Lic. Ernesto Lerma.-
La reciente película de los directores Dan Kwan y Daniel Scheinert explora el tema del multiverso a partir de sus múltiples posibilidades, pero se nota el esfuerzo en querer ser original, “Todo en todas partes al mismo tiempo” toma una premisa que Marvel ha puesto de moda en el cine de entretenimiento y pretende darle una vuelta de tuerca personal y singular. Como concepto no está nada mal, pero hay mucho para trabajar, ya sea desde el distanciamiento en forma de parodia o desde una aproximación más seria y dramática, respecto del multiverso.
Desde el tráiler, la película de Dan Kwan y Daniel Scheinert aparenta lo primero, pero termina siendo lo segundo, la suma de una trama sentimental sobre lazos familiares y otra existencialista acerca del sinsentido de la vida lo que termina tomando protagonismo. Evelyn Wang es una inmigrante china que lidia con las dificultades de manejar una lavandería junto a su esposo, algo despistado e inocente, y su hija, cuya homosexualidad no ha terminado de aceptar. Al mismo tiempo, sueña con otras posibles vidas que podría haber tenido, más exitosas, más glamorosas, más felices. De repente, se ve involucrada en un viaje a través del multiverso en el que debe derrotar a un villano que amenaza con destruirlo todo.
En este caso, y a diferencia de las películas de Marvel, el concepto del multiverso permite construir una analogía respecto de la situación emocional de la protagonista y la dificultad a la hora de disfrutar y sostener sus vínculos. Aquí surge uno de los primeros y más importantes problemas de “Todo en todas partes al mismo tiempo”: antes de que podamos acomodarnos, conocer a nuestra protagonista, empatizar con su situación, nos vemos disparados a una hora de sinsentidos y absurdos generados por un multiverso que apunta a lo bizarro y a lo cómico. La metáfora inicial, la conexión básica entre fondo y forma, no queda bien hecha, por lo que toma tiempo llegar a entender la justificación del enredo formal y la trama enroscada que nos propone la película.
Hay varias relaciones que trazar entre “Todo en todas partes al mismo tiempo” y otras películas: desde el montaje recuerda a la pretensión y el enredo del cine de Iñárritu; visualmente, y en las escenas de acción si bien se introducen dentro de las fórmulas del wuxia, se parece más a “Matrix”; su historia es llamativamente similar a la que cuenta otro estreno reciente: “Red”, de Disney-Pixar. Sobre esta última comparación se puede argumentar que, lo que el largometraje de Dan Kwan y Daniel Scheinert hace luego de 139 minutos de una intensidad algo cansina, la de Domee Shi lo lograba con mayor simpleza y autenticidad, en 40 minutos menos. No es que no haya cosas que rescatar de “Todo en todas partes al mismo tiempo”, la historia que quiere contar en el fondo, acerca de las relaciones problemáticas de una familia, no deja de ser sincera.
Además, queda claro que el filme se esfuerza en ser distinto, lo cual siempre es de apreciar. El problema es que se esfuerza demasiado. En primer lugar, la superabundancia de chistes absurdos no causan mucha gracia en su mayoría en la exploración del lado cómico del multiverso no alcanza la creatividad que la premisa demanda y el largometraje se enmaraña en una multiplicación de gags, paradójicamente, algo envejecidos y ya vistos; en segundo lugar, el exceso formal no da una recompensa satisfactoria en tanto el trabajo sobre el multiverso como metáfora no se desarrolla en los tiempos correctos.
Por último, hay más de un momento en el que la película se torna demasiado didáctica, insistente, subrayada, cuando lo que tiene para decir no requiere realmente tanto control del proceso interpretativo por parte del espectador. Esos son los peores momentos de “Todo en todas partes al mismo tiempo”, los cuales, por suerte, no ocupan toda la película. Es difícil decir que se trate de una obra totalmente fallida cuando, al menos en algunos momentos de la última media hora, logramos entender qué nos quiere decir.
