diciembre 15, 2024
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junio 14, 2022 | 149 vistas

Lic. Ernesto Lerma.-

El cierre de esta trilogía tiene algunas ideas y secuencias muy atractivas, pero lo cierto es que no muestra mucha inventiva y riesgo, por lo que termina desperdiciando varias oportunidades creativas. Y es que personalmente debo admitir que disfruté medianamente de “Jurassic World Dominio”, pero que al mismo tiempo me cuesta encontrar una justificación medianamente razonable para ese disfrute.

Se podrá apelar a la necesidad de pasarla bien sin pensar demasiado en la sala del cine, a la típica frase “es una película palomera”, pero creo que, finalmente, todo tuvo que ver con las expectativas: esperaba muy poco de una saga que ya consideraba algo agotada, luego de una primera parte “Jurassic World” (2015) que, a pesar de sus méritos narrativos y de puesta en escena, lo que hacía era actualizar mínimamente el argumento de la cinta original.

Y también luego de una segunda entrega, “Jurassic World: El Reino Caído” (2018), que tenía un arranque prometedor, para luego enredarse en demasía y caer en una trama de encierro tan enredada como irrelevante. Por eso, quizás, los pocos hallazgos de este cierre terminaron pesando más que un argumento que, en cuanto se lo piensa un poco, se cae a pedazos. Lo cierto es que “Jurassic World Dominio” tenía algunos elementos que podían jugar a su favor.

Desde el planteo que retomaba el final de “El Reino Caído” de un mundo donde los dinosaurios comenzaban a interactuar con todas las especies, incluida la humana, a escala planetaria; hasta los retornos de los veteranos actores Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, protagonistas de la trilogía original de “Jurassic Park”, con todo lo que implicaban sus respectivos legados. Estaban dadas las condiciones entonces para una salida del esquema de repetición y encierro.

La primera mitad de la película va de un lado al otro del mundo con bastante vértigo. Esa alternancia espacial le permite disimular un poco las incoherencias e indecisiones de un relato que saca de la galera una amenaza para la provisión alimentaria a escala global, producto de un experimento tan ambicioso como fallido de una corporación que quiere sacarle todo el jugo posible a las posibilidades que plantea la combinación de ADN de los dinosaurios con el humano.

Esa especie de thriller corporativo con condimentos de acción termina conduciendo, en la segunda mitad del filme, a otro lugar donde los dinosaurios están supuestamente contenidos y bajo control hasta que no, hasta que los desmedidos deseos de un empresario malvado con un Campbell Scott totalmente desdibujado como el villano hacen que todo estalle por los aires. Ahí es donde queda claro que el realizador Colin Trevorrow, director y coguionista, no tiene la capacidad o el atrevimiento suficiente para contar algo realmente nuevo.

Por eso “Jurassic World Dominio” queda condenada a reincidir en los ya clásicos discursos moralistas sobre los peligros de la ciencia cuando choca con la naturaleza; desperdicia la iconicidad que podían transmitir Neill, Dern y Goldblum, que cumplen papeles poco relevantes; y a lo sumo se conforma con delinear una aventura de conformación familiar relativamente aceptable. Hay sí un puñado de secuencias de acción y algunas ideas narrativas que nos indican la película que podía ser “Jurassic World Dominio” y que finalmente se resigna a no ser.

Ahí tenemos, por caso, una instalación clandestina donde una variopinta galería de criminales trafica dinosaurios con diversos orígenes y destinos; y una vibrante doble persecución urbana en Malta con dinosaurios, motos y camiones destruyendo media ciudad. Son elementos disparatados y divertidos, que insinuaban una historia más ambiciosa y potente, pero que nunca llegan a ser más que chispazos creativos en una película que se conforma con poco y que incluso se autoboicotea en sus propósitos de ser una clausura recordable y cautivadora.

En “Jurassic World Dominio” rara vez aparece la sensación de peligro y miedo, porque se imponen fórmulas que son mínimamente efectivas, pero en realidad nunca disruptivas, pero que funcionan como un espectáculo visual de entretenimiento de calidad hollywoodense, por eso la cinta vale mucho la pena por sus buenas escenas de acción y aventura.

Mi 9 de calificación personal a esta gustada cinta hollywoodense, que con esta sexta parte, los dinosaurios se enfrentan a su final y es mejor que sea así, porque en el año de 1993 Steven Spielberg adaptó la novela de Michael Crichton sobre un parque de diversiones fuera de control. En esa ocasión no eran unos androides vestidos de vaquero los que ocasionaban el caos, Crichton escribió y dirigió la película “Westworld” (1973), sino unos dinosaurios vueltos a la vida gracias a la genética. “Jurassic Park” marcó un hito en cuanto a efectos especiales por computador, los dinosaurios jamás se habían visto tan reales en el cine.

Presionado por los estudios, Spielberg asumió a regañadientes las riendas de una secuela llamada “The Lost World” mismo título de la novela de Crichton y de una cinta de 1925 sobre animales prehistóricos basada en la obra de Arthur Conan Doyle. El filme de 1997 poseía un elenco diferente que incluía a Julianne Moore y Vincent Vaughn. Su tono fue más oscuro y sádico que el de su predecesora, pero eso no impidió que terminara siendo un gran éxito. La tercera parte llegó años después, pero ya sin Spielberg, quien cedió la dirección a Joe Johnston.

El resultado fue una cinta cansada y torpe, que decepcionó a su público y que marcaría un supuesto final para la franquicia. Pero como si se tratara del terco John Hammond, el personaje interpretado por el fallecido Richard Attenborough, empecinado con resucitar a los dinosaurios, los estudios Universal Pictures deciden regresar con la saga, ahora bajo el título de “Jurassic World” y un nuevo elenco de actores, que incluye a Chris Pratt y Bryce Dallas Howard.

Ahora llega el que se supone es el capítulo final de la saga sobre los dinosaurios. “Jurassic Park: Dominion”, con Trevorrow otra vez en la dirección, posee tanto las cualidades como los defectos de las cinco entregas anteriores. Es la cinta más extensa de tiempo y pesada de todas con sus dos horas y media de duración, pero también goza del atractivo de los trabajos de Spielberg y del espíritu disparatado de la primera parte de la trilogía protagonizada por Pratt.

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