mayo 10, 2024
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agosto 31, 2021 | 580 vistas

Diego López Bernal.-

Cd. Victoria, Tam.-
Las enfermedades que ponen en riesgo la existencia de las personas no reconocen edades, pueden llegar en cualquier momento de la vida y representan el inicio de luchas intensas por la sobrevivencia; una de ellas es el lupus.

Esta enfermedad puede afectar las articulaciones, la piel, los riñones, los glóbulos, el cerebro, el corazón y los pulmones; los síntomas varían, pero suelen incluir fatiga, dolor de articulaciones, sarpullidos y fiebre. Pueden exacerbarse periódicamente (brotes) para luego mejorar, señala Google.

Pero Valeria Guadalupe Medina Cervantes no necesita de Internet para explicarnos sobre la vida con esta enfermedad pues puso en riesgo su vida al afectar riñones y pulmones.

Con 33 años de edad en la actualidad, la joven mujer victorense nos comparte lo que ha sido su vida, su lucha, para continuar su camino al lado de su familia, que ha dado todo para que lleve una vida normal, en un camino que no ha sido fácil.

 

EN LA FLOR DE LA ADOLESCENCIA

Justo cuando cualquier jovencita comienza a vislumbrar su futuro, en esa etapa color de rosa en la que se tejen suficientes ilusiones para convertirse en mujer, llegó la noticia que ni Valeria ni su familia esperaban.

“Cuando tenía 15 años de edad fui diagnosticada con artritis reumatoide. En ese momento yo me encontraba cursando mi segundo semestre de preparatoria; a pesar de que en ocasiones amanecía con fuertes dolores en mis articulaciones, concluí mi preparatoria y llevaba mi vida de lo más normal, solo bajo tratamiento médico cuando se necesitaba. Los dolores en mis articulaciones desaparecieron”, comienza Valeria su historia.

“Cuando me encontraba cursando mi licenciatura, de repente empecé con temperatura, diarrea, vómito y tos excesiva. Tras acudir con varios doctores y llevar varios tratamientos, a los cuales no cedían los síntomas, tuvieron que hospitalizarme en el Hospital General, llegando con falla pulmonar y falla renal, ahí me realizaron diversos estudios.

“A punto de ser llevada a terapia intensiva, el doctor, sospechando de lo que podría tener, empezó a darme tratamiento con el cual empecé a mejorar. Realizándome un último estudio, en julio del 2009 fui diagnosticada Lupus Eritematoso Sistemático.

“En ese momento yo no entendía la gravedad ni conocía la enfermedad. Me fue muy difícil el tratamiento ya que fueron al principios tres aplicaciones seguidas de ciclofosfamida (quimios) y una por seis meses seguidos, al igual que altas dosis de cortisona, los cuales tiene efectos secundarios como: caída de cabello, retención de líquido, aumento de peso, inflamación en cuello y la cara se ve redonda, fatiga, la piel se adelgaza, se nubla la vista, entre otros.

“Gracias al tratamiento pude recuperar el funcionamiento de pulmones y riñones al cien por ciento, logrando que el lupus entrara en remisión; al estar estable mis citas empezaron a ser un poco más espaciadas.

“Pude seguir llevando una vida normal con medicamento y los cuidados necesarios; logré terminar mi licenciatura, trabajar y casarme, pero tras transcurrir seis años de estar en remisión la enfermedad, un día me volví a sentir un poco mal y acudí a mi reumatólogo”.

 

MALAS NOTICIAS Y UNA LARGA BATALLA

Cuando todo parecía estar bajo control, al grado de perfilar su vida ya como una mujer casada y con expectativas profesionales para desarrollarse plenamente, Valeria comenzó la etapa más complicada.

“En diciembre del 2015 (el reumatólogo) me dio la noticia que el lupus se encontraba activo y que el funcionamiento de mis riñones estaba en 40 por ciento; la noticia fue igual de difícil escuchar nuevamente, pero en ese momento ya estando un poco más madura y pensando que sería como la vez anterior me volví enfrentar al tratamiento que me indicó, incluyendo altas dosis de cortisona.

“En enero del 2016 al asistir a mi revisión del mes el doctor encuentra que mis riñones habían disminuido su funcionamiento al 20 por ciento, modificando mi tratamiento, agregando nuevamente quimioterapias y refiriéndome con un nefrólogo. Asistí con él, donde me dio el diagnóstico de insuficiencia renal y por primera vez escuché la posibilidad de un trasplante de riñón.

“En ese momento ya no solo me enfrentaba al lupus sino también a una insuficiencia renal. A pesar de la situación, mi familia y yo tratamos de mantenernos positivos y pensar que con el tratamiento no iba a haber necesidad de un trasplante.

“Así, cada mes me hacía estudios, acudía a cita con el reumatólogo y al día siguiente me internaban unas horas para la aplicación de la quimioterapia. Después de unos meses el lupus se logró poner en remisión.

“Sin embargo, seguía el problema de la insuficiencia renal y a pesar del tratamiento y medicamento tomado mi salud se estaba deteriorando, eran más frecuentes entradas y salidas del hospital porque me ponía mal. Hasta que me tuvieron que meter a quirófano para poner en el cuello un catéter para realizarme hemodiálisis, las que se me realizaban dos veces por semana.