Mi 8 de calificación a este llamativo filme y es que desde que “Spider-Man: No Way Home” (2021) se convirtió en un mega éxito, gracias a la inclusión de Los Hombres Araña de las anteriores franquicias, el pretexto argumental de los “multiversos” se ha puesto de moda en el cine. Este concepto fue formulado por primera vez en 1895 por William James, psicólogo y unos de los padres del pragmatismo en la filosofía y el funcionalismo en las ciencias, y se ha usado en astrofísica con variaciones tales como “universos paralelos”, “universos cuánticos”, “dimensiones alternas” o “líneas de tiempo alternativas”.
Curiosamente, el concepto se difundió en el mundo de los cómics de superhéroes, cuando en la edición número 123 de “The Flash”, publicada en el año de 1961, se nos habla de dos mundos paralelos (Tierra 1 y Tierra 2) en el cual habitan dos superhéroes con el mismo nombre y el mismo poder, pero con una historia de vida y personalidades diferentes. Los hermanos Russo se encuentran detrás de “Todo en todas partes al mismo tiempo”, un trabajo psicodélico y delirante, que bien puede pensarse como la versión alternativa y para hípsters de “Matrix” o de “Dr. Strange en el multiverso de la locura”.
Paradójicamente, la cinta de los estudios A24, considerados como la antítesis de Disney, está más cerca de los armazones narrativos de la compañía del ratón que de cintas como “La bruja”, “Bajo la piel” o “El sacrificio de un ciervo sagrado”. Los directores Dan Kwan y Daniel Scheinert, conocidos como “los Daniels” y autores de esa desquiciada cinta sobre flatulencias llamada “Swiss Army Man”, nos presentan la historia de Evelyn Kwan (Michelle Yeoh), una esposa y madre de familia de origen chino, que atiende una lavandería.
Esa labor la lleva a cabo junto a su dócil esposo Waymond (Ke Huy Quan, mejor conocido como Short Round, el joven ayudante de Indiana Jones en “El Templo de la Perdición”; o Data, el niño superdotado de “The Goonies”). Evelyn y Waymond tienen una hija adolescente llamada Joy (Stephanie Hsu), quien se siente poco querida por su madre. Evelyn no quiere que su padre Gong Gong (James Hong), un anciano tradicionalista, se entere que su hija es gay. Hasta aquí el espectador sentirá que está viendo la versión para adultos de “Turning Red”, pero no hay nada más alejado que eso, aunque en el fondo el filme sí toca el tema de la relación entre madre e hija.
Los esposos son citados por Deirdre Beaubeirdra (Jamie Lee Curtis), una oficial de impuestos, para estudiar el futuro de la lavandería y, en camino a la auditoría Evelyn se va a enfrentar a un Waymond diferente, quien le dice venir de un universo alternativo, como si se tratara del Morfeo de “Matrix”, pero sin pastillas. Lo que sigue a continuación no se puede revelar, pero basta con decir que esta alegoría sobre las familias disfuncionales y el choque entre la tradición y los nuevos valores se ve aplastada por una descarga abrumadora de imágenes y referentes que incluyen, entre otros, a los clásicos filmes animados como Ratatouille de las compañías fílmicas de Pixar y Disney, así como los dramas románticos orientales “Deseando amar”, “Adiós a mi concubina” o “Scott Pilgrim”.
Los Daniels originalmente habían pensando en que Evelyn fuera un personaje que sufriera de déficit de atención con hiperactividad, pero decidieron abandonar la idea, por considerarla políticamente incorrecta. Lo cierto es que una película como “Todo en todas partes al mismo tiempo” es una cinta bastante hiperactiva que nos obliga a estar muy atentos por sus casi dos horas y media de duración, y que como en “Swiss Army Man” o los videos clips musicales dirigidos por los Daniels, pretende ser una obra cinematográfica original, inteligente e innovadora, pero que muy en el fondo, carece de bastante sustancia porque el mensaje que transmite es bastante convencional.
Sin embargo, cualquier cinta en la que la formidable actriz asiática Michelle Yeoh nos muestre sus impresionantes habilidades en las artes marciales para el Kung Fu, vale muchísimo la pena. “Todo en todas partes al mismo tiempo” aún continúa en algunos cines del país, para mi gusto muy celebrada por la crítica mundial de la llamativa película de los directores conocidos como los Daniels: Dan Kwan y Daniel Scheinert.