Diego López Bernal.-
El cuerpo humano es considerado una maravilla, pero a la vez aún es un misterio para los científicos que se han encargado de estudiarlo por siglos, tanto así que existen enfermedades que llegan sin aviso alguno y sin explicación aparente.
Existen todo tipo de males que acechan a nuestros cuerpos así como limitaciones de la ciencia para combatirlas a todas, incluso hay muchos que no son prevenibles y atacan en cualquier momento, sin contemplaciones, para poner en juego la vida del ser humano.
Que una enfermedad de este tipo llegue en la plenitud de la juventud, justo cuando el horizonte de la vida es amplio como lo son los sueños, causa trastornos tanto al portador como a su familia, llegando al grado de truncar toda expectativa a tan corta edad.
Valeria Damaris Maldonado Peña solo tenía 18 años cuando su cuerpo comenzó a fallar de manera inesperada; no entendía lo que pasaba y menos imaginó la lucha que estaba por comenzar, justo cuando entraría a la mayoría de edad; pero no estaba sola y eso hizo la diferencia. Conozcamos su historia, la que comparte desinteresadamente para los lectores de El Diario MX.
SÍNTOMAS INESPERADOS
“En el 2010, con 18 años, empiezo a notar un ‘bajón’ en mi condición física. Yo era una persona muy activa y practicaba deporte (voleibol) y de la nada empecé a sentir que me cansaba y que me faltaba el aire solo por caminar un par de cuadras, también me mareaba, así que no me parecía normal y decidí ir al IMSS, porque tenía Seguro por parte de mi Universidad.
“En esa cita médica el doctor familiar me dio pase para nefrología, un mes después, en compañía de mis papás, tuve mi primera cita con el nefrólogo, quien nos dio la noticia de que tenía insuficiencia renal. En ese momento no entendí el diagnóstico, sabía que se trataba de un mal funcionamiento de mis riñones, pero no entendía por qué.
“Llevaba una vida saludable, comía bien, hacía deporte, no bebía en exceso… pensé que los estudios que me había hecho estaban mal, que estaban equivocados. Para mis padres la noticia también fue difícil de aceptar ese diagnóstico”, así comenzaron las batallas a tan corta edad para Valeria.
UN TRASPLANTE EN EL HORIZONTE
“En esa misma cita médica el nefrólogo fue muy claro y su primera opción fue un trasplante, obviamente ni yo ni mis papás creímos que llegar a eso fuera necesario, así que sin saber muy bien lo complicado que puede llegar a ser la insuficiencia renal, y confiando en que era muy joven aún, decidimos optar por la segunda opción: la medicación, una que solo ayudaría para ‘darnos más tiempo’ antes de llegar al trasplante, pues el daño en mis riñones no era reversible, sino todo lo contrario.
“Estuve tomando medicinas (tanto clínicas como naturistas) por tres años, aproximadamente porque a finales de 2012 y principios del 2013 mis riñones dejaron de responder. Dejé de ir a la universidad, pasé de ser una estudiante activa a solo estar en cama y al cuidado de alguno de mis papás, como trabajaban se turnaban para faltar y estar al pendiente de mí.
“Un día, no recuerdo la fecha exacta, me quedé dormida y desperté una semana después en una cama de hospital; tuve una hemorragia y convulsiones que me dejaron en terapia intensiva, eso es lo que me contaron los médicos cuando recobré la conciencia.
“Estuve ‘estable’ unas cuantas semanas, pero volvió a pasarme lo mismo, regresé a terapia intensiva y tanto mis padres como el resto de mi familia esperaban lo peor porque los doctores no daban muchas esperanzas. Aun así logré salir de mi inconsciencia y esta vez tenía un catéter de hemodiálisis colocado en mi pierna derecha, a partir de ese momento tuve que someterme a ese tratamiento porque mis riñones ya no hacían sus funciones”.
UN ‘ENEMIGO’ ESCURRIDIZO
Con la salud deteriorada y sumergidos en un mar de dudas, Valeria y familia comenzaron una lucha contra el reloj: “Después de mis crisis el proceso fue complicado, en primer lugar porque los médicos no encontraban la causa de mi insuficiencia, lo que complicaba mi medicación y el proceso de trasplante; en segundo lugar porque al haber estado en estado de coma en dos ocasiones mi memoria, lenguaje y motricidad se vieron afectadas.
