marzo 19, 2024
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septiembre 30, 2022 | 118 vistas

Esta es una película que desde el punto de vista del lado visual funciona mucho mejor cuando trabaja la inquietud desde indicios puntuales y sustentados en sus herramientas formales, que cuando hace explícita su construcción ideológica.

Como cinéfilo siempre me he preguntado ¿qué hace que una película de horror y terror funcione?, en primer lugar, de la respuesta, está la imprevisibilidad. El factor sorpresa es definitivo para crear una atmósfera de desequilibrio e inseguridad, donde cualquier cosa pueda pasar.

En segundo lugar, una película de terror debe tener personajes que nos preocupen y con los cuales nos sintamos identificados, ya que la empatía es la clave para involucrarnos emocionalmente con la historia. En tercer lugar, debe tener subtexto, es decir, una crítica sociopolítica que haga pensar al espectador y lo lleve más allá del efectismo.

Pero, en esencia, una buena película de terror debe asustarnos. Y mucho. Al igual que “X”, “El teléfono negro” y “¡Nop!”, “Bárbaro” cumple con todas estas características. Su título hace referencia al invasor, a un sujeto que trae consigo tiranía, violencia, caos y desorden a un mundo supuestamente democrático, amable, estructurado y racional.

El significado del título es lo máximo que se puede revelar de la trama, ya que contar lo más mínimo de esta película estropearía su experiencia. Así de imprevisible es. “Bárbaro” tiene tres personajes carismáticos que despiertan nuestro interés. Ellos son Tess (Georgina Campbell), Keith (Bill Skarsgård) y AJ (Justin Long).

Al igual que Jordan Peele, el nuevo maestro del género, Zach Cregger es un actor que viene del mundo de la comedia para la televisión y quien ahora se reinventa como director y guionista de terror, tomando prestados elementos de los clásicos del género como lo son “Psicosis” y “Masacre en Texas”. Emular a los maestros del género como Alfred Hitchcock y Tobe Hooper puede llegar a ser estimulante y altamente efectivo, siempre y cuando el homenaje se haga con amor.

“Bárbaro” es una cinta que también sigue al pie de la letra la lección impartida por el maestro George A. Romero: Una película de terror debe decirnos algo además de asustarnos. La cinta de Cregger nos habla sobre la desconfianza, la decadencia y sobre los esqueletos que todos guardamos en el armario.

Pero también llega a ser un comentario feminista sobre el profundo temor que a lo largo del tiempo han tenido y tienen las mujeres ante la amenaza masculina. No por nada en muchas de las películas de terror existe un personaje conocido como la “Final girl”, la mujer que sola debe enfrentarse a un monstruo del sexo opuesto que la ve como presa y víctima.

Y lo más importante para muchos es saber de “Bárbaro” es una experiencia tremendamente escalofriante y aterradora. Si usted es de los que nunca ha utilizado los servicios de un Airbnb, luego de ver esta cinta, probablemente no lo haga jamás. Lo mejor es no revelar nada más e invitar al espectador a un viaje delirante y por momentos absurdo, pero que le pondrá los pelos de punta.

Mi 8.5 de calificación a esta muy buena cinta, porque hay actualmente una corriente del cine de terror cuyos realizadores parecieran buscar que sus películas sean “más que una de terror” y que sean obras, desde lo formal y temático, que sean evocaciones de algo mucho más profundo que simplemente el miedo, el temor o la angustia.

Es un cine que muchas veces parece dirigirse a un público que siente un poco de culpa por ver un género al que suele considerar menor, un “terror para los que no les gusta el terror” y del cual podría decirse que forman parte cineastas como Jordan Peele, Ari Aster, Robert Eggers y Alex Garland. Ha dado, es innegable, algunas películas potentes e interesantes, aún en sus defectos.

Zach Cregger ha llegado con una película que trabaja con una premisa mínima a la que le va agregando vueltas de tuerca y capas de sentido, en el sentido tanto positivo como negativo. El relato se centra en una joven que viaja a Detroit para una entrevista de trabajo y que alquila una casa a través de Airbnb.

Cuando llega, en una noche lluviosa, descubre que ya está ocupada por otro joven, quien le sugiere quedarse, ya que no hay otras alternativas de alojamiento. Pero en el sótano de esa casa, que parece común y corriente (aunque está ubicada en un barrio que es tierra arrasada), la protagonista descubre una puerta secreta que conduce a un tétrico pasadizo.

El filme se toma su tiempo para desencadenar por completo su conflicto, incluso subvirtiendo expectativas a partir de cómo posterga el estallido pleno del horror. Eso no le impide generar tensión, sino que incluso favorece ese objetivo: Cregger maneja muy bien las posibilidades expresivas de los espacios vacíos que incluyen el paisaje decadente y derruido que rodea la casa.

Asimismo, la premisa inicial da paso a giros temporales que le dan a la narración un sesgo mucho más ambicioso, a partir de cómo indaga en conceptos vinculados a las masculinidades tóxicas, con la introducción de un personaje interpretado por Justin Long que es clave. Es probablemente este último aspecto el más problemático, aunque se resuelve bastante bien.

En el último tercio del metraje, todo lo que estaba implícito o apenas insinuado pasa a quedar completamente explícito, lo cual no solo incluye la mirada sobre el machismo, sino también sobre esa parte de la sociedad estadounidense que se ha caído del tejido social, las maternidades retorcidas y la indiferencia ante la violencia.

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