diciembre 15, 2024
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septiembre 5, 2022 | 315 vistas

Francisco Ramos Aguirre.-

Entre los murales existentes en Ciudad Victoria a partir de la década de los cincuenta del siglo pasado, destacan los de Alfonso X. Peña y Ramón García Zurita.

El primero plasmó su importante obra artística a la entrada del Teatro Juárez de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. A través de imágenes coloridas, aborda la temática de diferentes períodos, escenarios y personajes históricos de la entidad.

Otra de sus obras, que probablemente permanece oculta entre paneles de tela sobre las paredes laterales del mismo recinto, contiene figuras sobre motivos teatrales de la comedia y tragedia; columnas griegas y bailarinas clásicas.

En cuanto a Ramón García Zurita, de quien su ex alumno, el pintor Alejandro Rosales Lugo, ha escrito una biografía inédita, vale mencionar el mural inconcuso en las escalinatas del Palacio de Gobierno.

Debido a su prematura muerte en 1965, quedaron pendientes varios detalles y trazos de su obra. Recordamos también a José Antonio Legorreta Sánchez, egresado de la Academia de San Carlos (1948) y maestro de artes plásticas en la Escuela Normal Rural de Tamatán a partir de 1955.

Posteriormente creó el Club de Artes Plásticas en la Escuela Normal Rural de San José de Las Flores, donde dirigió la creación de varios murales.

Durante su estancia, inspiró a un reducido grupo de estudiantes para elaborar dos pequeños murales en las aulas del plantel, donde se prepararon varias generaciones de estudiantes campesinos.

Uno de ellos el escudo de la escuela, cercano al pizarrón con una leyenda en homenaje a los docentes, atribuida al estudiante Manuel García Costilla: “Maestro, por tener en tus manos las llaves de la ciencias, conviertes en luz nuestras tinieblas”.

El segundo mural, creado por sus alumnos Agustín Martínez Zúñiga y Cirilo López Castro, está dedicada a la fachada y arquitectura del antiguo edificio escolar, destacando sus colores originales; las emblemáticas palmeras en los pequeños jardines; detalles de la Sierra Madre Oriental y un sembradío al parecer de maíz.

Al calce destacan los nombres de los maestros Genaro G. Ruiz, Benjamín Peña, Ramón Castillo Mireles, Oscar González Blackaller, Gustavo Omar F., Joel García González y Miguel García.

LOS MURALES DE LA IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN

En esa misma época, apareció en escena el sacerdote y escultor michoacano Emiliano Soria, ex maestro del Seminario de Chihuahua; amigo y paisano del ex presidente Lázaro Cárdenas del Río.

Dicho clérigo, de ideas izquierdistas, convocó a los artistas plásticos Coco Villaseñor y Pancho Alonso a pintar en el interior de la Iglesia del Sagrado Corazón una recreación de La Última Cena, de Leonardo de Vinci.

A la mayoría de los feligreses la idea les pareció genial, porque una obra de esa naturaleza le daría colorido al edificio recién reconstruido gracias al apoyo de la sociedad civil.

Sin embargo, a la mayoría de ellos les pareció de mal gusto y fue cubierta con tapiz, y sólo permanecieron los cuatro evangelistas.

En el mismo contexto, se presentó un acontecimiento que causó enorme escándalo entre los feligreses católicos.

Vale decir que dentro de las escasas evidencias de esta obra, existe una fotografía de mediados de los ochenta, tomada por Eduardo Cruz Vázquez entonces funcionario del Programa Cultural de las Fronteras de la Secretaría de Educación Pública.

Este organismo operó de manera satisfactoria recursos federales para el fomento de la cultura en las entidades fronterizas.

En el caso de Tamaulipas, era gobernador el ingeniero Américo Villarreal Guerra y directora del Instituto Tamaulipeco de Cultura la maestra Blanca Anzaldúa Nájera.

En un evocador artículo recientemente publicado en el Sol de México, Vázquez -forjador y pieza clave del Festival Cultural de la Costa del Seno Méxicano- recuerda sus andanzas por tierras victorenses y particularmente hace referencia a un raro mural que llamó su interés, cuando visitamos la Iglesia del Sagrado Corazón.

Uno de los personajes que más llamó la atención por su presencia en la cúpula del templo, fue el líder cubano Fidel Castro, en esos momentos figura mundial.

La obra pictórica original, que para muchos representó un desafío a la jerarquía de la Iglesia y parte de la grey católica, se conservó al menos hasta finales de los ochenta o principios de los noventa.

Así las cosas, al remodelarse el templo y convertirse en catedral, aquella pintura profana fue eliminada a brochazos y una capa de pintura blanca.

En cambio, los trabajos de herrería de Juan Treviño Martínez aún permanecen en servicio. (Las Normales un Grito de Resistencia y Color por la Memoria/Secretaría de Educación Pública/Versión digitalizada.).

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