“Afortunadamente llegó un doctor que logró dar con un diagnóstico: una enfermedad autoinmune llamada poliangeítis microscópica, la cual resumidamente hace que tu propio cuerpo ‘ataque’ ya sean tus riñones o tus pulmones.
“Fue así como empecé a tratar la enfermedad que había causado todo y mejoré un poco mi condición de salud. También con ayuda de mi familia empecé a recordar cosas, me mostraban fotos y videos; mi hermana me ayudó a poder escribir y tomar objetos; fui unas cuantas veces a terapias de rehabilitación porque debido a que perdí mucho tono muscular no podía caminar… otra parte que personalmente me costó mucho es que con 20 años tuve que usar pañales y recibir ayuda para comer, bañarme y vestirme”, admite esta joven tenaz y valiente.
UN HÉROE EN EL CAMINO
“Hoy en día, a siete años de haber sido trasplantada, gracias a la heroica decisión de mi papá de donarme uno de sus riñones (la lista de espera dejó de ser una opción debido a mi estado de salud), la lucha se ha convertido en ‘cuidados’ que considero cualquier persona debería de tener: comer bien y tomar suficiente agua.
“Claro, sigo teniendo revisiones eventuales para verificar que todo va bien con el trasplante, también debo tomar unas cuantas medicinas diarias e indefinidamente para evitar un rechazo, pero todo eso es nada poniéndolo en una balanza contra mi vida antes del trasplante.
“El tiempo de vida de un riñón trasplantado, bien cuidado, suele ser de a lo mucho 20 años, siguiendo esa estadística debería requerir un segundo trasplante a mis 44 años. Sin embargo, mi meta es seguir viviendo los años que restan de mi vida con el riñón que tengo ahora”, señala esta joven ahora ya de 29 años.
PERSONAL MÉDICO, CLAVE PARA VIVIR
La gratitud es un valor humano muy apreciado por quienes entregan sus vidas al cuidado y sanación de los enfermos, algo que Valeria tiene de sobra por tantos años de luchar en hospitales y consultorios médicos, así lo deja en claro.
“Debo decir que los aproximadamente tres años que viví entre hospitales y mi casa fueron muy llevaderos gracias a la atención y apoyo de enfermeros, enfermeras, doctores, camilleros y trabajadoras sociales. Sé que hay historias de malas experiencias, en mi caso no recuerdo ninguna así que me gustaría agradecer a todos los que estuvieron trabajando e involucrados en mi caso”.
“Agradezco al nefrólogo Antulio Silva, al doctor Jorge Salinas quien realizó mi trasplante, al doctor José Antonio Villalobos, quien diagnosticó la poliangeítis. A la enfermera Carmelita, quien hacía mis sesiones de hemodiálisis; al enfermero Juan Carlos por cuidarme al salir de mi trasplante y gracias a todos los que se dedican a la medicina sin importar la especialización, ustedes son parte importante de la vida de miles de personas”.
DONEMOS ÓRGANOS, SALVEMOS VIDAS
“La importancia de la donación de órganos es algo que siempre trato de dar a conocer, y no es un tema al que le haya tomado interés después de mi proceso. Donar un órgano es un acto de amor puro, es un acto heroico y que se hace trascendental para quienes lo reciben; literalmente el recibir un órgano es recibir nueva vida.
“Aún en estos tiempos las personas temen o dudan a la hora de decidir donar los órganos de un ser querido, tal vez no sepan que al aceptar están salvando no solo al donante sino a toda su familia, al aceptar solo expanden ese amor que sienten hacia su ser querido.
“Yo estoy viva y con una buena calidad de vida gracias a la donación de mi papá, admiro y agradezco su valentía, sin embargo, es probable que su regalo de vida no hubiera llegado a ser necesario si los tiempos en la lista de espera no fueran tan largos.
“Hay más personas esperando ese regalo de vida de donadores, me encantaría que con el paso de los años esa diferencia no sea tan notoria y que quienes están entre la vida y la muerte logren recuperar su salud sin esperar meses o años”, concluye Valeria invitando a la gente a conocer más sobre la donación de órganos… Ella sabe bien lo que representan.