abril 24, 2024
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mayo 31, 2022 | 161 vistas

Lic. Ernesto Lerma.-

Mas vale tarde que nunca y Tom Cruise lo sabe en su rol de eterno joven héroe, porque en su momento Hollywood puso en el gusto del público masivo la primera película de “Top Gun” en el año de 1986, cuando solo vio la superficie de “Top Gun” y la acogió como una cinta patriotera sobre unos hombres sexys y rudos que quieren ser los mejores pilotos de combate y que luchan contra unos enemigos anónimos procedentes de la Unión Soviética, tema muy típico en el mundo del cine hollywoodense en el contexto de la guerra fría en los años 80’s.

¿El resultado? Una de las películas más taquilleras de la década de los ochenta. Ahora, con el afán de reciclar todos y cada uno de los productos exitosos del pasado, para aprovecharse de una nostalgia desmedida por los “Cazafantasmas” y demás cosas extrañas, regresan a la pantalla gigante Maverick, esta vez con un nuevo grupo de pilotos en una nueva entrega de Top Gun. Más que una secuela, esta cinta es una “recuela”, que es el término extraído de la nueva versión de “Scream” (2022) para denominar a los remakes que se disfrazan de secuelas.

En ella, Maverick sigue siendo capitán después de haber pasado más de treinta años y, como era de esperarse, Charlie quedó en el olvido, pero no sus amigos Iceman y Goose. Como si se tratara de Hal Jordan el hombre sin miedo que se esconde detrás del uniforme del superhéroe de DC Comics, Linterna Verde, Maverick trabaja como piloto de pruebas y desobedece a Hammer (Ed Harris), su superior, llevando al aire un avión y poniéndose al límite. En vez de ser castigado por su rebeldía e imprudencia, Maverick es llamado por Cyclone (Jon Hamm) para que se convierta en el instructor de un nuevo grupo de jóvenes pilotos.

Dentro del grupo (ahora más inclusivo) se encuentra Rooster (Miles Teller), el hijo de Goose, quien odia a Maverick por haber dejado morir a su padre y por impedirle avanzar con su carrera, a petición de Carole, la fallecida madre de este; es curioso que los personajes femeninos de la cinta original, como Charlie y Carole, interpretada por Meg Ryan, se encuentren ausentes en esta nueva versión. Detrás de este encargo está nada menos que Iceman, quien ahora es un alto mando militar, pero que combate con un cáncer terminal, como se puede ver en el filme documental “Val” (2021).

Como no puede faltar una contraparte femenina y Kelly McGillis no aparece en esta cinta, la actriz Jennifer Connelly es la encargada de llenar el vacío. Connelly interpreta a Penny, un supuesto antiguo amor en la vida de Maverick y quien ahora se dedica a administrar el bar que frecuentan los pilotos. Ahora que Charlie (y Iceman) ya no están en su vida, Maverick intentará sentar cabeza con la madre de una pequeña hija que le advierte al instructor que no le vaya a romper el corazón. El director Joseph Kosinski, encargado de reciclar “Tron”, el clásico de culto ochentero, se toma en serio la historia de “Top Gun” y nos entrega unas sorprendentes secuencias de acción, dejando de lado los efectos especiales.

Esto porque Cruise realiza muchas de las acrobacias aéreas sin recurrir a un doble. Sin embargo, pese a que esta cinta es mucho más elaborada y contundente que su predecesora, el espíritu patriotero que ya era odioso en 1986, ahora lo es mucho más. Y aquellos que extrañaban el juego de voleibol homoerótico ambientado con la clásica canción “Playing With the Boys” del cantautor Kenny Loggins, ahora disfrutarán de un juego de fútbol americano en la playa, con los jóvenes pilotos descamisados buscando “conectar”.

A propósito del nuevo grupo, este incluye a Hangman, un joven rubio y engreído que reemplaza a Iceman, y a Bob (Lewis Pullman), un joven reservado y tímido, que reemplaza a Goose. Eso quiere decir que el impulsivo Rooster viene a ser el equivalente de Maverick, en este equipo de jóvenes titanes (o avengers) encargados de continuar con el legado dejado por Maverick, Iceman y Goose. La cantante Lady Gaga nos entrega una nueva canción para la recuela de Top Gun, pero lo que vamos a escuchar durante más de dos horas, es a Kenny Loggins interpretando su rockero hit musical “Danger Zone” y el formidable tema instrumental “Top Gun Anthem” del compositor Giorgio Moroder y Steve Stevens.

