobre las interrupciones mientras proyectaban las películas. El gerente Guillermo García, acusó al gerente del cine de daños morales y falsos cargos, argumentando que el cinematógrafo era muy viejo e inservible. Al respecto el periódico Tribuna de mayo de ese año, dice lo siguiente: “El domingo anterior el mencionado cine, revivió sus viejos tiempos al exhibir películas mudas, con perjuicio y natural disgusto del público que abandonó la sala, en donde explicó que las deficiencias se debían al mal servicio eléctrico”.
A lo largo de los años, la empresa fue modificando su manera de operar debido a las constantes fallas y apagones, derivadas de las deficiencias técnicas y bajo voltaje. En diciembre de 1947 Juan García, Guillermo García y José Íñiguez establecieron el nuevo servicio de alumbrado y energía eléctrica: “…para que haga rivalizar a Ciudad Victoria, con cualquier otra ciudad importante del país”. La infraestructura y el servicio mejoraron en años posteriores, gracias a la adquisición de nuevas tecnologías y cursos de adiestramiento que el gobierno ofrecía a los empleados. Una de las capacitaciones se realizó en 1957, cuando Pedro Ramos presentó examen de competencias ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, para convertirse en titular de turno, encargado de operar generadores de vapor y baterías generadoras de vapor. Los artefactos tenían capacidad de cobertura, hasta de 300 metros cuadrados en poblado y 600 metros en despoblado.
EL RUIDO DE LA SIRENA
En cierto sentido, la nacionalización de la industria eléctrica en 1960 por el presidente Adolfo López Mateos, significó un avance importante en la cubertura. Bajo el lema “Luz Eléctrica para Todos”, el Gobierno federal inició actividades para elevar el porcentaje de beneficiarios en todo el país, entre otras poblaciones Ciudad Victoria con el Anteproyecto de Suministro de Energía Eléctrica del ingeniero Pablo Casanova Cisneros. El plan favoreció a la Capital tamaulipeca, donde operaron varios gerentes de la Comisión Federal de Electricidad, la mayoría de estos profesionistas egresaron del Instituto Politécnico Nacional, entre ellos Carlos M. Villanueva -quien se atrevió a calificar a los líderes de la Cámara de Comercio y Comité de Defensa del Pueblo de limosneros porque se oponían al aumento de tarifas en 1955-, Oscar González Blackaller, Pablo Casanova por mencionar algunos.
Otro de los recuerdos entrañables de la Planta de Luz Victoria, era el silbato o sirena que se escuchaba puntualmente en diferentes horas del día, como si se tratara de un reloj. Era una referencia de los tres turnos de trabajo: siete de la mañana, tres de la tarde y once de la noche. Dicho artefacto similar a las sirenas de los barcos. El primer aviso, sonaba quince minutos antes de la entrada y salida de los trabajadores electricistas, emitiendo un potente estruendo fácil de identificar entre los sectores más alejados de la localidad. Por muchos años, se convirtió en un referente auditivo dentro de la vida cotidiana de los victorenses, quienes realizaban o suspendían actividades laborales y escolares al momento de emitirse el poderoso sonido entre grave y agudo lanzado al aire desde la Calzada Tamatán.