La cinta Sexo, pudor y lágrimas (1999) es una historia de enredos entre seis personajes que, a fuerza de engañarse sentimental y sexualmente, acaban de reconocerse y perdonarse. La intención primordial de su realizador fue la de presentarnos una historia llena de personajes interesantes, cuyos idilios y problemáticas atraparon la atención del espectador, por el cineasta mexicano Antonio Serrano, que fue su ópera prima.
Originalmente una pieza teatral que cosechó los elogios de la crítica y el público mexicanos y, al ser llevada al cine, un éxito que se repitió con más de ocho millones de espectadores, Sexo, pudor y lágrimas no es una mala película, con el paso del tiempo se convirtió en una de las buenas. Se puede decir que está en ese terreno intermedio, tan común, de las películas que tienen poco y nada de originales.
Funciona hasta cierto punto y, después, simplemente deja de ser efectiva y se torna innecesaria. Bien podría haberse llamado Mujeres y hombres al borde de un ataque de nervios, dados los paralelos en el tema y en su forma, pero sin la mirada aguda y corrosiva de Pedro Almodóvar, sin su humor refinadamente subversivo.
También se la puede pensar como una versión fílmica y mexicana, por supuesto, de la conocida serie americana de TV Friends, pero los rasgos de estilo de una sitcom breve comedia de enredos bien pueden funcionar en el formato televisivo, mientras que el cine, aun con premisas similares, demanda una estructura más elaborada.
En Sexo, pudor…, Ana (Susana Zabaleta) es la esposa insatisfecha del intelectual y escritor Carlos (Víctor Huggo Martín), quienes viven en un moderadamente lujoso departamento de la capital de México. Cuando Tomás (Demián Bichir), un amigo de la pareja, llega para visitarlos y quedarse con ellos por un tiempo, los problemas conyugales salen a relucir.
Y muy pronto se arma un predecible triángulo amoroso. Por otro lado, en un departamento del edificio de enfrente viven la hermosa ex modelo Andrea (Cecilia Suárez) y Miguel (Jorge Salinas), un publicista machista y mujeriego. Como era de esperar, a esta pareja también la visita un tercero: María (Mónica Dionne), ex novia de Miguel, e invitada por él para, también, pasar algunos días con la pareja.
Enredo tras enredo, pelea tras pelea, dos bandos quedan armados: hombres versus mujeres. Queda claro que la línea argumental tiene por finalidad revelar gradualmente los secretos y las pasiones, las insatisfacciones y los anhelos de los personajes. El problema reside en que estos personajes revelan ser muy poco interesantes.
Las revelaciones y los secretos son pueriles y ya están muy, muy vistos en obras de otros directores. Y mejor vistos. En este sentido, hay mérito en el trabajo de los actores que intentan desarrollar más aristas que las que les ofrecía el guión. En cierta medida, logran trascender el texto y levantar la película. La factura técnica está bien.
Pero la ausencia de un autor detrás de cámaras es más que evidente, sobre todo porque Antonio Serrano tampoco es un director hábil para manejar los mecanismos del cine de género. Quizás, el mérito de la película pasa por crear un retrato verosímil de las relaciones entre hombres y mujeres en una sociedad patriarcal y machista. Es un valor temático.
Después de 22 años, los entrañables personajes de la exitosa y taquillera cinta mexicana Sexo, pudor y lágrimas regresan para continuar el legado con una segunda parte, donde el amor toma el protagónico en distintas expresiones.
Mi 9 de calificación a este filme, que iguala a la producción cinematográfica original tanto en forma y fondo con la segunda parte oficial de Sexo, pudor y lágrimas, cinta producida por el servicio de streaming HBO Max, que es una propuesta llena de visión femenina como un resultado natural de los tiempos actuales del director Alonso Iñiguez.
En la sinopsis de la trama, veinte años después de los sucesos ocurridos en la primera película, la vida de los protagonistas de la historia transcurre de manera cotidiana. Ana (Susana Zabaleta) sigue casada con Carlos (Víctor Huggo Martín) y tienen una hija de nombre Matilde (Naian González Norvind), que estudia teatro.
Por su parte, Andrea (Cecilia Suárez) se divorció de Miguel (Jorge Salinas) y es madre soltera de una hija de nombre Katia (Ximena Romo). Por su parte, María (Mónica Dionne) es una exitosa doctora y sobrevive a un intento de suicidio. La vida de todos se trastorna con la aparición de Mateo (José Ángel Bichir), el hijo del difunto Tomás, quien viene a investigar detalles del padre al que no conoció.
No es coincidencia que la película sea mucho más femenina, pensando en la época en la que estamos viviendo, no debería haber forma de que ahorita una película fuera masculina, el desarrollo de los conflictos está apegado a la actualidad que empujaron a que la historia fuera llevada desde la perspectiva propia de los personajes femeninos.
Es una película contada por mujeres y por unas mujeres que, además, son tan increíbles, fuertes, inteligentes, profundas y son mujeres de su época”, de actrices como Mónica Dionne, Susana Zabaleta, Cecilia Suárez, Naian González Norvind, Ximena Romo y Victoria Volkova.
Pero al hablar de lo femenino del filme, que se estrenó por HBO Max el pasado dos de febrero, también hace referencia a que los hombres de la película se abren más a sus emociones, a diferencia de la primera entrega. Los hombres en esta película están navegando su lado femenino sin temor y los personajes femeninos están muy presentes desde la manera en la que se relacionan entre ellas.
Terminó siendo una película muy femenina, la segunda parte del éxito cinematográfico de 1999 reunió a todo el elenco de la historia original, encabezado por Zavaleta, Suárez, Dionne, con Jorge Salinas y Víctor Hugo Martín, para dar continuidad a la vida de los seis amigos que vivieron desencuentros amorosos y separaciones dramáticas.
Porque ahora, son sus hijos quienes redescubren la sexualidad, la familia, el amor y el mundo, desde una mirada más actual y congruente con las preguntas que hoy atañen a la sociedad, empezando por la diversidad sexual. La cinta llega con el mismo propósito de su primera entrega: romper los esquemas y tabúes, mostrando la versión más libre de las vivencias del amor y la sexualidad de sus personajes.
El toque de nostalgia se hace presente con gran parte del cast original, al cual llega nuevo talento juvenil que hace que dos generaciones contrasten, debatiendo las situaciones de la vida pero guiándose por el concepto universal del amor. Su antecesora marcó una etapa para el cine mexicano, logrando exponer temas controversiales que, aún al paso del tiempo y la apertura de la sociedad, siguen causando estigmas en muchos.
La nueva versión ha revolucionado esto, experimentando de formas más abiertas y diversas, dejando siempre al amor como protagonista. Los personajes se embarcan a una aventura de autoconocimiento, exploración y madurez. El concepto de amor que se tenía hace más de 20 años ha mutado y muestra de ello es la segunda parte del filme Sexo, pudor y lágrimas.