“Las hemodiálisis consisten en conectarme a una máquina durante tres horas para filtrar las toxinas y el agua de la sangre, como lo hacían los riñones cuando estaban sanos. El tratamiento puede sonar fuerte pero en mi caso ya lo sentía necesario al sentirme muy mal, al no comer bien y lo poco que comía lo regresaba, la hemodiálisis me ayudó a estabilizarme un poco y poder esperar a la inminente operación”.

 

TRANSPLANTE, LA LUZ AL FINAL

“A la par de mis hemodiálisis inició mi protocolo de trasplante, el cual consiste en hacerte una serie de estudios y asistir con varios especialistas como ginecólogo, internista, urólogo, dentista, cardiólogo, psicólogo, etc., así como también el donante tendrá que pasar por estudios y especialistas.

“Mi primer candidato para ser donante fue mi mamá, al tener todos los estudios y el no encontrar inconvenientes, los estudios del donante y del receptor se entregan al Nefrólogo y esos estudios se presentan ante una junta con nefrólogos, urólogos, cirujano, entre otros, para revisarlos. Y ahí se descartó a mi mamá como donadora.

“Mi hermana y una tía empezaron con el protocolo, el cual al meter a junta se consideró que mi hermana era apta para poder ser donadora, mandándonos hacer la prueba de compatibilidad, saliendo compatibles”, continúa Valeria en su narración sobre esta lucha intensa, fuerte, pero no imposible.

“Cuando ya tenía mi donador, al hacerme mis últimos estudios, al ir con el cardiólogo me dijo que por el momento no me podían operar ya que mi corazón se encontraba dañado, primero me tenían que hacer una operación y ponerme una válvula y al año de la operación de corazón continuar con mi protocolo de trasplante, modificó mi medicamento y me dijo que regresara con él en dos meses.

“En ese momento no sabía cómo reaccionar ya que yo no me había sentido mal y mantuve la calma; en ese tiempo solo seguí las indicaciones del doctor. Regresé con él nuevamente a los dos meses, igual me hizo el estudio y cuál fue la sorpresa que mi corazón estaba bien sin ningún daño, ese día me dio de alta para poder seguir con mi protocolo.

“Y así fue como mi hermana y yo después de haber pasado por especialistas, habernos realizado una serie de estudios, pasar por la junta y tener nuestra prueba de compatibilidad nos dio fecha para la operación.

 

UNA DONACIÓN SALVA SU VIDA

“Ingresé el día 17 de septiembre al Hospital Regional de Especialidades para la que sería mi última sesión de hemodiálisis y después nos ingresaron a las diez de la mañana a mi hermana y a mí para prepararnos para la operación.

“Yo ahí tuve que despedirme de mis familiares porque no los iba a poder ver hasta dentro de ocho días que me dieran de alta, porque iba a estar en un área restringido y solo podría ver a enfermeros y doctores.

“El 18 de septiembre del 2018, aproximadamente a las 8:00 de la mañana nos metieron a cirugía, la cual, gracias a Dios y al equipo médico, todo salió bien. Estuve en aislamiento por 15 días en el hospital hasta que me dieron de alta”.

“Hoy gracias a Dios me encuentro estable; han pasado cinco años y el lupus ha permanecido inactivo. Casi tres años de mi operación y me encuentro estable. Llevando mi vida de lo más normal, solo tomando mi medicamento como se me indica y a sus horas.

“Después de que antes no podía caminar ni un metro sin cansarme, hora puedo realizar cualquier actividad física. Antes no podía tomar más de 600 ml de agua al día. Hoy ya puedo tomar toda la que mi cuerpo pida sin ser medida.

“No podía bañarme bien porque si mojaba mi catéter podría darme una infección. Hoy puedo bañarme completa y de lo más a gusto. El color de piel dejé de ser cafesosa y opaca. Entre otras cosas más”.

 

NUEVA VIDA PARA VALERIA

Para finalizar, Valeria Medina, nos deja estas últimas reflexiones: “El camino fue largo, difícil y a veces doloroso, pero valió la pena porque hoy disfruto más las pequeñas cosas de la vida.

“Estoy agradecida principalmente con Dios, con mi hermana, que fue mi donadora y que sin ella a lo mejor yo ya no estaría aquí; a mi mamá, mi papá y mi segunda hermana por su apoyo incondicional en todo momento; mi tía, que tuvo la valentía para querer ser donadora, y en general a toda mi familia que siempre estuvieron al pendiente de nosotros apoyándonos física y moralmente.

“Gracias a que tenemos el Hospital Regional de Altas Especialidades de Ciudad Victoria ahí pude llevar el proceso de la insuficiencia renal, hemodiálisis y también mi operación; siempre fui muy bien atendida y cuenta  con los mejores doctores, como el doctor César Barragán y el doctor Antulio Silva (nefrólogos), el doctor Jorge Salinas (cirujano), Liliana Cruz y Karina Torres (enfermeras), Delma (trabajadora social). Espero sigan ejerciendo con la misma entrega y humildad que se les caracteriza.

“Me gustaría que quienes lean este artículo se informen sobre la donación de órganos y se vayan quitando todos esos mitos que dice la gente. Para que cada vez haya más donantes”, finaliza Valeria Medina.

 

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