En honor a la verdad, el caso del popular actor canadiense/estadounidense Ryan Reynolds tiene sus interesantes y llamativas particularidades, en sus películas viene construyendo personajes e historias marcadas por la autoconsciencia y un distanciamiento canchero que muchas veces roza lo irritante. Eso ha llevado a que filmes como “Deadpool” y “Deadpool 2” no profundicen más allá de sus superficies autorreferenciales, o que en “Escuadrón 6” agote su batería de chistes, perdiendo de vista lo que implica la composición de un personaje con algo de carnadura.
Sin embargo, en “Free Guy: tomando el control” insinúa un cambio de rumbo para el actor, o más bien un salto madurativo, que le permite colocarse al servicio de lo que se está narrando en vez de querer montar un show propio para la audiencia. Quizás parte de la explicación pase por la asociación que establece Reynolds con el director Shawn Levy, quien armó una saga de aventuras bastante decente como la de “Una noche en el museo”, dirigió esa pequeña maravilla subvalorada llamada “Gigantes de Acero” (2011) y es productor de la serie televisiva “Stranger Things”.
Es que hay una sensibilidad particular en este relato sobre un solitario empleado bancario que descubre que es en realidad un personaje de fondo de un violento videojuego, lo cual lo conduce a acciones que cambian las reglas de su entorno. La autoconsciencia está, a pleno, pero no con una visión distanciada, sino empática, mucho más cercana al espíritu de “El último gran héroe”, donde la exposición del artificio era también un soporte para una reflexión sobre el lado oscuro de la creación artística. Esa oscuridad aparece en “Free Guy” por el lado del villano interpretado por Taika Waititi, el supuesto “creador” del juego.
Frente al cinismo que encarna el personaje de Waititi, el tándem Levy/Reynolds plantea una reivindicación de lo lúdico y, principalmente, de la aventura, del disfrute puro. “Free Guy: tomando el control” es una película que no para nunca, pero no de forma antojadiza, sino porque siempre está buscando giros nuevos para llevar adelante la narración y sus protagonistas. Alrededor de ese héroe involuntario que es el personaje de Reynolds, el filme arma, a puro movimiento, un pequeño gran universo repleto de seres con los cuales empatizar, como los encarnados por Jodie Comer, Joe Keery y Lil Rel Howery.
A todos ellos les brinda un espacio y desarrollo propios, lo que permite que los géneros se fusionen fluidamente: estamos ante una comedia de acción que es también un relato romántico, de amistad y de aprendizaje. La alegría de Guy casi logra hacernos olvidar qué ha conducido a la construcción de Free City. A siete años de su estreno, aún parecemos lejos de calibrar la relevancia que ha adquirido un filme como “Lego la película” en las actuales derivas de Hollywood. Más allá de que el intento de Warner por desarrollar un universo cinematográfico a partir de la obra de Lord y Miller no saliera del todo bien, sus hallazgos y pensamientos en torno a la cultura pop y a una nueva y mejorada capitalización de la misma han ido permeando los planes de las majors.
Mi 9 de calificación para esta muy entretenida e inteligente cinta, por la asociación entre Ryan Reynolds y Shawn Levy que da como resultado una aventura tan creativa como entretenida, que repiensa apropiadamente el proceso de la creación artística. Ya que se podrá decir que “Free Guy: tomando el control” apela por momentos a una pirotecnia audiovisual algo excesiva y que algunos de sus diálogos son un tanto redundantes con lo que quiere transmitir. Pero lo cierto es que Levy nunca pierde de vista lo que importa contar, maneja el tono juguetón con el equilibrio apropiado y le da la libertad justa a Reynolds.
“Free Guy: tomando el control” incorpora de forma correcta unas cuantas lecciones de la mencionada “El último gran héroe” (1993), pero también de filmes como “Ready Player One”, “Jumanji” y “Zathura”. Desde ahí se hace cargo del rol del creador y los espectadores, además de lo que puede dar la imaginación cuando va de la mano con la libertad. Lo hace con una catarata de colores y dejándonos en claro que no hay nada más importante que la diversión a todo galope. Al mismo tiempo, resulta un poco ingrato abordar “Free Guy” desde el cinismo.
La confluencia de IPs, cameos y guiños a públicos atomizados solo ejerce, al final, como telón de fondo para contar una historia que se pretende ingenua, y “Free Guy” te lo pone relativamente fácil para que te convenzas a ti mismo de que en efecto lo es. La simpatía de Reynolds, sus desventuras en un espacio urbano que vuelve a estar atiborrado de reminiscencias videojueguiles tras su intervención en “Detective Pikachu”, otorga a la película de Shawn Levy una coartada excelente, con su mirada infantil en pleno descubrimiento del mundo fundiéndose con la nuestra, tan necesitada por otra parte de este tipo de retóricas.