diciembre 14, 2024
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noviembre 2, 2021 | 100 vistas

Si la cinta aclamada y gustada por el público y crítica mundial de “Halloween” (2018) era, además de una secuela oficial del icónico filme original del año 1978 como una relectura que se preguntaba cómo hacer un filme slasher en el presente, indagando en las repercusiones del pasado en las conductas actuales, la reciente película de “Halloween Kills” lleva esa operación discursiva hasta el extremo.

En cierto modo, hace algo parecido a “Scream 2” (1998) porque riza el rizo, redobla la apuesta, expande su mundo y pasa de las consecuencias particulares a las generales, aunque sus resultados no son del todo muy redondos. Esta continuación arranca inmediatamente después de su predecesora, luego de que Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) dejaran al temible asesino serial Michael Myers encerrado en el sótano de la casa en llamas de la primera.

Sin embargo, Michael escapar al conseguir liberarse de la trampa, y retomar su habitual accionar homicida, justo cuando Laurie es incapaz de oponérsele, ya que está recuperándose de sus fuertes heridas en el hospital. En cambio, los que deciden defenderse y enfrentarse a Michael son los habitantes en la ciudad de Haddonfield, desde los más viejos hasta los más jóvenes. Es por eso que decidirán hacer justicia por mano propia y formar distintas patrullas ciudadanas, con desenlaces de todo tipo.

Si la figura de Curtis, con toda su iconicidad a cuestas, era el puente que utilizaba el filme del 2018 para entablar un diálogo estético con la materialidad del clásico de 1978, en “Halloween Kills” ese intercambio se extiende a la estructura narrativa, con otros puntos de vista ejerciendo sus propias lecturas. No solo otras víctimas de Michael Myers, acechadas por esa sombra siniestra que les dejó un trauma imborrable, sino también el propio Myers, con todos los enigmas que lo rodean.

De hecho, la puesta en escena del director y coguionista David Gordon Green se interroga de forma constante sobre la persistencia del mito del Mal -así, con mayúsculas- y su poder a nivel íntimo, pero, fundamentalmente, social. A medida que pasan los minutos, “Halloween Kills” va dejando cada vez más explícita su condición de meta película, de parodia reflexiva sobre el popular subgénero cinematográfico que es el slasher y sobre la propia saga de “Halloween”.

Ese ejercicio metalingüístico y discursivo que plantea el filme, con toda su carga psicológica y sociológica -hasta podría decirse que psicosocial, por cómo aúna conceptos- es tan ambicioso como desparejo. “Halloween Kills” despliega un abanico de personajes y subtramas que no llegan a consolidarse del todo, exhibe unos cuantos baches narrativos y cae en una solemnidad un tanto excesiva en función de plantear su tesis. Sí tiene a su favor un ritmo vigoroso, que casi nunca decae, además de un puñado de secuencias llenas de tensión y brutalidad.

Es así como se resalta la figura de Myers, quizás como uno de los mejores villanos que ha dado el cine de terror de los últimos cincuenta años. Esas virtudes son aún suficientes para arribar a un cierre discutible, pero, al fin y al cabo, interesante en su perspectiva, que deja las puertas abiertas para la tercera y última entrega que se llamará, oportunamente, “Halloween Ends”, pero que también es una clausura en sí misma, una conclusión sobre el rol de ese propagador del miedo interno y de la histeria colectiva que es el icónico Myers.

Ese papel no es solo hacia adentro de la trama, sino hacia afuera, en dirección a un conjunto de espectadores que, generación tras generación, han establecido un vínculo de retroalimentación con un entramado ficcional tan fascinante como inquietante. “Halloween Kills” le habla explícitamente a ese público y plantea varias ideas muy atractivas para repensar y revigorizar la saga, aunque solo a veces de a ratos las lleva a su concreción con la solidez adecuada.

Mi ocho de calificación para esta correcta producción fílmica que en su trama la ciudad de Haddonfield se levanta en armas contra un ignífugo Michael Myers. “¡El mal muere esta noche!” es el grito de guerra que la ciudad corea ante el retorno de Michael Myers en esta película. Más de 40 años después del estreno del clásico de John Carpenter, la multitud desenfunda sus armas para dar caza al psicópata, en una persecución que iniciaba Laurie Strode.

Menos caótica que su predecesora, más intensa y con un claro resurgir del carácter inicial de la saga de terror, la segunda película de la trilogía de David Gordon Green continúa obviando las secuelas surgidas después del título original de Carpenter. El cineasta recupera el mejor espíritu slasher de la franquicia, donde Lee Curtis traspasa el peso de la acción a Judy Greer y Andi Matichak, mucho más asentadas y con papeles más coherentes en esta nueva entrega.

Pese a ello, sorprende la inutilidad de Laurie en esta nueva secuela, quien aparece en un montaje paralelo a la trama del asesino. Una recuperación en el hospital excesivamente larga, que prepara la construcción del clímax para el enfrentamiento final contra Myers. ¿Pero dónde quedó la fortaleza de esa final girl icónica? Entre ríos de sangre, una fotografía más cuidada y escenas rodadas con mucho más mimo, el filme alude al factor nostalgia del espectador.

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