noviembre 24, 2024
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junio 16, 2022 | 163 vistas

A estas alturas, no es ningún secreto que la economía, y la forma que tenemos de entenderla, ha cambiado drásticamente durante los últimos años.

Si antes éramos incapaces de concebir un mundo sin monedas y billetes, en la actualidad, los pagos están cada vez más focalizados en plataformas digitales, y los propios gobiernos prefieren que así sea para evitar fraudes fiscales y economías no controladas.

Sin embargo, la digitalización de la economía ha ido mucho más allá de nuestras tarjetas de crédito y del decrecimiento en el uso de dinero físico. En la actualidad, lidiamos con situaciones que, hace tan solo unos años, parecerían historias de ciencia ficción: criptomonedas, compra de todo tipo de artículos en tan solo unos clics, disfrute de los más variopintos servicios de ocio de manera digital y sustitución de multitud de plataformas físicas por virtuales.

En El Diestro, sin ir más lejos, hace tan solo unos días hablábamos de la volatilidad de los criptoactivos, y de cómo estas monedas digitales han cambiado por completo la manera que tenemos de entender la economía. Ahora que, como explicamos en el artículo mencionado, probablemente estemos viviendo un nuevo criptoinvierno, un momento de decrecimiento después de un periodo de bonanza, la capitalización de mercado de Bitcoin ronda los 580.000 millones de dólares. Teniendo en cuenta que Bitcoin nace en 2008, que en 2009 entra en funcionamiento (y es también cuando se produce la primera transacción), que en 2013 comienza a aparecer en todos los medios de comunicación debido a que había superado los 1.000 dólares (igualó el precio de una onza de oro, por lo que se convirtió en un titular suculento) y en 2015 nace la segunda criptomoneda (Ethereum), el camino ha sido vertiginoso y repleto de cambios.

Bitcoin en particular, y las criptomonedas en general, sin duda, son uno de los ejemplos más palpables de esta digitalización económica. Sin embargo, hay otros ámbitos donde esta digitalización se hace más palpable.

Bitcoin, la criptomoneda por excelencia.

Detengámonos, por ejemplo, en la manera en la que hemos transformado la forma de consumir ocio. De nuevo, hace tan solo unos años, sería impensable que pudiéramos tener al alcance de nuestros dedos y nuestro teléfono salas de casino que no tienen nada que envidiar a las de Las Vegas, pero en formato digital. Ahora podemos acceder a tragamonedas con dinero real desde prácticamente cualquier lugar y, gracias a plataformas como VegasSlotsOnline, escoger entre las mejores salas en base a reseñas, disfrutar de casinos con los pagos más altos y de los mejores bonos de primer depósito. En base a todo esto, no es de extrañar que muchos usuarios prefieran decantarse por plataformas digitales en lugar de casinos físicos o tradicionales. Además, algunas de estas plataformas ofrecen servicios de atención al cliente durante veinticuatro horas, variedades de juegos difícilmente comparables a las de los emplazamientos físicos, anonimato y seguridad extra a través de métodos de depósito de renombre. No es de extrañar que el sector del juego online, dentro del mundo del entretenimiento, haya sido uno de los que más ha crecido durante la revolución de la economía digital.

Por último, pero no menos importante, durante los últimos años hemos visto cómo no solo podemos comprar cualquier tipo de producto en tan solo unos clics, sino que también accedemos a infinidad de servicios que antes, generalmente, se fundamentaban en soportes físicos. Esto también ha significado toda una revolución para nuestra economía. Hemos dejado de consumir contenidos audiovisuales en soportes como el DVD o el Blu-ray para recurrir a plataformas como Netflix, que actualmente oferta todo su catálogo a través de tarifas mensuales fijas que van desde los 7,99 a los 17,99 euros. ¿Quién nos hubiera dicho que podríamos acceder a ofertas prácticamente inabarcables por un pequeño pago al mes cuando alquilábamos películas con frecuencia?

Algo similar ha ocurrido en otros sectores, como el de la música o el de los videojuegos, que han dejado los formatos físicos a un lado para focalizarse en plataformas como Spotify o Steam, respectivamente.

En definitiva, los ejemplos son innumerables, desde hacer la compra online hasta recurrir a un seguro médico que nos oferte atención a través de internet. Todo este tipo de alternativas digitales, y muchas otras que se quedan en el tintero, han revolucionado por completo la economía internacional y la manera en la que la mayoría de seres humanos entendemos el mercado y el consumo. Solo nos queda saber cómo evolucionará la situación y hasta qué punto la economía tradicional quedará relegada a este nuevo orden de las cosas.

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