abril 29, 2024
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marzo 30, 2022 | 93 vistas

La vuelta del asesino serial Leatherface y su letal motosierra exhibe las limitaciones de la franquicia, en un filme con algunos pasajes entretenidos, pero ciertamente descartable. Como un filme de culto, muy citado (aunque quizás no tan visto) y altamente influyente en el cine de terror de los últimos cuarenta años, “The Texas Chainsaw Massacre” es quizás una obra irrepetible.

Lo cual no deja de ser irónico y paradójico, porque en el cine hollywoodense con todas las secuelas, precuelas, remakes y reversiones son básicamente una repetición del esquema del filme original: un grupo de jóvenes encontrándose accidentalmente con Leatherface y quizás algún otro integrante de su familia de locos y caníbales. Y, sin embargo, siempre que se anuncia una nueva entrega de la franquicia, se genera una expectativa un tanto desmedida.

Quizás por eso de las expectativas, posiblemente acrecentadas por la participación de los cineastas Fede Alvarez y Rodo Sayagues en la producción fílmica y el armado de la historia, es que “La masacre de Texas” terminó siendo vapuleada por la crítica estadounidense con una energía digna de mejores causas. Lo cierto es que el filme dirigido por David Blue Garcia hace lo esperable para estos tiempos.

El cineasta diseñó una secuela-legado, que ignora todas las películas excepto la original y trae de vuelta a Sally (Olwen Fouéré), la única superviviente de esa primera masacre ocurrida a principios de la década de los años setenta. La excusa esta vez es la llegada de un grupo de jóvenes idealistas que arriban a un remoto pueblo texano y, sin proponérselo, alteran la tranquila existencia de Leatherface, quien, tras la muerte de un ser querido, se arma una nueva máscara y vuelve a darle uso a su imprescindible motosierra.

En “La masacre de Texas” se percibe una tensión constante entre la referencialidad icónica al filme original y la voluntad por configurar una puesta en escena distintiva, que es más que nada desde lo icónico y formal. En eso replica en parte los dilemas que afrontaron las nuevas entregas de “Scream” y “Halloween”: también aquí hay un movimiento estético y narrativo que alterna entre la fidelidad, el alejamiento y la relectura que no termina de ser del todo redondo.

Sin embargo, aquí esa dificultad se agrava porque el guión de Chris Thomas Devlin no construye un solo personaje atractivo (son todos entre chatos y descartables) y toma unas cuantas decisiones arbitrarias, incluso para el grado de inverosímil que permite el tipo de cine slasher, en particular hacia el final. Es cierto que “La masacre de Texas” cuenta con algunas secuencias trabajadas con bastante inteligencia desde el sonido y el punto de vista, en las que se nota un vínculo potente con “No respires” (2016), aquel gran thriller de Alvarez.

Pero también que el filme no pasa de ser un compendio de pequeños logros formales y que finalmente solo cuenta con la iconicidad de Leatherface como elemento de alto impacto. “La masacre de Texas” tiene algunos pasajes bastante entretenidos y no merecía tanto maltrato, pero también es evidente que no hay mucho más por explorar en la popular franquicia. La película original es una obra cumbre del cine de terror y un hito del séptimo arte. El director Tobe Hooper logró un pequeño milagro que ninguna entrega posterior de la franquicia pudo igualar. Eso no quita para que la secuela dirigida por él mismo merezca la pena o que el remake de Marcus Nispel (2003) también sea una muy buena película.

A cambio, la saga también nos ha dado desastres como “La matanza de Texas: La nueva generación” o “La matanza de Texas 3D”, en la cual ya se jugó la baza de la secuela tardía del clásico de 1974. Ahora la plataforma Netflix vuelve a intentar eso mismo con “La masacre de Texas”, una entretenida salvajada que presta más atención a un generoso uso de las escenas gore que a la creación de una atmósfera malsana. La cuestión es que la versión original hacía justo lo contrario, hasta el punto de que muchos espectadores la recuerdan mucho más sangrienta de lo que realmente es.