“Top Gun: Maverick” es una cinta muy entretenida y hasta nostálgica, pero sin lugar a dudas no es una obra maestra del cine de acción como algunos afirman, ya que ese título va para la subvalorada “Mission: Impossible Fallout” (2019). Los fanáticos del cine basura de los ochenta estamos esperando que esta actualización del cine bélico patriotero abra las puertas para una nueva versión de la entrañable cinta de “Iron Eagle” (1986), ojalá con subtexto sexual y manteniendo la música de la banda inglesa rockera Queen. Actualmente existe una tendencia en las redes sociales, sobre todo en Twitter, que considera que con tal o cual estreno el cine revive y se salva, lo que implica que la mayor parte del tiempo el cine está condenado, cuando ya no directamente muerto.

Ocurrió con la extraordinaria película “Licorice Pizza” (2021), y ocurre ahora con “Top Gun: Maverick”, secuela tardía de aquel clásico de 1986 dirigido por Tony Scott. Se entiende que en las redes la mayoría de las expresiones están exageradas, distorsionadas por un entusiasmo a veces actuado, y entrar en conflicto con la exactitud de esas declaraciones es un ejercicio bastante estéril. Sin embargo, al calor de un estreno fílmico de verano como este, no deja de ser interesante el planteo de que el cine está muerto y cada tanto revive, porque en realidad ocurre otra cosa. “Top Gun: Maverick” no es una resurrección, sino una confirmación de que el cine sigue vivo, de que nunca se murió.

Podrá decirse que es cuestión de perspectivas, y que en el fondo ambas interpretaciones dicen lo mismo. Sí… pero en realidad no. Aunque la silla de director la ocupa ahora Joseph Kosinski, es sabido que el verdadero responsable atrás de esta nueva “Top Gun” es Tom Cruise, un famoso actor que ha pasado de ser menospreciado a ser calificado por muchos como la última estrella de Hollywood. O al menos, de un Hollywood y un starsystem que ya no tienen lugar en la actualidad. Cruise representa una manera de hacer películas a la vieja usanza, convirtiéndose él mismo en su doble rol de intérprete y productor en el total centro de enormes espectáculos de acción y aventura con un espíritu clásico, poniéndole literalmente el cuerpo a hazañas que nos llevan a un sitio alegre.

Mi 8.5 de calificación a esta secuela que nos lleva la misión de destruir un búnker secreto lleno de uranio que hay que reducir a escombros. Al comienzo de “Top Gun: Maverick”, nuestro hombre, Pete “Maverick” Mitchell (Tom Cruise) está trabajando como piloto de pruebas. Todavía tiene rango de capitán: han pasado más de 30 años y su carrera ha avanzado muy poco. Es culpa de su reputación porque el hombre es famoso por abandonar el protocolo para seguir sus propios instintos. Después de todo, por algo es “Maverick” (“rebelde”) que no nació exactamente para cumplir las reglas.

No tiene problema para pilotear un avión a Mach 10, poniéndose en peligro sin ninguna prevención. El riesgo de bajas tampoco le importa como en la primera película, en la que perdió a su compañero Goose en un trágico accidente: fruto amargo, y kármico, de jugar demasiado rápido y demasiado al borde de las reglas. La diferencia entre el Maverick de la “Top Gun” de 1986 y el de esta nueva secuela a cargo del arquitecto y cineasta Joseph Kosinski, más allá de que Cruise haya envejecido un par de años, es que la primera película era juvenil de espíritu.

Los personajes eran osados y tercos a morir porque, sí, son jóvenes. Eran alumnos de escuela del programa Top Gun que le da título a la película tenía esa premisa: capturar la energía salvaje de la juventud, sin atenuar en lo más mínimo la falta de miedo a la muerte, y con ella hacer buenos militares estadounidenses, profesionales obedientes y conscientes de las regulaciones pero que, al mismo tiempo, fueran valientes. La lección, apropiada para la era de la Guerra Fría en la década de los años 80, es que el individualismo debía ser celebrado y, bueno, también restringido.

En “Top Gun: Maverick” vemos en qué se convierten estos niños devenidos hombres apegados a las restricciones de lo que llamamos habitualmente una “carrera”. “Iceman”, el antagonista de Cruise, interpretado en aquel entonces tanto como ahora por Val Kilmer se convirtió en un comandante con una familia, una casa grande y, a pesar de la enfermedad que sufre, el prestigio y sabiduría que otorga una larga carrera. “Maverick”, en cambio, no logró salir del mazo. El precio de desviarse del camino trillado es una forma de la gloria individual que consiste en no tener hijos ni residencia permanente.

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