diciembre 13, 2024
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septiembre 28, 2021 | 138 vistas

A lo largo de toda su filmografía, el director James Wan ha demostrado su talento excepcional para asimilar, combinar y reinventar influencias distintas del cine de horror en la misma película. En esta cinta, sobre una mujer asediada por aterradoras visiones, el realizador despliega ese talento con libertad y espíritu de diversión.

Con los éxitos taquilleros mundiales como lo fueron las gustadas películas de “El Conjuro” (2013)  y “Aquaman” (2018), el cineasta norteamericano de origen asiático pudo darse el lujo de hacer un filme que, a pesar de contar con un presupuesto bastante pequeño, es casi enciclopédico en sus ambiciones. El gran problema de una cinta como “Maligno” es que termina siendo un objeto repleto de información, pero inanimado.

Como un cuerpo cinematográfico que nunca llega a cobrar vida propia, al que su creador procura darle aire y movimiento en base a golpes de efecto que no llegan a tener el impacto y los resultados esperados. La criatura (por decirlo de algún modo) que piensa Wan junto a la guionista Akela Cooper es una donde el relato se centra en Madison, una mujer que comienza a tener visiones de asesinatos.

Progresivamente, se va dando cuenta que lo que le pasa no son sueños o alucinaciones, sino eventos reales y que incluso tienen conexiones con su pasado personal. Esa premisa, que tiene un potencial más que atractivo e interesante, le sirve al realizador como trampolín para desplegar todo un conjunto de referencias genéricas, estéticas, narrativas y hasta sociales.

Y es que, en la trama, paralizada por esas aterradoras visiones, los tormentos de esa mujer empeoran cuando descubre que sus pesadillas son muy reales. En “Maligno” hay guiños, homenajes y citas al giallo italiano, el slasher, el body-horror, los thrillers de asesino seriales y la comedia negra, entre otras vertientes, además de comentarios en relación con el pasado histórico de esa compleja urbe que es Seattle.

Como el “Doctor Frankenstein”, Wan toma partes desde múltiples orígenes para armar una entidad con oxígeno propio. El problema es que ese cuerpo llamado “Maligno” nunca llega a respirar por sí mismo, es más un rejunte de ideas astutas que un todo consistente, un ejercicio paródico y canchero, pero en el fondo, vacío. Y que, además, se pretende disruptivo a partir de su estructura de caja de sorpresas, aunque en el fondo no deja de ser extremadamente predecible.

Es que, en verdad, se le notan demasiado los hilos, su diseño para apuntar a un espectador que gusta de los subrayados cuando puede tomar distancia del relato y observarlo con tranquila seguridad. De hecho, por más que aparente ser el filme más arriesgado y libre de Wan, a partir de cómo confía en un público que posiblemente no vio buena parte de la tradición cinematográfica sobre la que se planta, es en verdad el más complaciente.

Por ahí no está hecho para interpelar a las audiencias masivas, pero sí al núcleo fanático del género y a la crítica especializada. Wan es ante todo un experto en el cine de horror como una caja de música cacofónica donde resuenan ecos de la literatura clásica gótica y “Maligno” es gótico romántico. Es una espiral de colores, pistas falsas, alucinaciones, sueños, asesinatos, mentiras y verdades que jamás deja que el espectador pueda pararse y reflexionar.

Estamos ante un regreso a las raíces del director, a este cine de género de bajo presupuesto con elementos gore y personajes con ligeras sobreactuaciones, pero una cosa es segura: ver esto en una película de un gran estudio es, por decirlo menos, nada común. El público que no esté familiarizado al género giallo, sin duda se sorprenderán con el giro al final del segundo acto; final que raya entre lo fantástico y lo excéntrico.

Mi 7.5 de calificación a esta producción fílmica en la nueva película de James Wan que pretende combinar toda clase de referencias genéricas al cine de terror para delinear algo nuevo, pero que termina siendo un objeto que nunca llega a cobrar vida propia, “Maligno” podrá no ser la película que venga a revolucionar el género, que sea un terremoto para la industria y genere miles de millones de dólares. Pero su poca originalidad y la causa del terror para sus protagonistas será algo que no deje indiferente a nadie.

Hay que reconocer que Wan filma muy bien, que demuestra que con el paso del tiempo se ha depurado y afinado con un estilo cinematográfico que le permite exhibir un gran dominio de la puesta en escena. Eso se ve particularmente en una secuencia de matanza y escape notable, donde todo se entiende a partir de una cámara que sigue con precisión todos los movimientos de los personajes.

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