Lic. Ernesto Lerma.-
El aventurero espacial Buzz Lightyear protagoniza un electrizante drama épico de aventura y exploración en el nuevo filme animado de Pixar – Disney, que tiene una estructura narrativa y estética transitada por los típicos clichés y lugares comunes que son hábilmente reconfigurados, en un relato en su fondo mucho más amargo de lo que parece a primera vista, porque es fácil analizar a “Lightyear” desde la premisa de que es un filme menor dentro de la potente filmografía de Pixar.
Lo es también porque algo de cierto hay en esa afirmación. Sin embargo, la película de Angus MacLane posee unas cuantas capas de sentido que van bastante más allá de su carácter de spin-off de “Toy Story” y su reenfoque sobre ese personaje genial que es Buzz Lightyear. El arranque de “Lightyear” es con un pequeño texto explicativo donde se asevera que estamos por ver la película favorita de Andy, el dueño de Woody y Buzz.
Eso, que puede parecer anecdótico, es también una toma de posición, donde la gente de Pixar deja en claro que no solo apelan a la nostalgia, sino que también están apuntando a un público infantil al que no subestiman. No lo subestiman, porque asumen que pueden aceptar, disfrutar y apropiarse de un relato que, con todos sus componentes de aventura y diversión, no deja tener elementos que sobrevuelan relacionados con nociones sobre el paso del tiempo, la muerte y la pérdida. En “Lightyear”, la misión que se le presenta al protagonista es la de saber el para qué de su propia existencia.
Ese interrogante personal y subjetivo empieza a configurarse cuando, luego de un accidente en una exploración aparentemente rutinaria, Buzz (voz de Chris Evans) y la numerosa tripulación que lo acompaña en un viaje de investigación quedan varados en un planeta hostil. Entonces, con la ayuda de su compañera, Alisha Hawthorne (voz de Uzo Aduba), deberá hacer múltiples viajes para lograr que una tecnología de hipervelocidad sea efectiva y les permita a todos salir de ahí. Claro que esa aventura estará repleta de obstáculos y consecuencias temporales que lo pondrán a Buzz en una especie de senda paralela a la de su gente.
Su percepción del tiempo será diferente a la de los demás y eso lo colocará en un no-lugar, tanto espacial como temporal, que terminará incidiendo en su auto-percepción, afectada, además, por los constantes fallos que van contra una personalidad que no suele admitir el error como parte del plan. La película resume buena parte de estos conflictos exteriores e interiores que afectan al protagonista (que incluye el extremo que es el conocimiento y la asimilación de la muerte, más el proceso de duelo) con una secuencia de montaje tan estupenda como desoladora. Es un tramo que acerca a Lightyear a esa obra maestra que es “Up”, y que nos recuerda que el paso del tiempo es un tema muy habitual en Pixar.
Acá, el estudio hace esa operación discursiva releyendo, al igual que ya hizo antes con otros géneros y subgéneros, la aventura espacial, para allí transformar lo abismal del espacio exterior y las implicancias de los avances tecnológicos en sinónimos de soledad, que se acrecientan en un héroe marcado por la acumulación de fracasos en pos de una posibilidad difusa de éxito. Por todo eso, es que, a pesar del dinamismo en el que se inscribe su aventura primero individual y luego grupal, el de “Lightyear” es finalmente un relato marcado por la amargura que puede incluir el aprendizaje sobre lo que se pierde y gana con cada decisión.
En eso es clave el surgimiento de su antagonista inesperado, que interpela a Buzz sobre las implicancias de sus decisiones y cómo no afecta solo a él, sino también a quienes lo rodean. Se puede argumentar que el filme no tiene el esplendor visual o la solidez narrativa de otras creaciones de Pixar. Pero, al mismo tiempo, es innegable la capacidad que despliega la película para construir personajes atractivos (el gato SOX (voz de Peter Sohn) se lleva todas las palmas) y hasta ideas visuales que son casi declaraciones de principios. El cuento que nos presenta “Lightyear” no es sumamente original, pero, aun así se siente nuevo y estimulante.
No sorprende entonces que queramos ir, nuevamente, al infinito y más allá. Como muchos niños que crecimos en la década de los años setenta, una de las experiencias cinéfilas más importantes de nuestra infancia se produjo con “La guerra de las galaxias”, ese inolvidable Western espacial con naves espaciales en vez de caballos y unos audaces y valientes aventureros espaciales quienes, en vez de disparar balas de sus armas, disparaban rayos láser y que curiosamente, la cinta de Lucas también estaba inspirada en las películas de samuráis protagonizadas por el actor Toshiro Mifune y dirigidas por el gran cineasta Akira Kurosawa, quien a su vez se inspiró en las películas de vaqueros de John Ford.
Mi 9 de calificación a esta producción fílmica animada, porque algunos no tuvimos la oportunidad de ver en la pantalla gigante 70 milímetros, para ser exactos y en vibrante sonido sensurround, el clásico de Stanley Kubrick “2001: Odisea del espacio” (1968), el cual, con el perdón de Lucas, es la mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos. Lo cierto es que tanto “La guerra de las galaxias” como 2001, condensan lo mejor del género y eso que muchos llaman “la magia del cine”.
Angus MacLane, que es codirector de la cinta “Buscando a Dory” (2003) y director de varios cortometrajes de “Toy Story”, fue uno de esos niños transfigurados con “La guerra de las galaxias”, quien se siente plenamente identificado con Andy, el dueño de los juguetes en “Toy Story”, cuando recibió a Buzz Lightyear, el aventurero espacial de su película favorita (Buzz es la versión en juguete de Luke Skywalker o Han Solo en el “mundo real”). Es así que MacLane, cuando obtiene la gran oportunidad de dirigir la película en solitario de Buzz, decide hacer un sentido homenaje a su película favorita, sin ignorar el enorme legado de Kubrick.
“Lightyear” no es la primera película protagonizada por Buzz, ya que este había sido el personaje principal de Buzz Lightyear, “Comando Estelar: La aventura comienza”, una mediocre cinta de animación bidimensional para el mercado del “directo a vídeo”, la cual es mejor olvidar (esta película del 2000 dio origen a una serie animada para la televisión igual de desastrosa). Además, es necesario aclarar que “Lightyear” no es una historia sobre el juguete de Andy (con la voz de Tim Allen en Toy Story), sino que viene a ser la presentación de la película favorita del niño, protagonizada por un intrépido aventurero espacial heredero de John Carter, Buck Rogers, Flash Gordon y Brick Bradford.