Esta es una comedia romántica que tenía elementos potencialmente interesantes, pero que se conforma con ser un relato apenas correcto y definitivamente efímero y es que, si la comedia romántica hollywoodense tuvo un momento de gran auge entre las décadas de los años ochenta y noventa, ya hacia finales del Siglo XX y principios del nuevo milenio empezó a mostrar crecientes dificultades para trabajar los conflictos relacionados con el amor.
Quizás fue el cambio de época (y habría que pensar cuál fue el rol que cumplió una serie televisiva bastante autoconsciente como “Sex and the City”), pero el discurso que enunciaban estrellas como Julia Roberts o Meg Ryan ya no tenía el mismo impacto y no surgía un recambio a la altura. Por eso empezaron a aparecer películas que creaban premisas bastante enredadas como vehículos para adentrarse en lo romántico, porque ya no bastaba con los dilemas personales.
Ahí teníamos entonces a filmes como “27 bodas”, “Soltero en casa”, “Experta en bodas” y “La propuesta”, donde no pesaba tanto el amor como la comedia de enredos, que muchas veces iba de la mano con reflexiones bastante superficiales y explícitas sobre los vínculos sentimentales. Producciones discretas, a lo sumo correctas, que por ahí cumplían una función de entretenimiento efímero pero que nunca sacudían al espectador. Pero esos años, vistos a la distancia, todavía garantizaban cierta vitalidad para el género, que parece estar al borde de la muerte en los últimos años.
Está en una situación casi similar a la del western, traficado entre otros moldes estéticos y narrativos, con obras relevantes que aparecen de vez en cuando, pero de forma muy aislada y sin la sistematicidad de antes. La larga introducción previa viene a cuento de que “La ciudad perdida” parece una película hecha hace casi veinte años, e incluso toma algunos elementos del siglo XX, pero nunca a fondo. Es esencialmente un vehículo hecho a la medida de sus protagonistas, como para que el espectador no vaya a ver la última comedia romántica, sino “la de Sandra Bullock y Channing Tatum”.
Su disfraz claro y explícito es el género de aventuras, a partir de un relato centrado en Loretta (Bullock), una escritora de novelas románticas que es totalmente introvertida y solitaria, pero que debe aceptar, a regañadientes, ir en una gira para promocionar su libro junto a Alan (Tatum), su modelo de portada. Cuando ella es secuestrada por un excéntrico millonario (Daniel Radcliffe) que quiere que le ayude a encontrar un tesoro, todo quedará servido para una odisea en la jungla, que implicará tanto una huida como una búsqueda, además del romanticismo inesperado.
Si el molde que provee la aventura con algo de autoconciencia del artificio puede ser productivo y potenciar lo romántico, lo cierto es que en “La ciudad perdida” ambas vertientes solo consiguen hacer sistema de a ratos. El filme de Aaron y Adam Nee tiene algunos hallazgos en situaciones cómicas puntuales, además del diseño de algunos personajes de reparto (la relación que entabla la representante de Loretta con un piloto es bastante divertida), pero no despliega muchos recursos más allá del carisma y la capacidad cómica de la pareja protagónica.
Y, principalmente, le cuesta entregarse por completo al movimiento que suelen proponer materialidades genéricas que aborda: casi todo, desde el sentido de los descubrimientos históricos hasta la atracción amorosa, es explicado concienzudamente, como si el espectador no pudiera entenderlo de otra forma. Por eso, “La ciudad perdida”, por más que amague con dejarse llevar por un relato que promete sensibilidades ligadas con el cine clásico, termina conformándose con ser una película apenas correcta, que entretiene levemente.
“La ciudad perdida” deja de lado otras nociones de ese cine de aventuras como la acción desenfrenada (muy pobre e insatisfactoria) o las lecturas exotistas (mantenidas como tropos intocables) para concentrarse en el humor y el romance, siendo este último el que gana la partida. Tanto por el guión en sí, muy seguro de sus prioridades, como por la efervescente química de Bullock y Tatum, encantadores cuando discuten, se arrancan sanguijuelas de la espalda o se marcan un bailoteo espontáneo.
La película, con un aparato formal inexistente y una desigual efectividad cómica, termina invocando por todo ello una sensibilidad pretérita, esta sí, ajena a objetivos revisionistas que quizá no envejezcan tan bien como sus responsables creen: la confianza en que el espectador de los nuevos años 20 puede seguir yendo al cine solo para disfrutar viendo a gente carismática de Hollywood ser gente carismática. Este filme tiene esa confianza, y podemos pasar por alto sus carencias ante una actitud tan encomiable, aunque todo ha cambiado, pero sigue siendo genial ver a dos personas muy guapas enamorándose en pantalla grande.
Mi 7.5 de calificación para esta cinta “La Ciudad Perdida” que es la segunda película en este año 2022 protagonizada por un escritor de novelas románticas cursis que termina encontrando el amor. En la insoportable “El libro del amor”, el escritor era un hombre que termina enamorado de la traductora de su libro. En esta película, infinitamente superior a su predecesora, la escritora es una mujer que termina enamorada del modelo de las portadas de sus libros.
Ayuda mucho que la mujer en cuestión sea Sandra Bullock, una actriz que construyó su carrera a partir de años de comedias románticas. También ayuda mucho que el modelo sea Channing Tatum, el actor que le robó el aliento a gran parte del público femenino con las películas semiautobiográficas sobre el bailarín de strip tease conocido como “Magic Mike”; como es de esperar, Loretta y Alan son diametralmente opuestos, pero los opuestos se atraen y así este rom-com se convierte en una cinta de aventuras al estilo de la esperpéntica “Amor y Tesoro” del 2008.
“La ciudad perdida” no se acerca a los altos niveles alcanzados por Indiana Jones o La Reina Africana, dos de los grandes clásicos del cine que mezclan efectivamente el romance con la aventura de hecho es inferior a la reciente cinta “Jungle Cruise” (2021). Pero la actitud de los actores protagonistas (al parecer, se divirtieron mucho), hace que esta película sea ridícula y divertida por partes iguales. Esta es en verdad una hilarante comedia romántica de aventuras que hará las delicias sobre todo del público femenino con Tatum, uno de tantos representantes de esa nueva masculinidad vulnerable que asalta el cine actual.
Al final, la producción es una experiencia, de hecho, sumamente agradable, que se redondea con la construcción de un villano graciosísimo a cargo de un espléndido Daniel Radcliffe en una cinta palomera muy disfrutable. Si esta es de momento la última cinta de Bullock para darse un merecido descanso y pausa en el actual cine hollywoodense, en la comedia la vamos a extrañar.