Nicholas Burns, embajador de Estados Unidos en Pekín, convocado el martes por la noche por el Ministerio de Exteriores de China a raíz de la crisis de Taiwán, pidió a su contraparte evitar una escalada y mantener abiertas las líneas de comunicación.
Xie Feng, viceministro de Exteriores chino, convocó a Burns para protestar formalmente por la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara Baja de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, un viaje que Pekín interpreta como un gesto de apoyo a la independencia de la isla.
El embajador estadounidense defendió durante la reunión que Pelosi “tiene derecho a viajar a Taiwán” y que su visita es “coherente” con la política de ‘una sola China‘ avalada por Washington desde 1979, dijo este miércoles a Efe un portavoz del Departamento de Estado de E. U.
El diplomático también reiteró que Estados Unidos no protagonizará una escalada y que quiere trabajar con China para prevenir una escalada. También se comprometió a mantener las líneas de comunicación abiertas”, dijo la misma fuente.
De acuerdo con la agencia oficial china Xinhua, el viceministro chino trasladó al embajador que la visita de Pelosi es “una provocación deliberada” y criticó que la demócrata está jugando “con fuego”.
“Las consecuencias son extremadamente serias. China no se quedará cruzada de brazos”, sostuvo el vicecanciller, quien subrayó que EE.UU. debe rendir cuentas por “decir una cosa y hacer otra” respecto al principio de ‘una sola China’.
Este miércoles Pelosi concluyó su visita de menos de 24 horas a Taiwán, un viaje que ha puesto en pie de guerra a China y que de momento se ha saldado con sanciones comerciales y maniobras militares en torno a la isla por parte de Pekín.
El desplazamiento de Pelosi, tercera autoridad de E. U. y segunda en la línea de sucesión a la Casa Blanca, es el primero de un presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU. a Taiwán desde 1997, cuando el republicano Newt Gingrich fue a la isla.
La Casa Blanca sostiene que no defiende la independencia de Taiwán, la visita de Pelosi constituye para China una muestra de respaldo a la secesión de la isla, territorio sobre el que Pekín reclama la soberanía al considerarla una provincia rebelde desde que los nacionalistas del Kuomintang se replegaron allí en 1949, tras perder la guerra civil contra los comunistas.
Con información de: lopezdoriga.com
