Lic. Ernesto Lerma.-
En este año 2021 en que se estrenaron tres películas y cuatro series de televisión, la experiencia del universo cinematográfico de las compañías Marvel Studios y Disney parece agotarse entre una alta dosis de grandilocuencia.
Los Eternals son una raza inmortal creada por los Celestiales, han vivido en secreto en la Tierra durante más de 7.000 años, encargados de defenderla de la amenaza de sus homólogos malignos, los Deviants. Estos seres decidieron separarse una vez creyeron que el mal estaba derrotado, pero al poco tiempo del regreso de la mitad de la población durante los acontecimientos de “Vengadores: Endgame”, su líder Ikaris decide reunirlos para enfrentarse a una gran amenaza.
Con este filme, el Universo Cinemático de Marvel se zambulle en una solemnidad totalmente contraproducente, que conduce a un inevitable aburrimiento porque ya se venía insinuando en la Fase 3, con películas como “Pantera Negra”: a la par que se consolidaba su éxito, el Universo Cinemático de Marvel también iba por el prestigio, apoyándose en una agenda políticamente correcta, temas relevantes y hasta nombres con un aura de respetabilidad.
Pero en la Fase 4 eso ya está mucho más explícito y “Eternals” es el filme más transparente en esos deseos de trascendencia y galardones. Sin embargo, es, al mismo tiempo, el proyecto de Marvel más fallido en sus múltiples ambiciones. En cierto modo, “Eternals” busca algo parecido a lo que lograban, con gran éxito, películas como “Guardianes de la Galaxia” o “Thor: Ragnarok”: fusionar las necesidades de la historia en particular y la franquicia del MCU en general, con las sensibilidades distintivas de los cineastas a cargo.
En este caso, es Chloé Zhao que venía de ganar un premio Oscar por “Nomadland” (2020) quien se encarga de llevar adelante la historia de los “Eternals”, un grupo de seres con poderes extraordinarios que arribaron a la Tierra hace cinco mil años por mandato de todopoderosa denominada Arishem, para proteger a los humanos de unas criaturas denominadas Deviantes. Sin embargo, no pueden intervenir en los asuntos humanos y deben permanecer en el anonimato, hasta que una serie de eventos los pone frente a la encrucijada sobre romper o no las reglas que siempre cumplieron.
En “Eternals” se tocan muchos dilemas existenciales: el amor a lo largo del tiempo, el impacto de la violencia, las implicancias de la juventud y/o la vejez, la pérdida, la discriminación, el libre albedrío, la lealtad y la traición, y hasta la existencia en sí misma. También hay un amplio abanico de protagonistas, en un relato coral con mucha diversidad para la tribuna: hombres blancos, mujeres, negros, gays, occidentales y orientales amontonando etnias todo lo que se puede y hasta una sordomuda, para que prevalezca la sensación inclusión.
Lo que no hay son personajes: en cambio, solo vehículos para un compendio de mensajes biempensantes. A lo sumo se puede destacar ciertos destellos de talento para la comedia en Brian Tyree Henry y Kumail Nanjiani, que igual están esencialmente para cumplir con la cuota preestablecida de pluralidad. Como bien decía el colega Federico Karstulovich al final de la proyección: “esto es muy United Colors of Benetton”. Si los personajes no generan la más mínima empatía y hasta parecen estatuas vivientes que de vez en cuando se mueven ¿qué se puede hacer? Una respuesta posible podría venir por el lado del montaje y el movimiento en función del espectáculo y el impacto audiovisual.
Sin embargo, Zhao no parece contar con el conocimiento para eso. De ahí que “Eternals” sea una cinta que se regodea en la contemplación, el paisajismo (fruto de un vacuo esteticismo en la fotografía) y los diálogos solemnes. Para peor, le cuesta una enormidad superar el estatismo y sus secuencias de acción son tan aisladas entre sí, porque casi nada fluye en la narración, como carentes de dinamismo. El resultado final es predecible: puro aburrimiento.
Ese aburrimiento que abarca todo el metraje encierra una gran paradoja: si “Eternals” buscaba ser un filme prestigioso y apto para un público que solo ve un cine con un sello supuestamente autoral, termina siendo un híbrido claramente impersonal. Tanto cálculo e impostación anulan la mirada de Zhao, pero también la del propio MCU. Esta especie de “Marvel para los que les gusta Marvel” es incapaz de gustarle a nadie. Gigante, pesado, como una rueda que nadie puede girar. Marvel Studios, muy creída de sí misma, está al borde de comerse la cola.
A favor se podría decir que estas películas fueron las películas justas para la post-pandemia global de Coronavirus, para un año donde el público volvió tímidamente a las salas y las bajas recaudaciones en taquilla mundial pueden disimularse por contexto. La pregunta es si nos dan ganas de volver a estos universos, de tener más de los “Shang-Chi” o de los “Eternals”. Lo mejor de esta cinta fue el que no falta nunca el sentido del humor y el abrir puertas a más tebeos marvelitas y con lo peor de que con media hora menos no habría pasado nada.
“Eternals” es igual de ambiciosa y dispersa argumentalmente que la serie comiquera original concebida, escrita y dibujada por el rey Jack Kirby entre 1976 y 1978. Hasta la inexpresividad de cariátide innata a Angelina Jolie y Richard Madden captura a la perfección los geométricos y extraños rasgos de los personajes de Kirby. Homenaje de lagrimita al genio de los comics, la película de Chloé Zhao es extremadamente fiel a la saga formada por los primeros 19 números de la colección, incluso en un cambio tan radical que en vez de molestar a los puristas abre la puerta a la tragedia casi wagneriana o Blade Runner de estos “Eternos” en el universo Marvel.
Mi siete de calificación a esta producción fílmica, que en estos tiempos con la dupla Marvel/DC siempre ha sido un campo abonado al antagonismo y las comparaciones, de forma que lo ocurrido en la última década, con el intento simultáneo de engrosar dos universos cinematográficos, solo haya intensificado esta guerra de fandoms. Por encima del ruido internetero se ha ido percibiendo, sin embargo, algo mucho más interesante que las derivas industriales que acompañan cada sello.
Sobre todo a través de las iteraciones en DC de Zack Snyder y Patty Jenkins: mientras que el MCU está habitado por seres con grandes poderes, pero sin dificultad para identificarse con la humanidad que han de salvar, la Distinguida Competencia ha presentado a personajes más similares a dioses, que solo pueden relacionarse con nosotros en régimen de modelo a seguir, y cuyos conflictos internos están más abocados a la filosofía y la religión que a la dócil imbricación ciudadana de sus homólogos marvelitas.
Solo hay que comparar cómo se ha gestionado en Marvel el temor por las bajas colaterales en las batallas (dando pie incluso a una guerra civil en tanto a los posicionamientos en este conflicto), con lo visto en DC. De Batman v Superman al panteón que presentó Snyder en su Liga de la Justicia, previo intento de Joss Whedon por bajar a sus personajes a la tierra en la versión apócrifa. Una vez concluida la guerra del Infinito, sin embargo, pareciera que los héroes terrenales de Marvel ya han cumplido su papel.
“Eternals” es, pues, una huida hacia adelante, cimentada afortunadamente con las mismas dosis de cariño y cálculo que han guiado siempre el MCU. Es una de las buenas noticias de una película ambiciosa que no anda sobrada de ellas. El aplomo con el que estos personajes son presentados, la solemnidad bien entendida con la que se los sitúa en el mundo, son admirables y brillan especialmente en las distancias cortas, cuando se intercambian chistes frente a una mesa antes de regresar al combate.