diciembre 15, 2024
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octubre 5, 2021 | 150 vistas

Este thriller de horror es, en el fondo, un muy bien realizado drama íntimo con sesgos sumamente inquietantes, climas muy logrados y una actuación sobresaliente de la infravalorada actriz inglesa Rebecca Hall. En la trama, Beth (Hall) acaba de quedar viuda, su marido, Owen (Evan Jonigkeit) decidió una noche subirse a un pequeño bote que tenían cerca de la casa y dispararse en la cabeza.

Beth está en shock ni ella ni nadie parecían intuir nada que pudiera indicar esa decisión y ella ni siquiera sabía que él tenía esa pistola. Pero ese impacto demoledor, que la chocó como un tren a toda velocidad, muy pronto se redobla, ni bien empieza a pasar las noches en soledad en su casa, ya que comienzan a darse situaciones cada vez más extrañas e inquietantes.

Cosas que la hacen pensar que no está tan sola en ese hogar y que se relacionan no solo con el pasado de su esposo, sino también con su propio pasado. Uno que creía haber olvidado y que vuelve a hacerse presente. Como buena película de terror psicológico, “La Casa Oscura” es en el fondo un drama y los sustos son una expresión de una conflictividad no resuelta que quedan en segundo plano.

El temor está en lo que no se sabe, pero también en la contradicción entre lo que se quiere saber y a la vez, porque se intuye que la respuesta puede ser terrible. La verdad es lo que atemoriza, los secretos, el pasado enterrado o aguardando a desenterrarse, tanto física como mentalmente. Si en la aclamada “El Legado del Diablo” (2018) el horror se hacía cercano a través de lo familiar en “La Casa Oscura” el acercamiento a partir de la pareja se hace progresivamente extraño.

A medida que pasan los minutos, “La Casa Oscura” se va convirtiendo en una metáfora sobre el dolor de la pérdida, la dificultad para hacer el duelo correspondiente y la depresión no tanto como situación coyuntural, sino como una enfermedad incontrolable e incurable, que incluso puede conducir a la locura. Eso le permite al filme pararse en un lugar que propone un más allá desesperanzado, un vacío abismal, casi lovecraftiano, donde la espiritualidad cobra matices que rozan lo macabro.

El manejo entre el género cinematográfico del drama con sobre todo el suspenso y el horror está aquí muy bien llevado, porque como publico nos hace estremecer y a la vez compadecernos de la dura realidad que vive la protagonista, porque Hall demuestra toda su versatilidad como muy buena actriz. Mi 9 de calificación a este filme, que fue una de las películas que provocó más de un sobresalto en su presentación en el pasado Festival de Sundance 2021 por su atrayente historia.

Esta cinta muy bien dirigida por el cineasta David Bruckner (The Ritual) con un presupuesto de apenas 12 millones de dólares de la compañía fílmica estadounidense Searchlight Pictures, la antigua Fox ahora propiedad de Studios Disney, se ha decidido a poner fecha para los estrenos mundiales en la gran pantalla y en este año a cuatro de sus producciones, tres de ellas inscritas en el género de terror y fantasía, como el de esta estupenda película. El director Bruckner construye este entramado con una gran solvencia, aprovechando al máximo lo espacial, el sonido, las luces y sombras para crear atmósferas oníricas.

Hay, de hecho, un puñado de secuencias construidas alrededor del tema “Calvary Cross”, de Richard Thompson, que ponen los pelos de punta y alteran los nervios, transmitiendo una angustia difícil de igualar. Claro que la puesta en escena cuenta con una gran aliada en la actuación de Rebecca Hall, quizás para mi criterio y gusto es una de las actrices más subvaloradas de los últimos tiempos.

Su rol protagónico aquí es todo un tour de force emocional, con un personaje que atraviesa casi todos los estados posibles, a tal punto que no puede confiar ni en ella misma. La solidez de su interpretación histriónica hasta le permite manejar un humor negro muy particular, donde su Beth ataca y a la vez se defiende de quienes la rodean. Y si su personaje está lejos de ser alguien perfecto y puro, sí se puede intuir y empatizar con su confusión, su dolor y sus temores.

Es cierto que en los últimos minutos “La Casa Oscura” cae un poco en su nivel, de la mano de una resolución que quizás vuelca demasiadas explicaciones y un cierre que posee algunas vetas excesivamente tranquilizadoras. Pero, al mismo tiempo, ese final, donde se consolida la veta dramática de la película, posee un último plano tan ambiguo como perturbador. Es que, al fin y al cabo, hay demonios internos que solo pueden aquietarse, aunque siguen ahí, acechando.

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