En realidad, eso tenía una presencia mínima en la película, lo cual elevaba el mérito del mal rollo que lograba transmitir, algo en lo que resultaba esencial el trabajo de Daniel Pearl como director de fotografía. Tan evidente era eso que incluso se volvió a contar con él para el remake de 2003, pero no hay ni rastro de su presencia en la película que nos ocupa y es algo que se nota. Es verdad que aquí también todo transcurre en una localización remota cuyos mejores años hace mucho que quedaron atrás, con lo cual se conecta con la original en lo referente a la pesadilla de la América profunda, pero es algo que pronto se deja de lado.

Aunque muchos afirman que la película “Halloween” (1978) fue el primer filme slasher subgénero del cine de terror donde un grupo de adolescentes son asesinados brutal y sistemáticamente por un asesino enmascarado, lo cierto es que cuatro años antes del estreno de la cinta de John Carpenter, se presentó en las salas de cine “Masacre en Texas”, una película que se ajusta todas las características del slasher y que se convirtió en una de las cintas más aterradoras de todos los tiempos. Inspirada en los crímenes reales cometidos por el asesino en serie Ed Gein, la obra de Tobe Hooper acerca de una familia de caníbales, fue también la inspiración para “Alien” y “La casa de los 1000 cadáveres”.

El éxito de la cinta y luego de los muchos slashers derivados de ella como “Halloween” y “Viernes 13”, llevó a Hooper a dirigir en 1986 una secuela, cuyo énfasis estaba en el humor negro y la ultra violencia, pero que no llegaría a alcanzar el paroxismo logrado con la obra original. El éxito tardío de la secuela en el mercado del vídeo casero, llevó a una tercera parte en 1990, esta vez dirigida por Jeff Burr, especialista en secuelas de terror. Cinco años más tarde, llega a las salas “Masacre en Texas: La nueva generación”, dirigida por Kim Henikel.

La fiebre de los reboots de las franquicias de terror a comienzos del siglo XXI, fue la causante de una nueva versión del clásico de Hooper, esta vez con un mayor presupuesto, la dirección de Marcus Nispel y la producción de Michael Bay. El resultado fue una película exitosa y con una fotografía elegante, pero tan decepcionante como las tres secuelas anteriores. De este reboot surge la precuela del 2006, dirigida por Jonathan Liebesman y también producida por Bay, con mucha sangre, pero muy poca alma.

En el 2013 llega la peor de todas, esta vez en 3D y dirigida por John Luessenhop, que buscaba ignorar las partes dos, tres y cuatro y ser una secuela directa de la cinta original de 1974. Sus huecos argumentales y la idea de convertir en una especie de antihéroe a Leatherface, la convierten en un producto desastroso. Leatherface del 2017, dirigida por Julien Maury y Alexandre Bustillo, es la octava película de la franquicia, e intentó explicar el origen del miembro más popular de la familia de caníbales.

Mi 7.5 de calificación a esta cinta, que en su trama, un grupo de cuatro jóvenes idealistas viajan al remoto pueblo de Harlow, Texas, para montar un negocio. Pero su sueño se convierte en una auténtica pesadilla cuando molestan sin querer a Leatherface, el desquiciado asesino en serie. Los primeros minutos de “La masacre de Texas” están principalmente orientados a despertar de nuevo a la bestia que es Leatherface. Por el camino se presenta al reparto joven condenado a acabar de mala manera y el director David Blue Garcia presenta con acierto una situación que no se limita a ser una repetición de la primera entrega.

¿Quiere eso decir que estamos ante una obra que no merezca la pena? Tampoco diría eso, ya que al menos aquí hay un tratamiento de la violencia inhabitual en este tipo de producciones de Hollywood. Además, no tiene el más mínimo problema en tener una duración llamativamente corta para poder ir así siempre al meollo, dejando claro qué es lo que les interesa realmente y prestando mucha menos atención a los aspectos que podrían darle una mayor unidad. Y es que los títulos de crédito finales aparecen en el minuto 74 de metraje, pero ojo, que igual Netflix indicó que si preferimos saltarlos hay una breve escena al final.

Aquellos que busquen aquí una película en la línea de la original, seguramente acaben decepcionados. Esto es otra cosa, con ciertos puntos de conexión con la imprescindible película de Tobe Hooper, pero que luego opta por un enfoque diferente, mucho más propio de un slasher al uso que de una obra del American Gothic. Ahora, en pleno auge de las “recuelas” llegó a Netflix la novena película de “Masacre en Texas”, la cual mantiene el título de la cinta original, pero deja mucho que desear, sobre todo a los fans de este filme.

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